En conflictos, la violencia sexual contra mujeres un arma de guerra

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* Este viernes: Día Internacional por la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos Armados

* Tica Font: “se usa para castigar al enemigo a través del cuerpo de las mujeres”

Lucía Cortés

SemMéxico/AmecoPress, Madrid, 18 de junio, 2020. – Mañana se celebra el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos Armados. Hemos querido acercarnos a esta realidad que viven miles de mujeres en el planeta y que arrasa con su dignidad. Desde Perú a Irak, pasando por la antigua Yugoslavia y Nigeria, la justicia y la reparación siguen siendo asignaturas pendientes que tiene con ellas la humanidad.

Decía Clausewitz que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Y una cuestión política ha querido hacerse tradicionalmente del cuerpo femenino. A través de su subyugación y sometimiento las distintas culturas han querido controlar con él a las mujeres. La guerra no iba a ser un terreno aislado. En los conflictos armados las mujeres, desde niñas hasta ancianas, se ven expuestas a distintas formas de violencia sexual como esclavitud o agresiones múltiples. Las convierten en botines de guerra y en muchos casos la respuesta que obtienen es la impunidad. Por el contrario, las supervivientes de esta violencia suelen ser marginalizadas por sus comunidades, rechazadas por sus familias y ven cómo sus proyectos de vida se truncan. Todo ello, sumado a la falta de atención ginecológica y psicológica, hace muy difícil para estas mujeres recuperarse del daño que han sufrido.

No son casos aislados en lugares remotos y conflictos enquistados. La violencia sexual sigue siendo a día de hoy un arma de guerra común, que, en palabras de la investigadora Tica Font “se usa para castigar al enemigo a través del cuerpo de las mujeres”. Font, investigadora especialista en comercio de armas y seguridad, señala este tipo de agresiones como ataques premeditados en los que es común la existencia de un alto grado de escenificación. “Hay ocasiones que se busca en qué espacio va a hacerse, a veces se suele buscar ciertos espacios públicos simbólicos, una iglesia, una escuela, un centro comunitario. Se trata de espacios simbólicos, no para la persona [que lo hace] sino para la comunidad hacia la que se dirige el simbolismo de ese ataque a las mujeres” dijo en la entrevista que mantuvimos.

Una forma de discriminación de género

Los días internacionales sirven para visibilizar. El 19 de junio fue elegido para recordar la necesidad de eliminar la violencia sexual de los conflictos. Ese mismo día en 2008 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1820 donde se condena directamente esta forma de violencia y se la considera una táctica de guerra. En un informe de la ONU de 2018, señala que solo en ese año se contabilizaron más de 2.500 casos de violencia sexual en conflictos armados en 19 países. Según este organismo, se estima que por cada violación registrada en un conflicto, hay entre 10 y 20 casos que quedan sin documentar. Solo en el caso del conflicto colombiano, Unidad para las Víctimas, señaló que desde 1985 hubo al menos 26.534 mujeres afectadas por la violencia sexual.

Lola Liceras, coordinadora del grupo de mujeres de Amnistía Internacional, habla de la violencia sexual como “una batalla entre hombres que se libra en los cuerpos de las mujeres”. “Las mujeres se convierten en botín de guerra en los conflictos armados al violarlas o al esclavizarlas. Con ello se cree castigar al enemigo y de hecho se vengan en el cuerpo de las mujeres. Lo que está detrás es una discriminación de género que en el caso de los conflictos se llega al extremo de utilizar el cuerpo de las mujeres como arma de guerra”.

Liceras menciona casos como Sudán del Sur o Nigeria donde Amnistía Internacional ha realizado sendas investigaciones. “En Sudán del Sur, donde la limpieza étnica se está produciendo desde el año 2013, aunque últimamente hay un proceso de paz, Amnistía entrevistó a 168 víctimas de violencia sexual. Una mujer decía que las golpeaban, las humillaban, se divertían con las mujeres y a algunas de ellas las mataban. Ella decía “ninguna mujer te lo va a contar, pero ahí fuera nos han violado a todas”. Realmente es una situación que se reproduce en todos los conflictos. En Nigeria ha pasado lo mismo. Las mujeres que escaparon del horror de Boko Haram, después han sido violadas por el Ejército de Nigeria. 

Tras ser rescatadas han sufrido una nueva violencia. Esto lo que demuestra que las mujeres son objeto de las mayores brutalidades en esas situaciones de conflicto que ya son en sí mismas brutales”. Señala también el proceso judicial tras la guerra de los Balcanes. “Fue una de las primeras veces en que se puso muy de manifiesto esta violencia sexual contra las mujeres de Bosnia. Por primera vez, el Tribunal Internacional de Derechos Humanos consideró que la violencia hacia las mujeres en los conflictos era un crimen de guerra y contra la humanidad. 

Antes de la guerra de Yugoslavia, el derecho internacional consideraba una afrenta al pudor y el honor de las mujeres”. Algunas estimaciones apuntan a que durante la Guerra en Bosnia-Herzegovina de la década de los 90 entre 20.000 y 50.000 mujeres fueron violadas.

Perú: esterilizaciones forzadas y estigmatización de las víctimas

Entre 1980 y 2000 Perú se desangró en medio de la violencia política que practicaban grupos subversivos como Sendero Luminoso y las propias Fuerzas Armadas del país. Según el Registro Único de Víctimas del Consejo de Reparaciones del Ministerio de Justicia existen 4.567 víctimas de violaciones sexuales durante el periodo de violencia política, y más de 1.500 víctimas de otras formas de violencia sexual.

Desde AmecoPress hemos hablado con Raquel Reynoso, presidenta de la asociación peruana SER (Servicios Educativos Rurales). La organización forma parte del grupo de trabajo de seguimiento a víctimas de esterilizaciones forzadas. Sus esfuerzos se dirigen, entre otras cuestiones, al empoderamiento y desarrollo de las capacidades de las mujeres lideresas y de comunidades campesinas del Perú. Hemos hablado sobre la violencia sexual en el conflicto armado peruano y las esterilizaciones forzosas.

“En términos de violaciones de mujeres, sabemos que ha habido muchos casos, algunos muy emblemáticos como el de Manta y Vilca en Huancavelica, justamente están en proceso de judicialización y que ha significado para las mujeres mucha estigmatización de los propios de su comunidad. Ha sido utilizado el cuerpo como un instrumento de guerra. Si no podían doblegar a los maridos, a los esposos, que a veces han tenido que huir porque eran el principal foco. Pues han ido contra las mujeres para humillar a los varones. Reynoso también habla de las víctimas de violencia sexual y de las de violación sexual, » hacemos esa diferenciación, puede ser que en muchos casos no se haya consumado la violación pero el hecho de pedir que te desnudes, tocamientos indebidos, que te degrades estos niveles, todo eso es violencia sexual hacia la mujer”.

El informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, establecida por el Gobierno de Paniagua en 2001 para esclarecer las circunstancias del conflicto armado, contempla ocho formas de violencia sexual: la prostitución forzada, el matrimonio forzado, la esclavitud sexual, los abortos forzados, los embarazos forzados y la violación. Según este informe final, se han registrado 527 casos de violaciones de derechos humanos de este tipo en mujeres y 11 en hombres ocurridos durante la etapa de violencia política. Desde SER reivindican que se incluya también a las víctimas de esterilizaciones forzosas. “Nosotras consideramos efectivamente que las esterilizaciones forzadas han sido violencia sexual. Estas esterilizaciones masivas sucedieron bajo el Gobierno de Fujimori con el objetivo de llevar a cabo una limpieza étnica. 

“La conclusión a la que llegan incluso muchas de las propias mujeres es que nos querían exterminar”. “Había una política de reducción de población y pensaron en la población más débil, más fácil de manipular. Con muchos engaños a las mujeres se las llevaron. Diciéndoles que se iban a llevar preso al esposo si no iba a la posta [centro médico], que le iban a poner una vitamina pero que en realidad era ya la anestesia, que les iban a dar alimentos si accedían… Ha sido todo un mecanismo para cometer estos crímenes de lesa humanidad”.

Reconocimiento histórico

En 2018 se reconoció con el premio Nobel de la Paz a dos personas por su lucha por la justicia y la reparación a las víctimas de la violencia sexual. Se trató de Nadia Murad, la joven yazidí que sobrevivió al secuestro y esclavitud del Estado Islámico en Irak, y del ginecólogo congoleño Denis Mukwege. El Comité les reconoció así “sus esfuerzos para terminar con el uso de la violencia sexual como arma de guerra y en conflictos armados” y su contribución por llamar la atención sobre los crímenes de guerra. Murad se convirtió tras su liberación en la voz de todas aquellas mujeres víctimas del Estado Islámico que sufrieron en sus carnes los estragos de la violencia mientras el mundo miraba hacia otro lado. Mukwege, por su parte, consagra su vida al tratamiento de víctimas de esta forma de violencia en el Hospital Panzi que fundó en Bukavu (República Democrática del Congo).

SEM-AmecoPress/lc

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