Mujeres rompen la tradición de los matrimonios forzados y venta de niñas en Guerrero

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  • Mujeres indígenas buscan transformar una tradición violenta que permitía la venta de niñas y adolescentes como forma de conseguir recursos.

Por´Eréndira Aquino/Animal Político

SemMéxico/Animal Político. 31 de enero 2020.- “Mi hija no es un animal para venderla”, dice Virginio, padre de Catalina, de 22 años. El suyo fue el primer caso en la localidad de Juquila, Guerrero, en que los padres decidieron no vender a su hija, para que se casara.

En comunidades del municipio de Metlatónoc, entre ellas Juquila, se ha permitido durante años la venta y compra de niñas, con un precio que va desde los 40 mil pesos, cuando algún hombre quiere casarse con ellas.

El precio puede variar hasta los 180 mil pesos, dependiendo de la edad, las habilidades para las labores del hogar que tengan y su belleza. Entre más jóvenes, son más caras, aunque quien decide cuánto cobrar por ellas es su propia familia.

Las autoridades de Guerrero han documentado la existencia de la venta de mujeres y niñas en los municipios de Metlatónoc, Cochoapa el Grande, Xochistlahuaca, Igualapa, Tlacoachistlahuaca y Malinaltepec.

Sin embargo, en algunas comunidades esta tradición comienza a cambiar. Con ello, algunas de sus habitantes han tenido la oportunidad de decidir su destino.

La primera mujer en casarse por voluntad

Catalina es la única hija de Virginio y Maurilia, un matrimonio que tiene otros seis hijos hombres. Todos ellos, al igual que su padre, tuvieron que pagar por sus esposas. Algunos de ellos incluso siguen endeudados, porque pidieron prestado para saldar la deuda con la familia de la novia.

Fue hasta noviembre pasado que la familia decidió dar un vuelco. Decidieron que su hija, la única de la familia que llegó a estudiar una licenciatura, pudiera elegir con quién casarse.

Ahora, ella vive en Chilpancingo, capital de Guerrero, donde estudia la licenciatura en Derecho. Está a dos años de terminar la carrera, y sus padres están felices de ver que su esposo, a quien no pidieron un solo peso por casarse con ella, decidió apoyarla para continuar estudiando.

Sus hermanos no corrieron con la misma suerte: Villano, uno de los hijos del matrimonio, cuenta que él y sus cinco hermanos tuvieron que pagar por sus esposas, quienes hasta la fecha trabajan con ellos, para saldar la deuda con sus padres, que cobraron por ellas entre 100 y 150 mil pesos.

Conscientes de que es necesario un cambio, se comprometieron a no vender a ninguna de sus hijas. “Esto es una herencia que nos deja nuestro padre, seguiremos su ejemplo”.

La familia de Maurilia y Virginio es la primera en permitir el matrimonio voluntario
La familia de Maurilia y Virginio es la primera en permitir el matrimonio voluntario de su hija en Juquila, Metlatónoc.

Las mujeres que lo cambiaron todo

Juquila, ubicada en la cima de La Montaña, es una de las cuatro comunidades de Metlatónoc en las que se prohibió la venta de niñas y mujeres desde noviembre de 2019, y se impuso un castigo contra quien la practique.

Desde 2016, Juquila, junto con las comunidades Yuvinani y Valle de Durazno, habían acordado prohibir la venta de mujeres, pero la práctica continuó, con el único cambio de que las familias aceptaron cobrar menos por sus hijas -entre 30 y 50 mil pesos-, porque los hombres manifestaron su preocupación ante la falta de recursos para poder unirse con ellas.

En dicha ocasión, salvo el rechazo de la comunidad, manifestado en un documento firmado por las autoridades responsables en el momento, no se establecieron sanciones contra quien siguiera vendiendo a sus hijas.

Tres años después, las autoridades de una cuarta comunidad de Metlatónoc, San Juan Puerto Montaña, firmaron un nuevo acuerdo, en el que se establece la prohibición de los matrimonios forzados y la venta de niñas, y se establecieron sanciones contra quienes lo hagan, por los próximos 200 años.

Si bien aún no se termina con este costumbre en toda la región de La Montaña de Guerrero, el inicio de su erradicación ha sido producto del trabajo de mujeres de las comunidades, organizaciones sociales y autoridades del estado, que han acercado el tema de los derechos con talleres sobre violencia y sexualidad.

De acuerdo con la organización Yo Quiero Yo Puedo, al brindar asesoría y lograr acuerdos con comunidades desde 2015 se ha logrado que al menos 144 niñas no hayan sido vendidas o casadas por la fuerza.

Este grupo trabaja en 66 comunidades de Metlatónoc: desde 2015 acuden a dar pláticas y talleres sobre derechos de las mujeres, como parte de las actividades promovidas por el programa Prospera, que el sexenio pasado otorgaba recursos a personas en situación de pobreza, a cambio de que acudieran a estos eventos, entre otras condiciones.

De acuerdo con Patricia Careaga, de Yo Quiero Yo Puedo, al inicio las personas no estaban convencidas de acudir a los talleres, además de que no reconocían como una práctica que vulnera los derechos de las mujeres el venderlas o casarlas a la fuerza.

Sin embargo, dada la obligatoriedad de acudir a ellos para que les dieran los recursos de Prospera, los vecinos comenzaron a asistir.

Desde entonces, continúan acudiendo a dar pláticas en escuelas de Metlatónoc -aunque ahora de manera independiente, pues el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador dio por terminado el programa Prospera y el apoyo a organizaciones sociales-, a donde son invitados por profesores que buscan que los jóvenes del municipio reflexionen sobre la necesidad de terminar con la venta de mujeres.

Aunque no ha sido sencillo. Un profesor de secundaria en Metlatónoc, que por seguridad decidió hablar desde el anonimato, cuenta que hay personas en las comunidades que no están de acuerdo con erradicar esta tradición.

Cada año, cuenta, al menos 20 jóvenes de las comunidades de Metlatónoc dejan de acudir a la secundaria, debido a que sus padres las venden.

“En estos lugares, a pesar de la venta de mujeres, no funcionan bien los matrimonios. Eso que dicen de que cuando compran las esposas las quieren más porque les costó es mentira, hay muchos divorcios, acoso sexual, violencia familiar. Algunas alumnas desertan, y antes de ser vendidas también sufren de violencia intrafamiliar, pero no podemos hacer gran cosa”, lamenta el profesor.

Desde su papel como profesor y guía de los jóvenes de Metlatónoc, explica que ha buscado impulsar pláticas y otras actividades a nivel escolar para sensibilizarlos sobre los derechos de las mujeres y la erradicación de la venta de adolescentes.

Estudiantes de secundaria en Metlatónoc, Guerrero
Al menos 20 jóvenes de las comunidades de Metlatónoc dejan de acudir a la secundaria cada año, debido a que sus padres las venden.

El profesor reconoce que, como docentes, no pueden ir más allá del trabajo en las aulas o a nivel escolar, por lo que buscan impulsar a las mujeres para confrontar a sus familias y exigir que les permitan continuar estudiando, que no las vendan.

La Antropóloga De Marinis explica esta transformación de las tradiciones dentro de algunas comunidades originarias, debido a la participación y exigencia impulsada por las propias mujeres.

“Las propias organizaciones están de alguna manera promoviendo o permitiendo mayor participación de mujeres y esto obviamente está transformando las propias relaciones y los órdenes de género al interior de las comunidades”, señala en entrevista con Animal Político.

Aureliana, una joven de 22 años que vive en Yuvinani, es testigo de los cambios que han habido en las comunidades de Metlatónoc. Ella misma, originaria de una comunidad de La Montaña, es de las primeras mujeres que se casó voluntariamente, y tiene claro que no va a vender a su única hija, algo que hasta hace un par de años parecía inconcebible.

“Aquí en Yuvinani se vende a las mujeres arriba de 100 mil pesos, pero eso no me gusta porque tengo una niña y yo no lo haría con mi hija, no es un animal. Yo sí quiero que mi hija estudie, y ya que termine de estudiar que haga lo que quiera”, dice Aureliana.

“Yo les digo, si tu hijo quiere estar a la altura va a tener que estudiar, pero no hablamos de dinero, tiene que estudiar como mi hija, conocerse y después, si quieren, que se casen”, señala.

Aureliana cuenta que ya ha recibido ofertas por su hija de 7 años, sin embargo, asegura que ella no está a la venta porque no es un animal.

Josefina Dorantes es otra mujer que ha podido presenciar los cambios en las costumbres de los pueblos de La Montaña.

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