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Una radiografía a México

* El estado de incertidumbre

Yaneth Angélica Tamayo Ávalos

SemMéxico, 20 de abril, 2020.- La actual contingencia de salud, ha mostrado la realidad social que vive cada país y los problemas que han tenido que afrontar para brindar respuesta ante la masiva infección por COVID-19; en donde no solo se han visto comprometidos temas de salud, sino derechos sociales de las personas que conforman cada entidad.

La organización de los países y de sus ciudadanías se han visto rebasadas ante las dificultades que experimentan, provocando un desajuste en sus sociedades a consecuencia de la imposibilidad de asumir por y en las instancias institucionales y organizativas las demandas sociales, produciendo inestabilidad e ineficacia en la regulación de sus Estados; generando lo que se denomina crisis sistémicas.

Esto es, desde la siguiente analogía: un Estado se comporta como un organismo viviente donde su estructura social tiene múltiples ámbitos autónomos, pero con diferentes niveles jerarquizados y funciones específicas que se manifiestan orgánicamente como el cuerpo humano, donde su fin superior es el correcto funcionamiento de la totalidad del organismo para formar, por la asistencia mutua, la vida en común y completa de un pueblo.

No obstante, aun ese cuerpo en su perfecta y armoniosa composición puede ser propenso a sufrir una crisis o enfermedad que le imposibilite el total o parcial ejercicio de sus funciones, lo cual dependiendo del grado de afectación puede producir un desgaste, deterioro o amputación de un miembro e incluso la muerte de ese organismo viviente.

Luego entonces, si partimos de dicha analogía, se puede decir que las crisis sistémicas son enfermedades que presentan los Estados y las cuales, aunque varían en grado de intensidad causan ruptura en las relaciones formadas con los ciudadanos, las cuales como anteriormente se han señalado se derivan de la falta de interés o de la imposibilidad por parte del Estado de asumir las demandas sociales.

Partiendo de la anterior analogía, se puede tomar una radiografía de la situación actual del Estado mexicano, en donde las dificultades tanto administrativas como sociales han propiciado un estado de incertidumbre en la ciudadanía que lo conforma.

Veamos; en un primer diagnóstico, México se ha caracterizado por la actuación pasiva e incrédula por parte de su representante que ha generado respuestas a destiempo, ocasionando incertidumbre en la ciudadanía al no haber certeza en el número de personas infectadas.

Segundo, la denuncia de personal de salud ante la falta de condiciones mínimas de seguridad para laborar; así como, la falta de insumos para detectar SARS-Cov-2 y tratar el COVID-19.

Tercero, la falta de regulación en temas laborales que impiden a la ciudadanía aislarse; así como, la falta de estrategias económicas con el sector empresarial para evitar despidos injustificados o disminución del salario durante el tiempo de aislamiento.

Cuarto, la falta de acciones para prevenir y disminuir índices de violencia familiar, sexual y feminicidios ejecutados en contra de mujeres, niñas, niños y adolescentes que se encuentran aislados con sus agresores.

Quinto, la falta de sentido común y corresponsabilidad por parte de la ciudadanía para acatar las medidas establecidas por el gobierno; así como, la discriminación irracional y la violencia que algunas personas han ejecutado en contra del personal de salud.

Acciones que en conjunto han propiciado que se eleven los índices de incertidumbre y violencia en México; si bien estos no provienen de la generación espontánea del virus, si son “enfermedades” que se han adquirido con el paso del tiempo y que debido a la contingencia de salud se han transformado en generadores de una crisis sistémica que imposibilitan la adecuada aplicación de estrategias por parte del Estado y la debida corresponsabilidad de la ciudadanía.

Ante esta situación, el Estado, la sociedad y en general todas las personas, se encuentran en la obligación de hacer frente a la crisis mundial de salud que se vive de manera inmediata y desde una visión integral; así mismo se debe propiciar una coordinación eficaz y eficiente que ayude a contrarrestar los embates que pudieran colapsar al país.

Para concluir, es necesario que el Estado fortalezca los servicios de respuesta médicos y de seguridad para grupos susceptibles de ser vulnerados; y que desde un enfoque de perspectiva de género adopte medidas orientadas a superar el impacto desproporcionado de la crisis económica; pero también desde un acto de corresponsabilidad urge que la ciudadanía asuma su rol y que desde la conciencia haga frente a un problema que involucra a todo el país.

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