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La revolución no se hace con guantes de seda

* Las condiciones de abuso han perpetuado

Yaneth Angélica Tamayo Ávalos

SemMéxico, 21 noviembre 2019.- México es un país que a lo largo de los años se ha caracterizado por la lucha constante por conseguir libertad, igualdad y justicia; sus antecedentes sociológicos y de conflictos armados, han mostrado la capacidad de organización que tienen los mexicanos cuando de salir avante de la represión se trata.

Su forma inigualable de protestar y combatir en la independencia y la revolución; generó un México autónomo y en cierta medida estable; sin embargo, estos conflictos armados también demostraron como el exceso de poder, los conflictos políticos, la desigualdad social y económica de los grupos menos favorecidos han provocado el descontento de su pueblo.

No siendo estos los únicos acontecimientos sociales; basta con recordar las masivas violaciones a derechos humanos, derivados del régimen autoritario de 1921 en donde, las desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, escuadrones de la muerte, campos de detención clandestinos, torturas y violaciones eran sucesos comunes.

Recordemos el periodo presidencial de Díaz Ordaz en su intervención contra el Movimiento Estudiantil 1968, el cual culminó con la sangrienta matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, la cual fue efectuada por un grupo paramilitar, dirección federal de seguridad, policía secreta y el ejército mexicano; caso en el cual se calculan de 200 a 1500 víctimas, sin que a la fecha se hubiera esclarecido por completo los hechos.  

De igual forma en 1971 en el periodo presidencial de Luis Echeverría Álvarez, se dio una manifestación estudiantil en la Ciudad de México para apoyar a los estudiantes de Monterrey; sin embargo, un grupo paramilitar del Estado de nombre “Halcones” los esperaron para detener dicha manifestación, esto se conoció como “el halconazo”, en la cual fueron ultimados más de una centena de estudiantes.

En el mismo periodo se dio la “guerra sucia” o también conocida como “guerra de baja intensidad” en 1960 y duró hasta 1970. Ésta fue una represión política y militar para detener los movimientos de la oposición, es decir de otros partidos y grupos políticos; muchas personas fueron torturadas y otras fueron desaparecidas.

Los casos antes enunciados tuvieron como característica varios elementos: el enfrentamiento hacia el Estado por la búsqueda de la democracia y el cambio del gobierno autoritario; en los tres movimientos se dio la intervención violenta y de represión por parte del ejército mexicano, seguridad pública (policías) y demás autoridades pertenecientes directamente del Ejecutivo.

Los cuales propiciaron desapariciones forzosas, torturas, matanzas, ejecuciones extrajudiciales, detenciones clandestinas, represión a la libertad de expresión, pero sobre todo se impidió el acceso a la justicia y al esclarecimiento de la verdad.

Sin embargo, ahora los tiempos han cambiado y las condiciones de abuso han perpetuado; el exceso de violencia hacia grupos vulnerables está rebasado, por los cientos de mujeres y niñas violadas y asesinadas; cientos de personas de pueblos originarios ultimadas por defender sus tierras; así como personas, defensores de derechos humanos y periodistas reprimidos, desaparecidos y asesinados; sin olvidar la impunidad y la falta de justicia social.

Actos y omisiones que el Estado ha permitido y que ante la falta de empatía la sociedad ha normalizado; pareciera como sino importaran las personas. Las protestas y las movilizaciones de desesperación por exigir una vida segura y digna, se han transformado en gritos incomodos que enfurece a las personas privilegiadas que no han experimentado un dolor tan atroz.

De ahí la pregunta, ¿Qué se necesita para que las personas víctimas de violencia encuentre el apoyo de la ciudadanía mexicana? O al caso se requiere de un evento fatídico masivo para que toda la ciudadanía reaccione.

Con esto no quiero decir que, sea necesario que la ciudadanía tenga que levantarse en armas, México no necesita conflictos como los que ha enfrentado en el pasado; pero si, requiere que la ciudadanía sea consiente y se involucre de los problemas que atraviesa la sociedad y las personas.

Agredir y calificar de alborotadores a los miles de personas que, a diario salen a la calle a exigir justicia, dignidad, protección; a reclamar a sus muertos y desaparecidos, y tratar de impedir que existan más víctimas.

Solo por considerar que sus actos son disturbios exagerados que, jamás se vieron en otros tiempos; es solo la muestra del egoísmo individual que ha borrado de la memoria de los ciudadanos, años de sufrimiento y lucha de todas aquellas personas que creyeron en una sociedad libre, igualitaria y justa.

En estos tiempos, los mecanismos jurídicos en ocasiones han dejado de ser eficaces por la constante corrupción e impunidad, las personas no salen a la calle a manifestarse por gusto, sino porque el Estado los abandono e ignoro.

No se debe permitir que la apatía y el conformismo se convierta en costumbre; sino se está dispuesto a mostrar apoyo a las víctimas, al menos no hay que minimizar y deslegitimizar las acciones de las personas que luchan por toda la ciudadanía, no debe ser opción esperar a vivir en carne propia un hecho como los mencionados; bien lo dijo Stalin “no se puede hacer una revolución con guantes de seda”.

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