Mujeres y el COVID-19, un impacto diferenciado

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Parte I 

Yaneth Tamayo

SemMéxico. 15 de enero de 2021.- Uno de los principales retos que tiene que enfrentar la sociedad, es el devastador escenario que ha ocasionado la pandemia por COVID-19, situación que conforme va transcurriendo el tiempo se torna cada vez más complicada, especialmente para las mujeres y demás grupos que se encuentran en condiciones desfavorables.

La falta de un análisis interseccional, ha impedido que los Estados den respuestas poco favorables a sus ciudadanías, lo que ha ocasionado un impacto diferenciado en su forma de combatir los estragos ocasionados por la pandemia.

En donde el grupo mayormente afectado han sido las mujeres. Se reconoce que, esta situación no ha sido generada de forma espontánea, pero si que, la crisis sanitaria ha terminado por evidenciar la severa desigualdad histórica que se tiene con ellas, la cual se ha agravado por la crisis social y económica, colocando en situaciones de riesgo a millones de mujeres.

Si bien, en un inicio las medidas de confinamiento fueron planeadas para proteger la salud pública y evitar el colapso de los servicios de salud; lo cierto es que, al no aplicar enfoques transversales de derechos humanos, perspectiva de género y transversalidad, los hogares se convirtieron en espacios desfavorables para el desarrollo y bienestar de las mujeres. 

Ya que, en un primer plano la carga de trabajo relacionada con el cuidado, la educación, la socialización y el trabajo productivo se incrementó para las mujeres debido ha que estas tareas se han distribuido de forma socialmente inequitativa, lo que ha impedido su desarrollo profesional y social.

El confinamiento agudizó la crisis del cuidado, según la OIT, las mujeres tienen a su cargo 76,2% de todas las horas del trabajo de cuidado no remunerado (más del triple que los hombres), y son ellas quienes tienen doble o triple jornada laboral, situación que se ha agravado con las medidas de confinamiento, particularmente en las familias con menores de edad en preescolar o que no pueden asumir de manera autónoma la educación a distancia. 

Aunado a lo anterior, en México millones de personas trabajadoras se tuvieron que quedar en sus casas, en teletrabajo o bien tuvieron que afrontar consecuencias de la crisis como bajas de sueldo o despidos desde finales de marzo. En los primeros meses de la pandemia se observó una salida masiva de personas de la fuerza laboral y la pérdida de millones de empleos formales e informales.

Durante la pandemia la ocupación informal (en sector informal y sector formal) descendió hasta un 47.7% lo que supone una baja histórica, causada no por la formalización sino por una importante pérdida de trabajos informales, entre los que destacan los servicios de alojamiento, servicios domésticos y de comida. 

Situación que impactó gravemente en la economía de las mujeres; debido a que ellas representan una gran proporción de la economía informal en todos los países, datos de la OIT indican que los sectores de la economía más perjudicados por las medidas de aislamiento social han afectado de modo importante a las mujeres. 

Esta precariedad laboral las pone en mayor riesgo de que en el periodo de recuperación puedan quedarse sin ingresos, para su bienestar y el de su familia; lo cual se agrava para las familias monoparentales, la mayoría de ellas encabezadas por mujeres. 

La OIT señala que el 78,4% de los hogares monoparentales están encabezados por mujeres que asumen las responsabilidades económicas y de cuidado de infantes y personas adultas, enfermas o con discapacidad. Estos hogares, en general, tienen menos acceso a vivienda segura y recursos asociados (agua potable, saneamiento) y mayores niveles de pobreza.  Frente a esta situación, estos hogares enfrentan una particular vulnerabilidad, ya que las mujeres tienen que seguir manejando el trabajo productivo, si todavía lo tienen, y reproductivo (cuidado infantil y de otras personas dependientes, trabajo doméstico, y enseñanza) en las circunstancias sumamente limitantes de confinamiento o cuarentena. 

De ahí que, los Estados deban garantizar a las mujeres el acceso a los derechos económicos y mayor participación en el mercado laboral, pues de lo contrario se puede derivar en un retroceso para las mujeres, tanto en el espacio laboral como en el privado.  

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