La criminalización del periodismo: la impunidad que atenta contra la democracia

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* Día internacional para poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas

* Ni siquiera la Guerra de Vietnam dejó tantos periodistas asesinados

Adriana Rocha Pastor

SemMéxico/AmecoPress, Madrid, 14 noviembre 2019.- El 13 de noviembre, a mediodía, unos cuantos periodistas madrileños acudimos a la sede de la Asociación de Prensa de Madrid. Lo que nos mueve es importante para el gremio: es el Día internacional para poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas.

Desde 2013, esta iniciativa de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) que hoy es la segunda vez que se celebra en España, conmemora este día. 881 periodistas, por el mero hecho de ser periodistas, han sido asesinados y asesinadas en los últimos diez años, según la UNESCO. 44 solo en 2019. El 90 % de los casos quedan impunes. Y las cifras no contemplan crímenes menores, entre los que abundan el acoso, la intimidación, la desaparición, la tortura o la detención arbitraria.

Abre la jornada Nemesio Rodríguez, presidente de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) y vicepresidente primero de la APM. La seguridad de los y las periodistas le parece vital para alcanzar una información diversa e independiente que promueva el diálogo intercultural, la paz y el buen gobierno y haga que la sociedad democrática esté bien enterada. “La impunidad socava la democracia”, explica el cabeza de la FAPE. El oficio de la comunicación tiene que luchar contra esta ausencia de castigo a quien atenta contra su quehacer cotidiano.

A Diego Carcedo, presidente de la Asociación de Periodistas Europeos (APE), le parece “estremecedor” el panorama. El periodista ya no necesita estar en un país en guerra para correr un riesgo real por decir la verdad, que viene a ser su obligación. Ni siquiera la Guerra de Vietnam dejó tantos periodistas muertos como los que recogen los datos más recientes. Los intereses se mezclan y todo cambia, no se puede informar tranquilamente si el gobierno reprime y las organizaciones criminales (mafias, narcos, etc.) actúan a sus anchas. Hay cosas que ni unos ni otros quieren que lleguen a oídos del periodismo.

La censura quedó atrás, en España gozamos de la libertad de prensa desde hace 40 años. El gobierno ya no reprime a la prensa ni nombra a los directores (todavía no hay apenas directoras) de los medios, no se cierra una redacción por lo que publica en titulares. “A pesar del avance, hay razones para estar preocupados”.

El presidente de la APE posa la mirada primero sobre Barcelona y después sobre Madrid. Critica la “violencia de los independentistas radicales, que se ha cebado con los periodistas”. Hace inciso: no censura la causa catalana, critica solo la violencia, que no se nos deje trabajar libremente. Agresiones, insultos y amenazas que resultan intolerantes en un país democrático. No se puede declarar a los y las periodistas “terroristas informativos”. Madrid también recibe pulla: no entiende cómo Vox -ni siquiera los nombra, habla de un “partido emergente con actuaciones de la época del franquismo”- ha vetado la entrada a sus actos públicos a x medios y la cosa queda así, como si nada. Los propios partidos “deberían rebelarse: no he visto a ningún partido posicionarse”.

Alicia Gómez Montano, vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras-España (RSF), en su organización, proporciona protección física a profesionales de los medios que la necesitan. Del chaleco antibalas al taller práctico de seguridad.

Explica que el balance anual intenta distinguir entre el asesinato por el mero hecho de ser periodista y “la bala que no sabía hacia quién se dirigía”. Los casos no descifrables no se incluyen en el cómputo, se siguen investigando. Son “cifras tremendamente escandalosas”.

Diferencia también entre el país sin guerra que, como el nuestro, contempla un escenario de represión constante influido por intereses extraperiodísticos y otros radicalmente distintos. En Latinoamérica, según Gómez Montano, es “conmovedor” cómo medios muy modestos se juegan el tipo por informar verazmente. La mayoría de muertes son de periodistas locales. Los “depredadores de la prensa” van al periodismo especializado: casos de corrupción política y casos de narcotráfico, mafia u otras bandas ilícitas.

La representante de RSF ofrece datos segregados por sexo: matan mucho más a los hombres y a las mujeres las acosan sexualmente. Como sus compañeros se centran en el primer problema, ella desmigaja el caso femenino. Pone como ejemplos anécdotas que duelen, un presidente que pegó a una periodista un puñetazo y luego dijo “perdonen, es que me exasperé”. Así de sencillo. Suelta más cifras, que denotan el aumento de las agresiones sexuales, pero bien podrían ser “desplazamientos, amenazas personales a la propia familia o allanamientos de morada”. Como bien señala, las periodistas viven otra situación.

“Quienes atacan son, sobre todo, del Estado, no de organizaciones criminales”. Militares, paramilitares, la mafia… Cuenta que en países como México, Brasil o Colombia se ven asolados por los cárteles de la droga. La impunidad ronda, de media, el 90% de los casos. “No se investigan y, si se hace, no da resultados positivos”. Una sucesión de nombres propios hace constancia del crimen. “Nos enteramos por la noticia de la muerte”.

Con los líderes sociales, de opinión, pasa lo mismo. 627 muertes contabilizadas a finales de septiembre. Líderes cuyas voces son materia prima para la redacción periodística. Una vez más el poder rompiendo los canales mediante los cuales una sociedad se informa.

Jackie Harrison, directora de la Cátedra UNESCO de la Universidad de Sheffield, no es la primera vez que visita España, colabora con su homóloga en la Universidad de Málaga. La Resolución 33 del Consejo de la ONU le sirve para recordar el papel del Estado ante la protección de la seguridad del periodista.

Necesitamos un papel activo, con juicio de por medio si fuera necesario.

Los ataques actuales son de muchas formas, según Harrison. Ha aumentado el espectro de opresión en cualquier campo social: “Es difícil desenmarañar esa red de opresores”. Incluso hay países como Hungría, Turquía, Brasil o EEUU que han señalado como enemigo número uno al periodista. Y son ideas que promueve el propio gobierno, algo que todavía da más miedo porque “puede persuadir a la Opinión Pública de que esto es así”. Ella propone una colaboración fuerte a nivel mundial, le parece crucial revertir la situación.

Así comienza su intervención Bernardo Díaz Nosty, director de la Cátedra UNESCO de la Universidad de Málaga. El asesinato le parece el elemento más dramático que ataca la profesión, pero tampoco olvida la fase previa: entrega al enemigo, retirada del oficio o cualquier tipo de agresiones personales. Habla de una “crisis de humanidad de Estado fallido, donde no funciona ni policía ni justicia”. La impunidad, insiste, sigue ahí.

Por eso hay que ser activos en la defensa. Se trata del Art. 19 de los DDHH, que versa sobre la libertad de expresión. “Estamos atacando ya un derecho fundamental”. Si la virtud de la democracia se supone que es el consenso, lo que vivimos es “la deriva de cultura democrática”.

“Cedemos la información al espectáculo” porque “hemos cedido el testigo del periodismo a otros actores. Independientemente del soporte, con fake news o sin ellas, el periodismo tiene que levantarse para “refrescar ese pensamiento crítico, o vendrán politólogos y futurólogos”.

Rodney Sieh, periodista liberiano galardonado con el X Premio Internacional Libertad de Prensa de la Universidad de Málaga (UMA), trae un relato interesante. Se reconoce como “una de esas cifras”, ha estado encarcelado dos veces y ha visto, como director, cómo cerraban su medio. “En mis propias carnes he vivido la impunidad”. Este Día Internacional le parece no una celebración, sino una concienciación.

Describir los males de la sociedad o contar el sufrimiento de los escalafones más bajos de la escala económica sale caro en países como Etiopía, Uganda, Burundi… Nombra muchos, muchos países africanos más. Nos explica que diariamente allí se les acusa de difamación o infamia y, solo si quieres seguir viviendo y trabajando, muchas veces la mejor opción es la autocensura. Habla de cosas simples como cubrir un evento o sacar una simple foto en protestas contra el gobierno. Otro ejemplo más: un periodista asesinado durante un partido de fútbol.

La tentativa de autocensurarse para protegerse no debería aparecer nunca en la mente del periodista. La culpa es de las leyes –y lo que no son leyes- contra la libertad de prensa, que continúan dificultando y limitando el trabajo de los periodistas. El ejemplo de Rodney Sieh acude al caso africano, donde muchas voces con mucho eco se están quedando en la oscuridad por la criminalización de su trabajo. Pero todos los casos, en África, en Latinoamérica, en Europa y mismamente en España, tienen algo en común: la urgencia y la necesidad de que el gobierno defienda el trabajo del periodista en pro de una sociedad democrática, actual, informada.

SEM-AmecoPress/arp

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