Una campaña más para recabar firmas: “Los 2000 de Marichuy”

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Sonia García

SemMéxico, Barcelona, España, 22 enero 2018.- No soy indígena; pertenezco al mundo mestizo. Sin embargo, desde que vivo en el extranjero, me siento más identificada con los indígenas mexicanos. Me dan sentido de pertenencia e identidad. Un amigo en Barcelona me dijo que tengo la montaña reflejada en la cara. Así es.

Eso me ha llevado a compartir lo bueno, porque al menos en Europa hay simpatía por lo autóctono, y lo negativo: la discriminación y el racismo que perdura hasta hoy en día. Todavía recuerdo cuando entré al periódico a trabajar, que me decían cosas como esta: «La vas a reconocer porque es una india».

También es verdad que he convertido esas desventajas en oportunidades: ser indígena, que no india, en Europa, es mejor que ser pobre. En cambio, en México es diferente. Allí yo era una desclasada, ni indígena ni blanca ni rica. No tenía las características de la mujer mexicana idealizada por la televisión.

Por eso me gusta y participo en el movimiento europeo y mexicano en favor de postular a una mujer indígena a la presidencia de la república. Se siguen recabando firmas. El sábado 20 de enero del 2018, se unieron más de 20 ciudades a través de una videoconferencia, para encontrarse con María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy (#Marichuysinfronteras). Es emocionante escuchar a tantos mexicanos en el extranjero apoyar esta causa.

Aunque no somos muchos, sí hay un espíritu de hermanamiento, de querer cambiar algo desde la conciencia. Marichuy y los consejales de la Coordinación Indígena de Gobierno hablaron de los nueve puntos que incluye esta propuesta. Dijeron que la lucha indígena que en estos momentos busca firmas para incluir la candidatura independiente de Marichuy, es una propuesta organizativa que va más allá del 2018.

Todavía hay mucho miedo y mucha represión, pero ojalá que los mexicanos fuéramos capaces de mirar nuestros rostros y de encontrarnos con el indígena que llevamos dentro, para preservar nuestra tierra, volvernos más dignos y exigir nuestros derechos; sobre todo, para respetar a los millones de personas que pertenecen a las más de cincuenta etnias indígenas y que en nuestro país siguen siendo invisibles.

Hace unos meses estuve en Huauchingango, Puebla, y me encontré con las mujeres que venden las verduras en el mercado. Son indígenas que bajan de los pueblos, de las maravillosas montañas de la sierra poblana, a buscar su subsistencia.

Tenía razón mi amigo cuando dijo que yo tengo la montaña reflejada en la cara. Ahí vi mi rostro, mi rasgos que parecen asiáticos, pero que en realidad son totonacos. Es cierto que no soy tan morena, que mi piel y el color de mis ojos son más claros, pero son como yo, y me dio gusto encontrarlas. Son mi gente, mi herencia cultural, mi identidad y mi orgullo.

Se acaba de lanzar la campaña «Los 2000 de Marichuy», en busca de nuevos brigadistas. Si cada uno consigue 500 firmas, se logrará la candidatura. Para registrarse hay que ir al sitio suvozesmivoz.mx. Firmar para que Marichuy participe, no implica, necesariamente, votar por ella en la boleta sino ampliar la discusión democrática. Uno de nuestros lemas es: «Firma por Marichuy/Vota por quien quieras».

El escritor Juan Villoro, que pertenece a la Asociación Llegó la Hora del Florecimiento de los Pueblos y que apoya esta candidatura, escribió hace unos días: “Desde 1996, el Congreso Nacional Indígena comenzó a articular a pueblos de distintas procedencias y tradiciones. El mosaico indígena no es un frente monolítico, sino un entorno plural que se ha propuesto metas comunes.

Esto hubiera sido imposible sin el levantamiento zapatista que en 1994 sacó el tema indígena de los museos y lo puso en la agenda de la modernidad, pero el CNI sigue un cauce propio.

“Nuestro mundo rural: tierras comunales arrebatadas; una reforma agraria ineficaz y demagógica; litigios que duran cien años. La causa de Marichuy comienza en ese entorno, pero lo rebasa con creces. Oponerse a la minería a cielo abierto que contamina los ríos en beneficio de compañías extranjeras tiene que ver con la recuperación de los recursos, pero también con la protección de la ecología y la biodiversidad y, más aún, con la soberanía.

“Recuperar el control del territorio pasa por acatar las iniciativas de quienes lo conocen mejor que nadie. Estamos ante un asunto de seguridad nacional y protección del patrimonio que no puede ser ajeno a nosotros. En Chiapas le oí decir a un indígena: ‘Imagínense lo que pasaría si México se quedara sin cilantro. Eso somos nosotros: el sabor del cilantro’.”

SEM/sg/gl

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