Las balas asesinas de la madrugada del 2 de junio terminaron con su vida y rompieron la nuestra.

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Redacción

A ustedes:

Hoy se cumplen ocho meses de su dolorosa e inesperada partida. Aquí, en mi corazón, anida el vacío que dejan todas estas horas y días, mi alma está rota, me duele no ver a mi hija María del Sol, no escucharla, no sentir su abrazo amoroso. Las balas asesinas de la madrugada del 2 de junio terminaron con su vida y rompieron la nuestra.

Me he despertado pensando en sus sueños hechos pedazos, esos por los que luchó tanto en un mundo difícil para la juventud, donde “la oportunidad” es solo una e intangible, y pienso cada día en este país donde la vida es ir cuesta arriba, donde hay que vencer con esfuerzo y sin rendirse. Luego veo que también es ir cuesta arriba después de su asesinato, es perseguir la justicia con la misma fuerza con la que mi hija lo hacía por alcanzar sus anhelos.

Así, tras su asesinato sigo sin encontrar explicación alguna a ese dejar pasar los días por quienes están obligados a procurar e impartir justicia, pero en cambio anidan la injusticia, ese atropello que se ha vuelto común en México y al que me aterra acostumbrarme. Por eso sigo preguntando porque los asesinos materiales e intelectuales del triple asesinato de Juchitán -María del Sol, Pamela Terán y Adelfo Guerra- siguen caminando como si nada hubieran hecho. Por qué no se ha podido proceder contra toda la cadena de ilegalidades que se cometieron desde lo administrativo hasta lo electoral a pesar de las pruebas presentadas. Por qué ni siquiera el robo de sus pertenencias se ha investigado. ¿Qué nombre se le da a eso?

¿De qué país hablamos cuando no sólo no podemos garantizar la vida de las personas jóvenes, menos la vida de las mujeres y, peor aún, cuando siendo víctimas no se les honra con justicia? 

Es entonces cuando me cuestiono qué instituciones tenemos, qué servidores públicos están detrás de ellas, para ver pasar los días y los meses desde una perspectiva distinta, sin ese dolor que sí pasa por nuestras familias frente a la pérdida de nuestras hijas.

Y sí, hay una lista que ya parece infinita de nombres de mujeres y hombres jóvenes asesinados en México y junto a sus nombres podemos contemplar la impunidad: la protección institucional para sus asesinos.

A 265 días de la madrugada del 2 de junio, hoy recuerdo a mi hija en ese abrazo de despedida que días antes nos dimos con la esperanza de vernos pronto, con la promesa de volver a casa; es el mismo abrazo que me sigue cobijando amorosamente y el mismo que me da fuerzas para levantarme cada día y seguir la vida para exigir #JusticiaParaSol.

La fuerza para llamar a la puerta de la Fiscalía de Oaxaca y a su titular Rubén Vasconcelos Méndez, con la misma exigencia; para esperar que la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales y su titular, Araceli Pinelo López, vincule a proceso a los responsables; o que el Tribunal Electoral del Estado de Oaxaca y sus magistrados establezcan las sanciones que les han sido encomendadas por tribunales superiores para los responsables de que mi hija estuviera en Juchitán de Zaragoza desde poco más de un mes antes de ser asesinada, para satisfacer la ambición de poder de una familia. Y sí, sigo esperando que el gobernador de Oaxaca, Alejandro MuratHinojosa, dé un golpe de timón y sancione de manera al ex titular de la Secretaría de Asuntos Indígenas, Francisco Javier Montero López, por corrupción y por cometer delitos electorales, al igual que su hermano, quien, sin vergüenza alguna por los delitos cometidos antes, ostenta el cargo de regidor en Juchitán de Zaragoza, Hageo Montero López.

Fuerza necesaria para no caer frente a la inacción, frente a las omisiones institucionales, que en este caso particular han dejado pasar 265 días, cada uno de los cuales tiene para el funcionariado un significado distinto del que puede tener para mi familia y para mí.

Para el funcionariado se trata de un hecho fortuito que le sucede “al otro” o “a la otra”, al diferente, a quien no se reconoce. La otredad que nos hace desiguales,unos por poseer el poder y las y los otros por no tenerlo.

Ocho meses sin María del Sol quizá no representen nada para las personas que antes nombré, para quienes “dirigen” Oaxaca y este país, pero significa todo para mi familia, para quienes debemos sobrevivir sin ella y seguir pidiendo #JusticiaParaSol.

Soledad Jarquín Edgar

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