Más «literatura femenina» para 2020, por favor

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Por Adriana Rocha Pastor

SemMéxico/AmecoPress. Madrid, 20 dic. 2019. – Salvador Dalí, Federico García Lorca o Luis Buñuel: cualquiera conoce a los clásicos de la Generación del 27. ¿Pero cuánta gente sabe quiénes fueron las Sin Sombrero? La falta de referentes femeninos es uno de los vértices que hay que limar para lograr la igualdad real. Un fallo histórico que viene poniendo la zancadilla a la expresión artística femenina relegándola a eso, una tipología: “arte femenino”. Ahora las instituciones culturales lo promueven más que antes.

AmecoPress hace un repaso a algunas de las obras que nos ha dejado 2019. La Librería Noviembre, desde Castellón, y la Librería Mujeres, desde la capital, nos cuentan sus sensaciones desde la venta del libro. Mònica Bernat responde desde el levante y Alba Varela (hija de Elena y nieta de Lola) desde Madrid. ¿Cuánto arte femenino consumimos? ¿Tiene alguna consecuencia? ¿Se prescindirá algún día de esa discriminatoria etiqueta?

María Moliner “hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”, así lo escribió el propio García Márquez, el escritor exitoso que rescató su memoria en un artículo periodístico. La historia de España cuenta (o no cuenta, en realidad) cómo Margarita Manso, eterna musa de sus coetáneos, perdió todas sus obras. No queda nada, pero sabemos que Lorca y/o Dalí sintieron algo por ella. De Maruja Mallo, pintora vanguardista de la época, sí que se conservan piezas. Aunque no es muy popular, es la más famosa de las tres. La cuestión es que ninguna aparece tanto en la Historia del Arte como sus compañeros hombres. La prueba es simple: buscar “Generación del 27” en Google es esperar a ver qué links incluyen perspectiva de género o perpetuar el machismo olvidándolas a ellas. Si solo es arte, ¿acaso importa la forma en la que lo consumimos?

“Saber que tu carrera puede despegar después de haber cumplido los 80” / “Tener la seguridad de que cualquier tipo de arte que hagas será etiquetado como femenino” / “Tener la oportunidad de escoger entre carrera y maternidad” / “No tener que asfixiarte con un puro o pintar con un traje italiano” / “Ser incluida en versiones revisadas de la historia del arte” / “No tener que soportar la vergüenza de que te llamen genio”…

Desde que las Guerrilla Girls se quejaron de la infrarrepresentación femenina en la industria artística, en 1985, ha pasado mucho tiempo. Este cínico poster del caso norteamericano ya deja entrever algunas de sus ideas: “Las ventajas de ser una mujer artista”. Aunque su sensación frente al arte se topara con diferencias en cuanto a sus iguales masculinos, ellas siguieron -siguen- produciendo arte. Pero desde una consciencia distinta. En realidad, es algo que se alarga hasta la actualidad.

¿Cómo se comportan las instituciones culturales?

Aunque la mayoría de museos trata de fijar “exposiciones temporales de género” en sus programaciones, realmente, es algo que ocurre desde hace poco. El Museo del Prado, que solo contaba con los cuadros de 3 pintoras en total, ha dedicado 1 de sus 7 exposiciones temporales exclusivamente a mujeres: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Se puede ir a ver hasta febrero de 2020. Por su parte, el Reina Sofía, el más museo visitado de España, ha mostrado muestra actualmente (y hasta marzo de 2020) la trayectoria de 7 artistas distintos: 3 mujeres y 4 hombres, más una expo sobre política. Ocurre en la pintura y en cualquier disciplina.

¿Esta ola del feminismo ha incrementado la publicación y las ventas de obras escritas por mujeres? Mónica cree que sí: “Son sensaciones, habría que apoyarlo en números. Que haya aumentado no quiere decir que sea superior con respecto a los hombres, sino que ha aumentado con respecto a lo que era».

“Sin dudarlo, sin dudarlo, sin dudarlo”. Alba lo repite tres veces. La publicación, de manera exponencial, incluso ahora, que no debemos llegar ni a un 30%, los datos de edición deberán estar por ahí”. Pero ella se fija en cómo es tan dispar lo que se publica y lo que se lee. A niveles de consumo, explica, leen mucho más las mujeres que los hombres, y: “obviamente, las mujeres leemos a hombres. La proporción se debe casi invertir». Dos tercios de las personas que leen son mujeres. Las cifras se invierten, como en el mundo al revés, como siempre”. Y los datos segregados por sexo le avalan.

Las mujeres vienen leyendo a hombres toda nuestra vida, pero los hombres solo leen a hombres. Es hora de que nos devuelvan la cortesía.

“La sección de feminismo ha debido aumentar en todas las librerías. Eso ya es positivo”, opina Mónica, desde la Librería Noviembre. Aunque libros escritos por mujeres siempre ha habido, esta ola “ha acercado a la gente joven una consciencia de la realidad. Mucha gente joven se acerca a los libros que dan esa palanca de reflexión, no quedarnos en los sloganes”. ¿Es la juventud quien lee esta literatura? “Tanto no… Se reparte entre todas las edades, pero sí que es un público femenino”.

Rescate de la memoria histórica (en literatura escrita por mujeres)

La situación ha mejorado según los datos que Clásicas y Modernas recoge todos los años. Y la opinión de las dos libreras lo confirma. Las dos notan tendencias al respecto: comparten la recuperación del pasado, el rescate de la memoria histórica a nivel literario. Mónica nos cuenta que, desde los últimos dos o tres años, “publican más mujeres o recopilaciones de biografías de mujeres que han sido silenciadas, es una manera de hacerlas visibles”.

Se están leyendo libros que estaban parados porque estaban en el ámbito académico. Si ahora alguien se atreve con Judith Butler, o con Simone de Bouvaire, pues bienvenida sea!

A Alba le pasa algo parecido: “tenemos una biografía de una fotógrafa Lee Miller (quien en realidad descubre la solarización de la fotografía, y no Man Ray como cuenta la Historia…) se llama La edad de la luz, de Whitney Scharer”. La ganadora del Premio Príncipe de Asturias, con Recuerdos del futuro, de Erich von Däniken, haciendo una encuesta sobre las 10 obras de arte con más influencia del s. XX. Cuenta la verdad sobre el El retrete de Duchamp, el surrealista que envió a una exposición la obra de otra artista.

Dentro de la narrativa feminista, otra línea de este otoño-invierno que perciben es la de “Brujas”, por todas partes, en nuestra agenda también. “La figura de Eva, que mordió la manzana y las silenciadas, vamos a revivirlas… desde revisiones hasta escritoras actuales escribiendo sobre mujeres a reivindicar a quien se ha usurpado y desechado de la Historia del Arte”.

Un punto que señalan es el consumo de literatura de otras partes: Alba dice que hay bastantes autoras occidentales que se conocen más que antes. “Nos gusta que las experiencias, aparentemente lejanas, geográfica o culturalmente, suelen ser las que más interesan por la diversidad que cuentan”. Hay bastantes títulos de este estilo en su mesa de Recomendaciones (lo que más venden). Es curioso, Mónica siente lo mismo, pero en su librería ocurre con Latinoamérica: “Hay algunas editoriales muy atentas a lo que está ocurriendo allí, no sé si hace 10 años hubieran llegado, pero son muy interesantes”.

¿Utilización del feminismo por parte de las grandes editoriales?

“Los libros de mujeres no se escapan del mercado”. La cantidad y la calidad no se puede desvincular del modelo de negocio que es la oferta y la demanda. Mónica opina que “dentro de todo lo que se está publicando, que es mucho, hay algunas cosas interesantes y hay algunas cosas muy prescindibles. Es una tendencia”. El filtro lo debe marcar el sector editorial, porque si no se fija en las necesidades reales del mercado literario, “al final, todo es ruido”.

Alba cree que “la calidad es diversa, pero se está publicando”. Se alegra de que se recuperen grandes clásicos, sobre todo, del pensamiento feminista, que estaban desaparecidos. Algo como lo que ha hecho la editorial Horas y Horas, con la colección Cosecha de nuestras madres: recuperar desde El cuarto propio, de Virginia Woolf, que no estaba disponible por increíble que parezca.

La verdad es que la oferta se ha disparado. En torno a eso, pues sí, se han subido al carro del feminismo”. Con más o menos acierto, nos pasa al feminismo, hasta las empresas más capitalistas tienen Feminismo para principiantes en bolsillo durante un montón de tiempo, y se vendía super bien.

Recomendaciones al editor y al lector

Mónica, al sector, le pediría “más coherencia en el catálogo, más filtro”. Ayudaría mucho a las librerías. Al lector, “no sabría qué decir”. Su filosofía dicta que cada lector tiene que ir haciendo su camino, un libro te lleva a otro y otro, hay mucha presión del mercado…”. Si se acude a la crítica literaria, que sea con criterio”. Hay ue dejarse sorprender: “entrar a la librería como se entra a las tiendas de ropa, pasar tiempo, darse una vuelta, mirar la solapa…”.

Lo mismo diría Alba: “que le pierdan el miedo a las librerías, que entren a las librerías como se entra al mercao, que somos espacios abiertos donde intercambiar todo tipo de conocimientos, somos lugares de encuentro, de personas, de ideas, de movimiento, de cambio, de revolución. Que entren, que entre con dinero, sin dinero. Da igual. Que pierdan el miedo, que van a encontrar un tesoro”.

Ella haría la crítica al sector de la distribución del libro. «Tiene un poder en el sector y se refleja en la economía por cómo nos repartimos los beneficios del libro». Le parece sobrevalorado: «debería reducirse para ampliar el margen tanto de las editoriales como de las librerías, que creo que somos realmente los “agentes culturales” en el mundo del libro». También critica a la Administración pública, a quien exige más involucración en el sostenimiento de la diversidad en el mundo del libro, y, especialmente, el libro con fines sociales, «los que nos hacen avanzar como sociedad». Las pequeñas librerías especializadas hacen una labor ingente y requieren apoyo urgente de la Administración en reconocimiento a su labor social.

Recomendaciones de una y otra

Mónica es incapaz de decidirse por un libro en concreto. Entiende la lectura como un proceso personal. En vez de jerarquizarlos -no puede-, recomienda libros que “se te quedan dentro, te alimentan el espíritu”. Al terminar el listado, solo dice que “todos valen la pena”. Abre los ojos, de Guzel Yajina; de Annie Ernaux destacaría toda su obra, pero lo último publicado es Los años; de la editorial Tránsito Quiltras, de Arelis Uribe. También cita Los recuerdos del porvenir, que lo están justo leyendo ahora en el taller de lectura que organiza la librería, de Elena Garro. Y El mar alrededor, de Keri Hulme.

Sus “autoras” serían “Patricia Highsmith me supuso una bisagra”. Tampoco olvida su paso por la trayectoria de Virginia Woolf. “Cada libro te toca de una manera”. Reparar a los vivos, de Maylis de Kerangal. Herta Müller, “todo un descubrimiento”. Hoy te digo estos y mañana digo otros. Su visión de la literatura es cambiante… Y, casi a punto de colgar, habla de Eva Baltasar, con Permafrost. No podía dejárselo en el tintero.

Alba explica que en la Librería Mujeres “estamos apostando por un libro de una pequeña editorial que se llama La cronología del agua, de Lidia Yuknavitch”. Su “libro de autora” es Mujer en punta cero, de Nawal Al-Sa Dawi. Aunque reconoce que “está ahí Virginia Woolf diciendo “que me digas a mí, que me digas a mí!!”…” Aunque ella sí es capaz de decantarse, la verdad es que hablar con ellas es un hipervínculo constante: una librera es la Biblia de las Biblias. ¿Sabes ya qué con qué libro te apetece empezar el 2020?

Fuera de ser una tendencia de un momento dado, ojalá lo que escriba una persona no vuelva a verse condicionado jamás por su sexo, su identidad de género, su raza, su lo que sea. Para 2020, más «secciones de feminismo» (que no es algo malo): eso querrá decir que algún día llegaremos a la igualdad real.

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