«Me Too»

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Movimiento que está poniendo en cuestión “los privilegios” masculinos

* El feminismo ha vuelto a cambiar la visión de algunos temas

Teresa Mollá Castells

SemMéxico, 6 enero 2020.- Al parecer está a punto de comenzar el juicio contra Harvey Weinstein, el productor de cine norteamericano que acosó a mujeres del cine y que originó el despertar del feminismo en Hollywood que dio paso al movimiento «Me Too» que se convirtió en mundial.

Las mujeres que se enfrentaron a este magnate del cine americano sufrieron y sufren presiones por parte de los defensores de este hombre. Pero el «Me too» quizás sin buscarlo en sus inicios, empoderó a las mujeres a denunciar a quienes hasta entonces pensaban que eran intocables por acosar y abusar de las mujeres cuándo y cómo les viniera en gana.

Pero este es solo un caso más de los abusos de hombres poderosos hacia mujeres de su entorno o de fuera de él.

El pasado mes de agosto de 2019 el también magnate Jeffrey Epstein, fue hallado muerto en su celda de una prisión de Nueva York en donde se encontraba acusado de tráfico de menores. Según la Fiscalía, Epstein creó una red para abusar de decenas de niñas en su mansión de Nueva York, así como en otra situada en Florida, hace más de una década. Otro hombre poderoso atrapado por sus propios vicios y denunciado por mujeres que decidieron dar el paso y, de esa manera, llevarlos ante la justicia.

El caso de Epstein, además salpica a otro hombre poderoso que, al parecer, compartía orgías con él. Se trata del segundo hijo de la Reina Isabel II de Inglaterra, Andrés de York que, al parecer, ha sido apartado de la vida pública, precisamente por sus divertimentos con Epstein y que también ha sido denunciado ante la justicia por una mujer de la que abusó cuando era menor.

El «Me Too» todavía no había nacido cuando la camarera de un hotel denunció por abuso sexual, allá por 2011, al entonces todo poderoso Dominique Strauss-Kahn, por entonces Director del Fondo Monetario Internacional (FMI). Este nuevo escándalo por un tema de agresión sexual, le supuso a este tipo su salida del FMI. Veinte meses después de la denuncia se llegó a un acuerdo judicial con la víctima para evitar el juicio. El aparato del patriarcado se puso en marcha para desacreditar la voz de la mujer frente al poderoso y, al final no se llegó a impartir justicia para esta víctima.

Pero este no fue su último encuentro con la justicia. Años después, el patriarcado volvió a hacer su trabajo y la justicia francesa le absolvió de un delito de «proxenetismo agravado» al participar con formas rudas en orgías. Como vemos, todo un personaje que se justificó a sí mismo porque «lo hacía porque necesitaba «sesiones recreativas» mientras estaba atareado «salvando el mundo». Lo dicho, todo un personaje…

Y el último caso conocido de un hombre poderoso al que una veintena de mujeres han decidido plantar cara es al tenor Plácido Domingo. Le denuncian por acoso sexual. Y no son ni una ni dos. Son casi una veintena. Una de las consecuencias el «Me Too» es que la sociedad de los EE.UU. reaccionó creyendo a las víctimas y le ha cancelado conciertos e incluso contratos como director de la Ópera de Los Angeles.

Algo tan fundamental como tomar medidas creyendo las voces de las mujeres es consecuencia directa de este maravilloso movimiento que está poniendo en cuestión los privilegios de quienes pensaban y actuaban creyendo que no tendrían que dar explicaciones de sus actos y felonías para con mujeres que no les deseaban, pero que se plegaban a sus deseos como consecuencia de sus amenazas.

Tampoco podemos olvidarnos del famoso cómico estadounidense Bill Cosby de drogaba a las mujeres con las que quería tener sexo para poder abusar de ellas.

O del escándalo político sexual del ex Presidente Bill Clinton con la becaria Mónica Lewinski, a finales de los años noventa.

El feminismo ha vuelto a cambiar la visión de algunos temas. Ha puesto en jaque los privilegios de estos hombres poderosos que pensaban que todo se podía conseguir por ser quiénes son y que eran intocables. Las mujeres, gracias al feminismo y al hecho de reconocernos en todas las mujeres, han levantado la voz. Y unas cuantas, bastantes de ellas, han aprovechado su fama para dar a conocer qué estaba ocurriendo. De ahí que sea imprescindible que las mujeres alcemos nuestras voces para desmontar las formas y los fondos del patriarcado que nos quiere silenciadas y sumisas.

Pues no. El feminismo nos reconoce nuestra propia voz y nos exige utilizarla para denunciar situaciones de desigualdad y de precariedad de todas las mujeres.

La radicalidad del feminismo es precisamente esa: ir a la raíz del patriarcado, denunciarlo y combatirlo.

Precisamente por eso me considero feminista radical, de raíz.

tmolla@telefonica.net

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