Trata de personas se disfraza como la oportunidad de la vida en Kenia

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  • Fuente y tránsito para el tráfico y la trata
  • Víctimas tratadas como delincuentes

Miriam Gathigah

SemMéxco/IPS, Nairobi, 7 octubre 2019. – Hace seis años, Mary Njambi recibió la noticia de una oportunidad de trabajo única en la vida, lejos de su aldea en el corazón del condado de Kiambu, en el centro de Kenia. Tenía 20 años, era madre soltera y carecía de trabajo.

“Mi mejor amiga me dijo que las familias ricas en Arabia Saudita necesitaban mujeres para trabajar como domésticas. Mi salario sería de 1.000 dólares por mes, más horas extras”, cuenta a IPS esta joven cuyo nombre y apellido son ficticios a su pedido.

Su amiga la llevó a una agencia de reclutamiento en el centro de Nairobi, donde todos los arreglos de viaje se hicieron sin costo alguno para ella.

Tres meses después, Njambi y otras 15 chicas hicieron ese fatídico viaje a Arabia Saudita.

“Nos separaron a todas en el aeropuerto y me llevaron a la casa de mi empleador. En el momento en que entré, una mujer comenzó a ‘ladrarme’ órdenes en árabe a pesar de que no hablaba el idioma”, dice. En aquel momento, ella no tenía como saber que había caído víctima de una red de trata de personas.

Kenia, fuente y tránsito para el tráfico y la trata

El Informe Mundial sobre la trata de personas de 2019, publicado en junio por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, describe a Kenia como fuente, punto de tránsito y destino para las personas sometidas a la trata sexual y el trabajo forzado.

Publicado cada año, el informe clasifica a los países en cuatro niveles según el compromiso demostrado por cada gobierno para eliminar la trata de personas:

  • El Nivel 1, el más alto, incluye a los gobiernos que cumplen con los estándares mínimos de la Ley de Protección de Víctimas de Trata de Estados Unidos (TVPA, en inglés), vigente desde 2000.
  • Un país como Kenia, con una calificación de Nivel 2, no ha cumplido con estos estándares, pero ha realizado esfuerzos significativos para lograrlo.
  • La Lista de vigilancia del Nivel 2, en la que se situó a Kenia hasta 2015, es similar al Nivel 2, salvo que en el primer caso el número de víctimas de la trata es considerablemente alto o aumenta significativamente.
  • El Nivel 3, la peor clasificación, indica que los países, como sucede con Arabia Saudita, no han cumplido con los estándares mínimos para eliminar la trata de personas, y no está haciendo esfuerzos significativos para hacerlo.

“Estos esfuerzos incluyen la criminalización de la trata de personas y la atención de los sobrevivientes”, dijo a IPS el fiscal Victor Amugo, quien ejerce la acusación pública en los tribunales de Kilifi, una ciudad de la costa del sureste de Kenia que es centro de trata de personas en el país.

Según Wilkister Vera, comandante de la policía del condado de Kakamega, en el oeste de Kenia, los agentes de la ley del país sí luchan contra la trata de personas.

“Estamos apuntando a toda la red de reclutadores, los lugares donde las víctimas son detenidas antes de ser trasladadas, el transporte y siguiendo el rastro que deja el papel, incluidos los permisos de trabajo y pasaportes”, dijo a IPS.

“También existen sistemas para atender a las víctimas a través del Mecanismo Nacional de Referencia”, agregó la comandante.

Las niñas y las jóvenes, las más vulnerables

El Centro Colaborativo de Datos sobre la Trata, que documenta este delito, afirma que, al igual que Njambi, la población infantil y juvenil femenina es especialmente vulnerable a la trata de personas, principalmente con fines de explotación sexual y trabajo forzado.

  • Una de cada seis víctimas de la trata es una niña,
  • Dos tercios tienen entre 18 y 29 años,
  • Diecisiete por ciento tienen entre 30 y 47 años, y
  • Menos del uno por ciento tiene más de 47 años.

“La pobreza y las desigualdades de género son algunos de los factores que hacen que las mujeres y las niñas sean más vulnerables a la trata de personas”, dijo a IPS Zuleikha Hassan, legisladora en el parlamento del condado de Kwale y fundadora de la Asociación Musulmana Tawfiq.

A su juicio, “hay que educar en forma agresiva a las comunidades para identificar situaciones de trata de personas que se disfrazan como el trabajo de la vida”.

Njambi dice que desde el primer día el trabajo como empleada doméstica en Arabia Saudita era matador, con al menos 18 horas al día sin parar y teniendo que dormir en el suelo. Luego, rápidamente, se intensificó tanto la violencia física como la sexual.

Los días se convirtieron en meses sin una sola jornada libre y sin recibir paga alguna. “Un día fui a la azotea y amenacé con saltar si no me devolvían a mi casa y funcionó”, cuenta.

Eso sucedió en 2013, cuando se extendía por todo el país la noticia de que cientos de niñas kenianas estaban angustiadas y varadas en el Medio Oriente.

“Las afortunadas llegaron a casa magulladas y maltratadas. Otras regresaron en ataúdes. En 2014, el gobierno prohibió a los kenianos y kenianas viajar a Medio Oriente por trabajo”, dice Dinah Mbula, otro nombre ficticio a su pedido, que dirige una agencia de empleo en el centro de Nairobi.

“Hubo una ofensiva del gobierno contra las agencias de reclutamiento, pero las historias de terror no asustaron a las personas desempleadas y desesperadas por viajar a Medio Oriente”, atraídas por las historias de rápidas ganancias, explica Mbula a IPS.

Ello pese a que siguen los casos de trata y tráfico, dos delitos distintos, pero interconectados en los casos transnacionales. El primero consiste en la explotación de personas con fines sexuales y otros, dentro o fuera del país y siempre contra su voluntad, y el segundo se refiere al traslado irregular y transfronterizo y suele ser consentido por la víctima.

Víctimas tratadas como delincuentes

En 2000, el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niñas, conocido como el Protocolo de Palermo por la ciudad italiana donde se acordó, marcó una transición importante hacia un trato más adecuado del delito de la trata.

Kenia es signataria del Protocolo de Palermo, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional. Ello condujo a la aprobación en 2010 de la Ley de lucha contra la trata de personas, que entró en vigor dos años después.

“La sección 1 de la Ley contra la trata de personas penaliza la trata sexual y laboral”, dijo el fiscal Amugo.

Aunque el informe sobre la trata de personas afirma que ahora hay más enjuiciamientos y condenas de traficantes en Kenia, Amugo considera que los números podrían aumentar si todos los enjuiciamientos se hicieran en virtud de las leyes contra la trata de personas en lugar de las leyes de inmigración o infracciones laborales más indulgentes.

Los condenados bajo la legislación contra la trata cumplen 15 años de prisión, una multa de no menos de 50.000 dólares, o ambos.

“Las víctimas de la trata de personas son tratadas como criminales. Es por eso que los reclutadores continúan haciendo su trabajo porque saben que las posibilidades de que una víctima se reporte a la policía son casi cero”, explica Mbula.

Kenia prohíbe y luego levanta la prohibición de ciudadanos que trabajan en el Medio Oriente. Además, esta nación de África oriental ha levantado la prohibición de que sus ciudadanos viajen al Golfo por trabajo.

El gobierno de Kenia firmó acuerdos bilaterales con Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos y levantó la prohibición en 2017.

El gobierno insistió en volver a examinar las agencias de reclutamiento después de levantar la prohibición. Pero Mbula dice que más de 1.000 agencias fueron examinadas y solo 100 fueron autorizadas, pero debido a la corrupción “todavía estamos en el negocio con o sin licencia”.

Desde principios de 2019, Kenia permitió a Arabia Saudita contratar nuevamente a trabajadoras domésticas. Según el Ministerio de Trabajo, al menos 130.000 mujeres y hombres kenianos laboran como trabajadores domésticos en el Golfo.

Njambi confirma que es más fácil mantenerse aislada en la aldea o irse porque “la gente te dice que estés agradecida de que hayas vuelto con vida. No hay ningún tipo de apoyo o asesoramiento”.

Ahora dirige una tienda de comestibles en su centro comercial local, fuera de su localidad.

Ella dice que las víctimas a menudo se comparan con otras que fueron a Oriente Medio y tuvieron éxito. “La gente dice que su experiencia fue simplemente mala suerte y le aconsejan que pruebe otros países como Líbano. Mi historia se repite todos los días porque la gente está desesperada”, asegura.

SEM-IPS/mg

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