En memoria de Paulina Weber, una feminista de antes

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  • La noche del 13 de enero de 2020 falleció Paulina Weber Ubilla, feminista, formadora, del Memch, de muchas. En esta reseña, la periodista Antonia Orellana Guarello, la honra y la recuerda: “Cuando no nos mareaba con un currículum que en cualquier país menos mezquino con las mujeres le habría valido hace años un homenaje masivo, Paulina sencillamente compartía almuerzos en que discutíamos de política. Le encantaba la sobremesa.”

Por Antonia Orellana Guarello, periodista. Crédito foto destacada: Constanza Miranda

SemMéxico/Mujeres en el Medio. 16 de enero 2020.- El 13 de enero y a sus 83 años murió Paulina Weber Ubilla. Murió el día después del cierre del II Encuentro Plurinacional de las Que Luchan, que reunió a más de 4 mil mujeres en Santiago. Sus últimos meses los vivió en un país atravesado por un grito contra la injusticia que ella escuchaba en cada marcha que miraba desde su ventana que da al cerro Santa Lucía. Le emocionaba un movimiento en el que las mujeres son una fuerza potente que al ritmo de “Un violador en tu camino” demostraron una vez más la potencia feminista.

Muy pocas de esas mujeres saben quién fue Paulina Weber Ubilla. Como escribió Julieta Kirkwood, hurgando aquí y allá descubrimos que había toda una historia de esfuerzos y luchas femeninas que jamás nos fue enseñada en nuestras clases de historia. Y en particular sus esfuerzos fueron por organizar a las mujeres hasta sus últimos días. Nacida en 1937, siempre decía que fue criada “como una damita” y que jamás le habían permitido correr alocadamente como a los niños. Eso, según ella, hacía que fuera muy torpe para correr en las marchas y por eso decidió enfrentar con elegancia su tendencia a caerse. Al momento de huir de los pacos, se iba en sentido contrario a la masa y le preguntaba a los oficiales por alguna dirección, ocupando su pinta intachable.

Volvió a Chile en 1986 con 46 años. Formó parte de esa preclara generación que logró transmitir décadas de lucha y experiencia organizativa del Memch hacia un nuevo caudal de mujeres. Las que la propia Julieta Kirkwood llamara las del “silencio feminista”, que entusiastas formaron parte del proceso de la Unidad Popular, vivieron y enfrentaron el golpe y luego rearticularon el movimiento de mujeres, contra la dictadura pero también el machismo en sus propios partidos de izquierda. De ellas heredamos la consigna “democracia en el país y en la casa” y aprendizajes que no conocemos aún porque el detalle de sus historias no es de público conocimiento.

Una de sus principales preocupaciones en los últimos años era esa: que la experiencia, vivencias, archivos, panfletos, ejemplares de La Boletina del Memch, notas de Olga Poblete, cartillas de educación política que mandaban por correo en tiempos pre internet y más tuvieran un lugar en la memoria colectiva de las mujeres en Chile. A la particularidad de su generación que vivió en menos de tres décadas dos de las coyunturas más decisivas y traumáticas de la historia de nuestro país se sumaban su propia inteligencia y capacidad organizativa, que entregó generosamente hasta sus últimos años dirigiendo el Programa de Asistentes Domiciliarias en salud para adultos mayores de la zona norte de Santiago, que en su momento llegó a atender a 700 personas.

Fue en la zona norte donde se gestionó la compra de la Casa de la Mujer del Memch hacia el fin de la dictadura. En esa casa se formaron decenas de feministas que, hasta este año, descubrimos en los pasillos y hasta en el baño archivos de una lucha que antecedía a nuestras abuelas. En el patio del Memch, rondado por su gato regalón Manchita y toda la descendencia felina, Paulina nos deslumbraba con historias imposibles: un encuentro con Valentina Tereshkova, una visita a una zona centroamericana en conflicto armado para hablar de violencia sexual, un viaje a tal o cual encuentro de mujeres antediluviano.

Cuando no nos mareaba con un currículum que en cualquier país menos mezquino con las mujeres le habría valido hace años un homenaje masivo, Paulina sencillamente compartía almuerzos en que discutíamos de política. Le encantaba la sobremesa. No nos sermoneaba desde la autoridad de la edad pero tampoco nos hacía concesiones solo por ser más jóvenes. Era crítica de la falta de formación política de nuestra generación y asumía que obedecía a la poca capacidad de la Concertación de transformar el país post Pinochet.

Ya en 2008 declaraba que “la democracia que tenemos es demasiado débil e imperfecta. Es una vergüenza que no se haya logrado cambiar la estructura institucional dejada por la dictadura, partiendo por su Constitución”. También cuestionaba permanentemente los nudos del feminismo, en particular las aprehensiones de las líderes de los años ‘90 sobre la institucionalidad. Siempre creyó que las mujeres debían “disputar todas las instancias de poder sin excepción, aunque no por eso reproducir las formas masculinas”. Esa pelea también atravesó a las llamadas memchistas en los años ‘80 y en parte era para superar eso que organizó la Escuela Permanente de Ciudadanía, que formaba dirigentas sociales de distintas regiones del país, en años en que el feminismo seguía como potencia latente pero sin estallar a los niveles del 2018 y 2019.

Una de sus últimas actividades públicas fue un homenaje en medio de una celebración del día de la mujer 2019 de la Municipalidad de Independencia. Junto con agradecerle su trayectoria, los anfitriones la invitaron a pasar adelante en medio de un ensordecedor aplauso. Nada se dijo de toda su tremenda trayectoria organizando espacios de formación política para las mujeres, o de su contribución al fin de la dictadura. Tampoco de su lucidez al comprender muchos años antes de que se gritara “no más AFP” la soledad y precariedad de las y los ancianos al formular el programa de asistentes domiciliarias. Menos aún de su impacto en cientos de mujeres que, como pequeñas vertientes que van desembocando todas en un gran río, abrieron espacios y transmitieron la experiencia del Memch, multiplicándola. Pero a sus ojos ese sencillo homenaje, sin detalles ni honores, era una cuestión inmerecida que la emocionó. Siempre le gustaron las celebraciones.

Esa alegría, que era nada más que profunda ternura hacía que le maravillara que pudiéramos tener un horizonte real en tantas cosas impensadas en su juventud. No entraba en comparaciones espurias sobre “las feministas de ahora” y las feministas “de antes”, que tanto le gustan a los misóginos arrinconados. A esa histórica feminista de antes le alegraba ver cada vez más mujeres en todos los espacios, le interesaban las formas novedosas que adquiría el feminismo. No se decía feminista de antes porque ella, más que nadie, sabía que el feminismo se podía haber replegado, vuelto menos audible a ratos, pero nunca detenido y la forma que adquiere en cada momento histórico es siempre un tributo a lo logrado por quienes estuvieron antes, por lo que esas dicotomías para nosotras no tienen sentido.

En una de sus últimas entrevistas, en revista Paula, en un coro de voces post 2018, Paulina declaró que “mucho de lo que está pasando es gracias a nuestra lucha y la de las memchistas que nos antecedieron, pero cada generación tiene su propio afán y siempre las reivindicaciones dependen de un momento histórico particular. Creo que la lucha tiene y debe pasar a otras, ya que nadie puede convertirse en una especie de decana que dicte cómo debe ser el feminismo. Yo no me siento capaz de darle lecciones a nadie: las respuestas las tienen que encontrar las jóvenes”.

Todas desearíamos una tarde más en el patio para escuchar sus lecciones. Rodeada del amor, admiración y agradecimiento de las mujeres y feministas hoy descansa en paz Paulina Weber Ubilla.

Lectura Foto 1: Jornada final del encuentro de capacitadoras en temas de violencia intrafamiliar, realizado por el Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres Chilenas (MEMCH). Entre las participantes se encuentran las dirigentas Rosita Ferrada y Paulina Weber. Foto propiedad de Vicente Arenas y Patricia López, donada a Archivo Siglo XX.

Lectura Foto 2: Paulina Weber Ubilla en el homenaje en su honor en la Biblioteca Pedro Lemebel de la Municipalidad de Independencia. La acompañan Lorena Astudillo y Sandra Palestro, del Memch y la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres.

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