Les deseamos una feliz entrada y sobre todo «salida» en 2021

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  • Esperemos poder desechar las mascarillas de diseño antes del verano y si no «Siempre nos quedará París», pero siempre que no se desmorone la Torre Eiffel

Redacción

SemMéxico/AmecoPress. Madrid, 31 dic. 2020.- Nadie imaginó que una pandemia mundial alteraría lo que ahora llamamos normalidad. Sin embargo, hoy, al mirar un cronograma en el que un diario “de los grandes” establece los hitos significativos de 2020, el coronavirus es protagonista indiscutible y, también, advertimos que el 8 de marzo ha desaparecido del balance y el 25 de noviembre es recordado por la muerte de Maradona. El relato oficial se olvida de las mujeres en un año en el que los cuidados se han revelado esenciales y en el que el feminismo ha sido el alma de los movimientos vecinales que han creado bancos de alimentos, han atendido a mayores que no podían salir de sus casas y han generado redes de solidaridad en los barrios.

El 12 de enero Pedro Sánchez presentó a las ministras y los ministros del primer Gobierno de coalición de la historia en España. Volvíamos a tener Ministerio de Igualdad, dirigido por Irene Montero.

Como anticipándose a lo que venía, el 18 de enero murió la periodista de TVE Alicia Gómez Montano, a quien felicitamos a finales del 2019 por la creación de uno de los últimos proyectos en los que se dejó la piel: ‘1000 mujeres asesinadas’, que relata la vida de cada una de las víctimas de la violencia de género desde que hay registro. Un modelo para tantas periodistas que se esfuerzan en buscar formas de narrar que superen la anestesia ante “un nuevo caso” de feminicidio.

El 8 de marzo de 2020 se celebró el Día Internacional de las Mujeres con manifestaciones multitudinarias, pacíficas, alegres y diversas. Esta vez fueron menos apoyadas por los grandes medios de comunicación, pero los reclamos feministas llenaron calles y plazas en todo el planeta, por tercer año consecutivo. Se trata ya de una sensibilidad extendida en mujeres -también, cada vez más, en hombres- de distintas generaciones, culturas y clases sociales.

Seguramente la reacción era inevitable. Poco después de la celebración del 8M, las feministas fueron acusadas de ser las responsables de la propagación del virus. El 7 de marzo Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, aseguró que cada persona debería decidir si asistir o no a las manifestaciones feministas, pero que él no veía ningún problema si su hijo quería participar. Seis días después, el Gobierno decretaba el estado de alarma y empezaban los señalamientos al 8M, que llegaron hasta los tribunales.

El virus diminuto que puso en evidencia nuestra fragilidad

Es curioso que siempre nos andemos preparando para agresiones enormes y amenazas superlativas y sea un bichito diminuto el que pueda devastarnos… El virus puso en evidencia nuestra fragilidad, pero a la vez, aún sin saberlo todavía, nos daba la oportunidad de captar algunos ingredientes de nuestra fortaleza. Todo lo que damos por seguro se vio bajo una nueva luz y empezamos a mirar las fisuras de lo que pasa desapercibido en las prisas del día a día. Qué es la salud, qué es lo común, cómo afrontar y de dónde viene el colapso de la sanidad, qué rápido se pueden cerrar carreteras y fronteras, qué hacemos con el tiempo, quiénes cuidan a quienes cuidan, qué vivirán aquellas que quedaron encerradas con su agresor, qué sentirá la gente que vive sola, cómo no romperse al conocer el maltrato a nuestras mayores en las residencias, qué hacemos con los niños y las niñas 24 horas al día dentro de casa, necesitará algo nuestra vecina, cómo estar unidas y conectadas sin vernos ni tocarnos, qué hace la gente que no tiene casa, acabará toda esta epidemia dando lugar a un nuevo mapa del mundo, qué haremos cuando esto pase con los trabajos perdidos y las cuentas sin pagar… qué estamos haciendo con nuestras vidas.

El virus también puso en evidencia el desinterés e «ignorancia» de como sobreviven habitualmente y mueren las poblaciones y sobre todo las mujeres del tercer mundo, o mejor dicho del último mundo, pandemia tras pandemia, sin que se nos arrugue ni el gesto. A ellas de poco les sirven las mascarillas y el confinamiento.

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Encerradas con el agresor

A muchas mujeres el decreto del estado de alarma del 14 de marzo les supuso un encierro con sus agresores. De forma específica, la OMS advirtió que el covid-19 y las medidas de restricción de movimientos podían aumentar el riesgo de sufrir violencia de género o la imposibilidad de romper con el agresor. Por su parte, el Secretario General de Naciones Unidas instó a los Estados a poner en práctica todas las medidas necesarias para garantizar la prevención y protección contra la violencia de género en el marco de la pandemia con su llamamiento “Paz en los hogares”.

En el Estado español el Ministerio de Igualdad impulsó un Plan de Contingencia contra la violencia de género con medidas como habilitar un servicio de mensajería instantánea y asistencia psicológica inmediata. Los recursos para actuaciones urgentes en violencia de género, tanto judiciales como policiales, son declarados servicio esencial y siguen activos. Se establecen también medidas específicas hacia las víctimas de trata, explotación sexual y a las mujeres en contexto de prostitución, que incluyen recursos habitacionales y el acceso al ingreso mínimo vital, aunque estén en situación irregular. Sin embargo, tal y como han denunciado las organizaciones desde entonces,las medidas no son suficientes ni se han aplicado de la manera adecuada.

La violencia machista no cesa durante el confinamiento y las llamadas al 016 llegan a aumentar un 60%. Según los datos de la Delegación del Gobierno, al 30 de diciembre, el número de mujeres asesinadas por violencia de género asciende a 43 y a 1076 desde 2003. Y 24 menores han quedado huérfanos y huérfanas por violencia de género en 2020, 302 desde 2013.

Más allá de la crisis sanitaria, la violencia machista persiste y es estructural, como evidencian los resultados de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2019, que conocimos en septiembre, y que confirmaban que una de cada dos mujeres de nuestro país ha sufrido al menos una forma de violencia machista a lo largo de su vida.

Aniversarios y balances

Este año conmemoramos el vigesimoquinto aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing que estableció una hoja de ruta internacional para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. Se cumplen además 20 años desde la adopción de la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad, que incorpora elementos fundamentales sobre la protección de mujeres y niñas en situaciones de conflicto y la lucha contra la violencia de género, incluida la violencia sexual.

Estos aniversarios han provocado balances que podríamos resumir así: pocos avances, algunos retrocesos y nuevos desafíos. Asistimos, un cuarto de siglo después, a un cuestionamiento de derechos y libertades que habíamos dado como consolidados, a una agenda contestada, con agresividad, también en el interior de la UE. Efectivamente, la ultraderecha avanza y redes europeas y globales se infiltran e influyen en instituciones y foros internacionales para atacar los derechos de las mujeres y en concreto, sus derechos sexuales y reproductivos.

Polonia -donde una sentencia del Tribunal Constitucional prohibió el aborto incluso en caso de malformaciones graves e irreversibles del feto- es una muestra de esta reacción ultraconservadora. Pero también de la fuerza de la movilización de las mujeres que, a pesar de la pandemia, se manifestaron durante un mes con un rayo rojo pintado sobre las mascarillas. La misma lucha que ha logrado sellar el derecho al aborto en Argentina. La misma que ha logrado la primera Constitución igualitaria en Chile. La que ha parido una nueva generación de mujeres en Irak que reclama su lugar en el espacio público. Y también, la misma fuerza mostrada por tantos colectivos de mujeres que, con solidaridad y creatividad, en tiempos de pandemia, han sostenido la vida.

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¿Esenciales?

Trabajos que durante la crisis sanitaria se denominaron esenciales, no se han tratado ni han sido retribuidos como tales: trabajadoras de hogarjornaleras en el campo, limpiadoras en hospitales y empleadas en residencias, han visto que sus condiciones empeoraban y el cuidado de su salud no era considerado una prioridad por parte del Estado ni de los empleadores.

Lamentablemente este año hemos oído o leído en demasiadas ocasiones medidas que se anunciaron a bombo y platillo y que luego encontraron trabas desde el primer momento. Este uso partidista e inmaduro de lo común, además de ser muy desconsiderado, enturbia la confianza y entorpece la relación entre las instituciones y la ciudadanía. Las consecuencias de esto van más allá de la pandemia.

Existe una desigualdad estructural entre mujeres y hombres que se ha visto agravada por la crisis provocada por el covid-19. A la vez, la pandemia ha dado visibilidad a elementos que las feministas vienen destacando desde hace tiempo: la centralidad de los cuidados y la importancia de las políticas públicas con perspectiva de género. Vimos cómo estos enfoques llegaban al Congreso, con ponencias, intervenciones y aportes realizadas por expertas y organizaciones en la comisión de reconstrucción, si bien es cierto que después, las medidas más sociales no fueron aprobadas.

La tecnología ha sido una aliada en esta época en la que se han revolucionado costumbres y cuestionado formas de proceder que tal vez no vuelvan a ser usadas. Pero la tecnología también entraña riesgos –el control, la dependencia psicológica, el torpedeo de la atención- y el teletrabajo presenta un sesgo, no solo de género, sino también socioeconómico.

En España, un decreto-ley aprobado el 22 de septiembre vino a regular el trabajo a distancia en general y el teletrabajo en particular tras haberse logrado un acuerdo entre el Ministerio de Trabajo, sindicatos y empresarios. Tanto el teletrabajo como la legislación aprobada para regularlo son positivos en muchos aspectos, pero es importante advertir sus posibles consecuencias: la invisibilización del trabajo de cuidados, la vuelta al “hogar” de las mujeres o la consolidación de soluciones de conciliación apoyadas en el esfuerzo individual y no en el colectivo.

Medios de comunicación

Durante todo este año la labor de los medios de comunicación se ha visto muy cuestionada. Han sido acusados de servir a intereses partidistas, de defender a los Gobiernos o de atacarlos sin motivo, de ocultar y censurar información, de alarmar a las poblaciones, de mentir. En muchos momentos, no se les ha permitido realizar su trabajo adecuadamente: en España las y los periodistas no pudieron entrar a hospitales ni a residencias -donde se constataba una barbarie- en las primeras semanas de pandemia, la prensa tuvo que recurrir a drones para documentar cómo se estaban enterrando personas muertas por covid-19 en una fosa común abierta en una isla de Nueva York y, más recientemente, fotógrafos y reporteros tuvieron prohibido el acercamiento a las personas migrantes que llegaban a Canarias.

Tampoco ha sido fácil estar al otro lado, en el lado de aquellas personas que quieren saber qué está pasando en este mundo caótico, sobrepasadas por un consumo compulsivo, confuso y superficial de información sobre la pandemia. Y si lo virtual ha ayudado a sostener redes de comunicación cuando salir a la calle y hablar cara a cara no era posible, también ha generado hastío: agotamiento, desconexión y, mucho ruido.

Desde luego que el activismo feminista, ese que conjuga reflexión y acción y pone el cuerpo, se ha visto resentido con este contexto de empequeñecimiento y paralización de la actividad presencial. Llevamos años constatando que las redes no son buenos lugares para debatir ni espacios que faciliten el pensar ni ámbitos que permitan expresarse libremente. Las mujeres que se expresan públicamente vienen sufriendo una violencia que recientemente han calificado de tortura en un comunicado y que ya salta al espacio físico. Los encontronazos dentro del feminismo han llegado a veces a la fractura y la crueldad y eso siempre beneficia a quienes quieren perpetuar el sistema patriarcal que oprime a las mujeres.

Otras miradas

Desde AmecoPress hemos tratado de aportar otros ángulos a la narración de este momento histórico. El 8M no ha desaparecido, sino que su sustrato ha sostenido la vida en estos meses de fuerte vulnerabilidad: centenares de mujeres, muchas de ellas en condiciones de precariedad, muchas migrantes, se han organizado, se han ayudado y han luchado por sus derechos. Sus testimonios han formado parte de nuestras informaciones. En los medios de comunicación, en las instituciones, en la investigación, la cultura y la ciencia, muchas compañeras han profundizado con rigor en la crisis que vivimos, advirtiendo sus consecuencias para las mujeres y aportando matices y propuestas. Con todas ellas hemos aprendido en jornadas, webinarios, y talleres, que se han desplegado cada día y que nos han permitido coincidir mujeres de distintas latitudes.

Hemos preguntado, hemos escuchado, hemos dudado, hemos comprendido. Y no: la muerte de un futbolista no puede borrar el asesinato de las hermanas Mirabal del 25N. No se trata de defender el inmovilismo, -al contrario, si algo han defendido siempre las feministas es el cambio- sino de abogar por cierta consistencia. Por construir.

Esta crisis hace también evidente la interdependencia cada vez mayor de todo el planeta y muestra que lo que sucede en algún lejano lugar impacta cada vez más rápidamente en el conjunto. La pandemia del coronavirus se suma a fenómenos como el cambio climático. Son coyunturas que afectan a toda la humanidad y la respuesta coherente que reclaman va más allá de medidas parciales. Y en eso, somos adelantadas.

Nuestras fuentes siempre son quienes no huyen de las complejidades y apuestan por la sororidad. El feminismo, desde su origen, siempre tuvo una vocación internacionalista y captó no solo la mundialización de la desigualdad y la violencia, sino también de la mirada necesaria para encontrar soluciones.

Gracias a nuestras fuentes. A nuestras lectoras. A nuestras colaboradoras. A las estudiantes que participan en los talleres que AMECO impulsa desde su Escuela de Comunicación de Género e Inclusiva y a quienes hacen prácticas en AmecoPress, este curso mediante el teletrabajo. A quienes trabajan para que este proyecto se sostenga y fortalezca. A las que no están. Gracias a todas.

Nos vemos en el 2021.

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