En homenaje a Rosario Ibarra

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*Texto retomado del sitio web http://www.prt.org.mx

Por Edgard Sánchez *

SemMéxico/prt.org.mx. Ciudad de México. 08 de octubre 2019.- Hay muchas razones para celebrar ahora este homenaje a Rosario y su lucha. Se han cumplido 42 años desde la constitución del Comité Eureka y también en mayo se han cumplido 44 años del inicio de la lucha de Rosario cuando fue detenido-desaparecido su hijo, Jesús Piedra Ibarra. Pero también porque en febrero Rosario ha cumplido 92 años. El homenaje, como suele decirse, es muy merecido. Son muchos motivos por los que el homenaje y el reconocimiento es merecido, tanto en su trayectoria como en la lucha que en la actualidad desarrolla, pero en esta ocasión quiero referirme a tres aspectos que me parece son centrales para entender el aporte de Rosario que para la izquierda motivan un decidido reconocimiento. Sus aportes, en primer lugar, por supuesto, en la lucha por los derechos humanos, en el marco de la lucha por la presentación de los desaparecidos y contra la represión. En segundo lugar el aporte que ha dado a la lucha por los derechos de las mujeres, su reivindicación y dignificación. Y en tercer lugar el tema de la consecuencia política.

En la causa de los derechos humanos

Obviamente es éste el aspecto más relevante y conocido del aporte y compromiso de Rosario, lo que le llevó en algún momento a ser postulada como candidata al Premio Nóbel de La Paz. Pero en el clima actual, sobre todo de la legitimidad alcanzada para la causa de los derechos humanos, se olvidan las condiciones en que Rosario debió iniciar esta lucha. El reconocimiento a su esfuerzo, muy ampliamente aceptado y reconocido hoy, debió empezar en una situación muy diferente. La defensa de presos y desaparecidos políticos acusados de ser guerrilleros y en medio de la llamada «guerra sucia» del gobierno contra esa insurgencia era socialmente muy difícil. La represión gubernamental arrasaba también con los que ellos consideraban sospechosos o cómplices de la guerrilla, así que salir en defensa de sus presos y desaparecidos implicaba un riesgo. La propaganda gubernamental les presentaba como «matapolicías y asaltabancos» con fotos de los perseguidos como en el «Viejo Oeste». Rosario cuenta frecuentemente la sensación de remanso solidario que empezó a encontrar en la Ciudad de México, después del rechazo o deslinde de conocidos y vecinos en Monterrey atemorizados o escandalizados de saberla madre de un guerrillero.

Habiendo existido desde antes comités por la libertad de presos políticos, la novedad es que Rosario organiza un comité de familiares, especialmente de madres de desaparecidos políticos que adquieren así un protagonismo político que no existía. Es la opción de ir más allá del dolor y la búsqueda personal, para entrar en la lucha política organizada; las madres se convierten en actores políticos reconocidos y respetados.

Para lograrlo, Rosario actúa con un criterio democrático, incluyente, no sectario que la caracterizará en todos los episodios de lucha política posteriores: construir un movimiento amplio, unitario, sin exclusiones sectarias. El punto más importante en esta trayectoria es la formación del Frente Nacional contra la Represión donde confluiremos un abanico muy amplio de corrientes políticas diferentes y disímbolas (a veces encontradas) unidas en torno a una demanda central: contra la represión, por la libertad de los presos políticos y la presentación de los desaparecidos. El concepto seguirá siendo válido en el futuro y en el presente: unidad de todos contra la represión, dejar a un lado la visión de que «estos son mis presos y solamente yo los defiendo» o la visión de quienes les consideran caídos en la lucha y por lo tanto son abandonados como simples «bajas».

Aquí también hay una reivindicación de métodos imaginativos, audaces, de lucha, desde la presencia sorpresiva en actos y eventos, incluso oficiales, reclamando la presentación de los desaparecidos o la respuesta de la autoridad, hasta la huelga de hambre. La histórica huelga de hambre del 78 tan importante y reconocida actualmente tampoco implicó una decisión fácil. En la época, una huelga de hambre así en un lugar público, como la catedral (y no la huelga de presos en la cárcel) parecía para algunos en la izquierda una concesión a métodos no combativos, a métodos gandhianos vistos peyorativamente. La huelga de hambre en Catedral abre también una perspectiva y referencia histórica, de confrontación y emplazamientos al poder, realizada además con toda seriedad y consecuencia.

La otra conclusión importante es que todo ello implicó desarrollar una lucha con consecuencias prácticas. Hay quien denigraba e insultaba la causa de las madres de los desaparecidos como un ejercicio simplemente de dolor, de martirologio, de queja y testimonio. Es falso. La lucha por la presentación de los desaparecidos encabezada por el Comité Eureka y Rosario Ibarra logró éxitos, ha obtenido triunfos. Ha demostrado en todo caso que la lucha sí sirve; que no es correcto quedarse en el dolor y la queja individuales, que no es suficiente la gestión y el trámite legal (especialmente frente a una práctica absolutamente ilegal como es la desaparición forzada de personas). La huelga de hambre logró la amnistía y aunque parcial y aunque benefició sobre todo a presos, exiliados y perseguidos políticos sin alcanzar de inmediato a los desaparecidos políticos, la continuación de la lucha con la legitimidad alcanzada con la huelga de hambre del 78, permitió ir logrando la presentación también de desaparecidos políticos. En el discurso con frecuencia ponemos correctamente el énfasis en la denuncia de la represión política (sobre todo porque es una práctica que se mantiene), pero debe agregarse que ha habido éxito no solo en la liberación de presos sino también en la presentación de desaparecidos. Más de 100 desparecidos políticos han logrado su liberación gracias a la acción del Comité Eureka y de Rosario Ibarra. Más de 100 compañeros que son la prueba viviente de la existencia de ese crimen  de lesa humanidad que es la desaparición forzada, pero también es la prueba viviente, contra los escépticos, de que sí es posible recuperar con vida a desaparecidos políticos.

Finalmente, en cuanto a este punto quiero decir que aunque, como dice la consigna, la lucha continúa…pero hay conquistas que ahora defendemos frente a los nuevos ataques de la derecha para echarlos abajo. Como hemos visto en los meses recientes hay una ofensiva para echar abajo esos derechos democráticos ya conquistados y reconocidos y ahora enfrentamos una ofensiva donde se persigue también a los defensores de derechos humanos, donde, como en Atenco o Oaxaca, se tortura y se viola sexualmente como parte de esa tortura. Pero pasamos a defender derechos precisamente porque en la lucha previa, relevantemente con la experiencia del Comité Eureka y de Rosario Ibarra, no solo se logró una amnistía, liberación de algunos presos y presentación de algunos desaparecidos políticos, sino también darle una legitimidad ante la sociedad y frente al Estado a la causa del respeto a los derechos humanos y a la legitimidad de una lucha en defensa de esos derechos como la que han hecho Rosario y las «Doñas», lo que ha facilitado, estimulado y sensibilizado a nuevas generaciones de defensores, así como ha obligado a diversos gobiernos a hacer reconocimientos o acciones, aunque fueran a veces demagógicas o limitadas, de compromiso o defensa de esos derechos. La legitimidad que tiene actualmente la causa de los derechos humanos, ser parte de una cultura democrática, es resultado indirecto también de esta lucha iniciada en condiciones muy difíciles.     

La causa de las mujeres

La lucha y experiencia histórica de Rosario representa también un símbolo y ha constituido un paso importante en la reivindicación de los derechos de las mujeres, en el reconocimiento de un papel no subordinado o discriminado en la sociedad y en la política, así como un aporte en la dignificación del papel de las mujeres.

Hay dos imágenes que Rosario ha utilizado para describirse que me gustan mucho y que ilustran lo que quiero decir:

Rosario es la madre de Jesús Piedra, pero Rosario nació de Jesús Piedra para ser la Rosario Ibarra que conocemos.

La otra imagen es cuando cuenta que de joven era conocida como la bonita y simpática hija del Ingeniero Ibarra; luego como la esposa del Doctor Piedra; al iniciar la lucha pasó a ser la madre de Jesús Piedra, el desaparecido político. Pero ahora es, finalmente, ella misma: Rosario Ibarra.

Rosario, la Doña, por ella misma y no en función de un hombre, aunque fueran los hombres de su vida y amores a los que respeta y quiere pero donde es reconocida y es ejemplo por ser quien es, por su actividad, por su lucha, por sus aportes y convicciones.

La transformación de Rosario, la construcción de su imagen y protagonismo tampoco fueron sencillos o fáciles, porque en la práctica implicaba hacerlo a contracorriente de una visión subordinada y discriminada del papel de las mujeres en esta sociedad, es decir de una visión patriarcal. Un momento decisivo en esta trayectoria fue cuando en 1982 la postulamos desde el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) como candidata a la Presidencia de la República. Hoy es parte de la historia nacional el haberse convertido en la primera mujer candidata presidencial en México. Sentó un precedente y abrió una puerta que era empujada por el movimiento feminista y el movimiento amplio de mujeres desde antes pero que apenas en 1954 había alcanzado el derecho al voto para las mujeres en nuestro país. Además del derecho al voto la candidatura presidencial de Rosario empujó el reclamo por el derecho de las mujeres a ser votadas a las principales responsabilidades políticas y ejecutivas, así como la obligación de los partidos de postular también candidatas a cargos de elección popular, reclamo que fue avanzando por medio de la acción afirmativa de cuotas en las listas de los partidos y que ha abierto el paso a mujeres a mayores responsabilidades políticas, de todas las corrientes políticas e ideológicas, incluso de mujeres y partidos sin conciencia sobre la condición de las mujeres ni una perspectiva feminista.

Pero esto que hoy parece muy claro en relación a los derechos de las mujeres no era tan fácil en 1981-82 en que el PRT propuso a Rosario Ibarra como candidata presidencial. No solo adversarios, sino rivales y competidores supuestamente colocados en la misma orientación que la nuestra se escandalizaron con la audaz propuesta: «¡una mujer, una ama de casa para la Presidencia de la República!» ¿Cómo era eso posible? Es el periodo de la hegemonía del PRI, el periodo de los «licenciados» como ejemplo del monopolio en la capacidad de gobernar y hacer política. Y Rosario Ibarra es mujer y además no tiene títulos para «aspirar» a ese cargo. El mensaje de la candidatura presidencial es por eso muy importante en la reivindicación de los derechos de las mujeres y además en una concepción política, propia de la izquierda revolucionaria, que plantea como perspectiva un poder popular, es decir la construcción de un poder que no está acotado por los políticos profesionales, sino un poder donde también la mujer que es ama de casa pueda decidir sobre el futuro de su país. Al mismo tiempo la candidatura presidencial del PRT plantea otro mensaje: la izquierda ha sido reconocida legalmente y con el derecho a participar electoralmente pero eso no es suficiente para hablar de que se ha conquistado la democracia. La candidata presidencial es Rosario Ibarra, la madre de un desaparecido político, es decir no puede hablarse de democracia mientras haya presos y desaparecidos políticos, mientras se mantiene la represión y la «guerra sucia». En ese nivel también la experiencia de Rosario Ibarra construye la necesaria dignificación y reconocimiento de las mujeres: ella representa un organismo, el Comité Eureka, integrado básicamente por madres de desaparecidos políticos que, como hemos dicho antes, no se resignan a morder su dolor o esperar la respuesta oficial que nunca llegará, sino que se organizan para exigirla, para luchar y rescatar a sus hijos de las cárceles clandestinas y oponerse al régimen de terror instalado con la «guerra sucia». Es decir, las madres de desaparecidos políticos se convierten en reconocidos y respetados sujetos políticos. Amas de casa y madres rompiendo el molde tradicional en que quisieron encerrarlas.

Debo decir enfáticamente lo anterior en este evento pues no siempre se aprecia en toda su dimensión el aporte a la causa de las mujeres que representa la historia de Rosario, tema sobre el que estamos muy orgullosos. Entiendo por eso que originalmente las organizadoras de este homenaje en la Secretaría de Desarrollo Social buscaban a Josie para hablar de esta vertiente; lamentablemente ella, como otras compañeras del PRT, por razones laborales no podían, de un día a otro, participar en este evento. Pero Josie, como Urania, Melania, Hilda, Anita, Nellys, Columba y muchas más compañeras querrían dejar constancia también de este reconocimiento al papel de Rosario que además de lo ya dicho, en cuanto a la candidatura presidencial,  habría que agregarle que en la práctica esa candidatura sirvió también de cobertura y símbolo para la expresión en ese terreno tanto del feminismo como del movimiento lésbico-gay que tuvo también sus primeras candidaturas en ese año de 1982.

La consecuencia política

Finalmente, pero no menos importante, debo decir que lo más significativo a señalar en un homenaje que coincide con los 80 años de Rosario es el tema de la consecuencia, la congruencia política.

Rosario no es solamente una incansable defensora de derechos humanos, una comprometida activista por la defensa de esos derechos. Es una activista con claras y definidas concepciones políticas sobre las que se funda su compromiso democrático y de los derechos humanos. Una posición política identificada con la izquierda y con la izquierda revolucionaria como podía esperarse, pero que tampoco era inevitable, de la madre de un desaparecido político que es un militante revolucionario actuando en una organización guerrillera. Y esta posición identificada con la izquierda la encontramos en cada episodio decisivo en su práctica política. Se puede tener diferencias políticas con ella, las hemos tenido, pero éstas se ubican siempre en debate en el mismo campo porque en lo esencial mantiene una coherencia política. Para nosotros éste es un valor central. No estamos de acuerdo con esa moda que pretende presentarse como muy moderna que ensalza la «flexibilidad y el realismo» que supuestamente necesita la izquierda y que justifica los continuos cambios, realmente bandazos políticos, de aquellos que van de un extremo ideológico a otro por razones pragmáticas, de posiciones o ventajas personales. En realidad para la izquierda hay un valor superior que es el de la coherencia, la consistencia, la convicción.

Es ésa convicción que llevó en su momento a Rosario a defender y sostener, como decía ella misma, «lo más rojo de la bandera roja», pero al mismo tiempo a defender con congruencia democrática el respeto al voto popular. Porque de las luchas en que la nueva generación ha visto a Rosario luchando contra el fraude electoral del año pasado, animando la Convención Nacional Democrática y llamando desde el Zócalo a los legisladores a impedir la toma de posesión del usurpador, deben saber que no es la primera vez que lo hace y que así en similar coherencia política luchó contra el fraude electoral que impuso antes a Salinas de Gortari. Que así como impulsa la CND propuesta por López Obrador el año pasado, fue presidenta de la anterior CND, la de 1994 convocada por el EZLN con cuya causa y la causa indígena ha sido solidaria. Que con esa vocación unitaria, democrática, se suma, desde su propia posición, que expresa la de otras izquierdas, en la lucha democrática más amplia de las masas, sin condiciones, sin dudarlo, sin ceder a las presiones puristas del discurso sectario.

Por esta coherencia, por esta consistencia, además de lo señalado como aportes en los otros terrenos, por eso y más es que el homenaje y reconocimiento a Rosario es completamente merecido.

Muchas gracias.

*Versión resumida de un discurso de Edgard Sánchez en el acto en homenaje a Rosario Ibarra organizado por la Secretaría de Desarrollo Social del GDF el martes 29 de mayo de 2007 en el Club de Periodistas años en que Rosario Ibarra cumplió 80 años de edad. La versión completa de se publicó tanto en Bandera Socialista, número 30 en el 2007, órgano del PRT, como en la revista Cuadernos Feministas en el número 29 de enero-julio de 2007.

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