Matilde Hidalgo de Procel, pionera del voto femenino en Hispanoamérica

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  • Niña precoz en el aprendizaje, rompió barreras académicas y sociales prohibidas para las mujeres al decidir seguir estudiando y ejercer el voto en unas presidenciales

Alberto López/El País

SemMéxico/El País. 22 de noviembre 2019.- Matilde Hidalgo Navarro se adelantó un siglo a su tiempo para luchar, con constancia, tenacidad y sobre todo inteligencia, contra las desigualdades y las imposiciones clasistas y extremadamente conservadoras de su época. Fue una revolucionaria y una pionera silenciosa que vio con claridad que la igualdad y los derechos de las mujeres se podían conquistar desde el sentido común y con los hechos, no solo con las palabras.

Entusiasmada por el aprendizaje, demostró que para lograr la igualdad primero hay que conquistar las oportunidades, y de esta forma se convirtió en la primera joven ecuatoriana en continuar los estudios de Secundaria hasta llegar a convertirse en la primera bachiller en Ecuador y, posteriormente, en la primera mujer en doctorarse en Medicina.

Su mayor logro, sin embargo, fue conseguir forzar a las autoridades nacionales a que le permitieran votar en unas elecciones presidenciales, abriendo así la posibilidad del voto femenino por primera vez en los países hispanoamericanos.

Médico, poeta y activista por los derechos y las libertades de las mujeres, Matilde Hidalgo Navarro nació en Loja (Ecuador), el 29 de septiembre de 1889. Fue la menor de seis hermanos en una familia de origen venezolano con un ambiente siempre fue propicio para el aprendizaje y la cultura.

Sin embargo, su mundo se derrumbó cuando su padre falleció siendo ella aún una niña, y su madre tuvo que empezar a trabajar como costurera para mantener a toda la prole. Estudió Primaria con las Hermanas de la Caridad y al mismo tiempo ayudaba de manera voluntaria en el hospital que tenían las religiosas, lo que a buen seguro despertó en ella la vocación por la medicina y estar siempre pendiente de los más necesitados y vulnerables.

Quienes la conocieron destacan que apuntaba maneras de niña prodigio, ya que antes de cumplir cuatro años ya sabía leer, escribir, tocar el piano y recitaba poemas clásicos.

Al acabar la educación Primaria, que era cuando el sistema ‘condenaba’ a las mujeres a dejar de estudiar para prepararse a ser madres y amas de casa, Matilde tenía claras sus intenciones de seguir estudiando Secundaria, y así se lo manifestó a su hermano Antonio, que fue un gran apoyo siempre para ella.

La solicitud creaba un precedente para la época, pero el director del colegio, tras pensarlo durante un mes, aceptó el ingreso de Matilde Hidalgo en la educación Secundaria. A pesar de esa gran victoria, la joven sufrió el rechazo de gran parte de la sociedad de su localidad, con muchas madres que prohibieron a sus hijas relacionarse con ella y hasta el sacerdote local le negó la posibilidad de entrar en la iglesia para escuchar misa.

Sin embargo, el carácter de Matilde pudo con todo, y el 8 de octubre de 1913 se graduó con honores en Secundaria, convirtiéndose en la primera mujer bachiller de Ecuador. Su triunfo, personal y social, lejos de ser algo anecdótico para los libros de historia, sirvió de acicate para que perseverara en su vocación y se sintiera más cerca de conseguir su propósito de continuar rompiendo barreras académicas.

La parte menos conocida de Hidalgo es la vertiente literaria que comenzó a cultivar en esta época de estudios en Secundaria. Sus temas más habituales eran el culto a la ciencia, la admiración por la naturaleza, elogio a personajes o fechas, devoción mariana, y el tema de la mujer. Veinte de sus poemas fueron recogidos más tarde en un libro titulado ‘Matilde Hidalgo de Procel. Biografía y Poemario’.

La brillante bachiller intentó matricularse primero en la Universidad Central de Quito, pero el decano de Medicina rechazó su petición con la respuesta de que debía centrarse en su destino de formar un hogar y cuidar de sus futuros hijos como todas las mujeres ecuatorianas, a la vez que intentó convencerla de que estudiase otras disciplinas, como Farmacia u Obstetricia, ya que consideraba que Medicina estaba reservada a los hombres.

Pero Matilde Hidalgo de Procel, una vez más, no se dio por vencida y volvió a recurrir a su hermano Antonio. Fue a la Universidad de Azuay, en la actualidad Cuenca, y realizó allí la matrícula. El rector, tras consultar con el decano de la Facultad de Medicina, decidió admitir su solicitud. Matilde logró un nuevo triunfo y el apoyo del rector siempre fue refrendado por los resultados académicos de una joven voraz de conocimiento y con una actitud encomiable.

En junio de 1919 consiguió la licenciatura en Medicina con las mejores notas de la promoción, y tan sólo la argentina Alicia Moureau logró esa gesta por delante de ella en un país sudamericano. El 21 de noviembre de 1921, Matilde Hidalgo logro el doctorado en Medicina y se convirtió en la primera mujer ecuatoriana en conseguirlo.

Dos años después, y habiendo logrado su sueño académico, se casó con el abogado Fernando Procel, quien, como ella, también era defensor de la causa feminista. La pareja tuvo dos hijos y Matilde pasó a tener el apellido de su marido y a ser conocida como Matilde Hidalgo de Procel.

La estabilidad laboral y personal de Matilde Hidalgo no la detuvo en sus pretensiones de lucha por la igualdad, y su perseverancia la llevó a romper otro límite social que se había impuesto a las mujeres: la doctora anunció su pretensión de votar en las elecciones presidenciales, algo que estaba prohibido para las mujeres en la época.

Cuando era presidente del Gobierno de Ecuador José Luis Tamayo, Matilde Hidalgo empezó a cuestionar que las mujeres no pudieran ejercer el derecho al voto en las elecciones, y para cambiar la situación se propuso votar ella misma. Para ello, en 1924 se acercó a inscribirse en el padrón para las elecciones al Congreso y al Senado que se iban a celebrar, siendo la única mujer en intentarlo. En un primer momento, la Junta Electoral se negó a tramitar su inscripción, y la respuesta de Matilde Hidalgo de Prócel a esta negativa fue leer, delante de los miembros del órgano electoral, el artículo de la Constitución ecuatoriana que regulaba el derecho al voto, y que decía que “para ser ciudadano ecuatoriano y poder ejercer el derecho al voto el único requisito era ser mayor de 21 años y saber leer y escribir”.

Hidalgo recalcó que en dicho artículo no se especificaba el género de la persona, por lo que una mujer tenía el mismo derecho constitucional que los hombres. Su solicitud fue llevada al Consejo de Estado, que la aceptó por unanimidad. Por extensión, quedó aprobado el sufragio para todas las mujeres del país.

Una vez más, y gracias a su empeño, logró ejercer su derecho al sufragio en Loja, haciendo que Ecuador fuera el primer país hispanoamericano en permitir, durante la presidencia de José Luis Tamayo, el voto femenino.

Hidalgo también hizo carrera política y fue candidata del Partido Liberal a diputada por Loja, pero aunque su candidatura fue la vencedora, un amaño en las papeletas para que ella apareciera como suplente y que apareciese primero un candidato masculino la relevó del puesto, aunque a pesar de todo también fue la primera mujer en ocupar un cargo electo en el país ecuatoriano, además de desempeñar cargos municipales, como una concejalía y la vicepresidencia de un Ayuntamiento.

Pero la verdadera vocación de Matilde Hidalgo de Procel fue la medicina y el servicio a los demás, aunque la compaginara con la política durante algún tiempo. La ejerció en Guayaquil hasta 1949, año en el que consiguió una beca de especialización en Pediatría, Neurología y Dietética en Argentina.

Al terminar esta formación regresó a su país y se dedicó a llevar a cabo obras sociales. En aquel tiempo, su fama, su profesionalidad y su personalidad arrolladora le dieron la popularidad necesaria para ser nombrada vicepresidenta de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, presidenta vitalicia de Cruz Roja y recibir la Medalla al Mérito de Salud Pública.

Matilde Hidalgo de Procel falleció en Guayaquil el 20 de febrero de 1974, a la edad de 84 años, víctima de una apoplejía cerebral y tras una vida plena de retos y logros que han hecho historia no solo en Ecuador, ya que han servido también de modelo para el resto del mundo.

El Gobierno de Ecuador le otorgó, entre otros galardones, la Medalla al Mérito en el grado de Gran Oficial en 1956 y, a petición de la Cruz Roja de Ecuador, le fue concedida la Medalla de Servicios en 1959.

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