Los programas sociales no toman en cuenta la carga de actividades de las mujeres y se actúa pensando que en México los hogares son armoniosos

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Las mujeres en pobreza, en un callejón sin salida: Ana María Tepichin Valle 

Una gran dificultad actualmente es que no existe una desagregación efectiva de  pobreza y  género a la falta de  datos precisos

Elda Montiel 

SemMéxico. Cd. de México. 11 de febrero 2021.- Es necesario avanzar en el conocimiento de la pobreza desde un enfoque de género, para que los programas o transferencias condicionadas dirigidas a mejorar las condiciones de las familias, no reproduzca la carga de actividades para las mujeres y la violencia de género. 

Muchos de los programas sociales no funcionan porque están sostenidos por mujeres sobrecargadas de trabajo con múltiples responsabilidades en sus hogares. Además, en ciertas comunidades las mujeres beneficiarias son objeto de violencia de género por sus parejas y la comunidad.  

En opinión de la investigadora del Colegio de México, doctora Ana María Tepichin Valle, los programas sociales, en especial los dirigidos a las mujeres, deben ir acompañados con otras acciones de acompañamiento que permitan la flexibilización de la asignación de tareas, considere el uso del tiempo como un bienestar y el reconocimiento a la autonomía económica para que sean efectivas. 

La doctora Tepichi Valle participo con la conferencia “Género, Pobreza y Políticas Públicas en México” en el marco de la 2ª Jornada Aportes desde la Academia y la Sociedad Civil para erradicar la violencia contra las mujeres” organizada por el Instituto de las Mujeres del Estado de San Luis Potosí y la Fiscalía Especializada de Atención a la Mujer, la Familia y Delitos Sexuales. 

Con una experiencia de más de 20 años en el estudio de medición de la pobreza, violencia de género y política social, la socióloga refirió que no existe una desagregación efectiva de la pobreza en cuestión de género debido a que la metodología para su medición calcula por hogar, por lo que no es posible tener datos precisos sobre la dimensión de la pobreza de las mujeres ni de los hombres. 

Considera que se tiene que avanzar en líneas de investigación para el conocimiento de la distribución efectiva de los recursos al interior de los hogares, sin suponer que las necesidades de los integrantes son las mismas ni que los recursos se distribuyen equitativamente. 

Quienes realizan las políticas públicas suponen hogares armoniosos y pasan por alto las dinámicas de poder que se da entre los hogares, y que no todo es armonía, cuando deben entender que las unidades domésticas funcionan con base en jerarquías por género, edad y parentesco. 

Abunda la doctora Tepichi Valle, investigadora del Colegio de México, que los especialistas en antropología señalan que hay un contrato implícito de los miembros de una casa, se acuerda con un consentimiento no legítimo, no todos tienen voz, hay situaciones de desventaja que no están identificadas que tienen las mujeres. 

Pobreza diferencial 

También hablo de una pobreza diferencial que se origina por la desigualdad en la distribución de los recursos al interior de los hogares. Es una pobreza invisible, secundaria, que se da especialmente entre mujeres y ancianos.

Por otra parte, también se da la situación de que el ingreso femenino y el trabajo de las mujeres han ido adquiriendo cada vez más importancia para los miembros de los grupos domésticos, cuando los hombres encuentran mayores dificultades para conservar su papel de proveedores únicos. 

Lo que da paso a la existencia a un proceso de “feminización de la sobrevivencia de los hogares”, que han señalado otros investigadores, y que tiene que ver con que las mujeres multiplican sus tareas, combinan las tareas de cuidado del hogar y su familia con otras que les generan ingresos reducidos.

Detalló que la pobreza de las mujeres no está relacionada únicamente con el acceso de los recursos, ellas viven la pobreza de una manera más intensa y profunda.  Despliegan mayor energía por la diversidad de tareas que realizan, minimizan el derecho al uso del tiempo y viven la violación de sus derechos humanos.

Estas son las dimensiones que deberían tomarse en cuenta en los programas de combate a la pobreza para que sean efectivos, acotó.       

Programas sociales no contemplan la carga de trabajo de las mujeres

La doctora Ana María Tepichin sostiene que los programas sociales deben diseñarse de otra manera, cuando a los evaluadores se les señala la sobrecarga de las mujeres contestan que -si así fuera no participarían-. 

Entre los hallazgos a lo largo de su experiencia se encuentra, que la realización de los proyectos productivos es bajo, no impactan en el aporte económico para los hogares. Los proyectos son de poca envergadura. Los créditos son reducidos. 

Las mujeres compensan los bajos salarios con dobles o triples jornadas para mitigar el desempleo o subempleo masculino. 

Los proyectos buscan incrementar la productividad en actividades asumidas por mujeres. 

Les ofrecen alternativas reducidas para realizar actividades económicas, que en su mayoría son muy subvaluadas. 

Las mujeres minimizan el efecto que sobre sus vidas tiene la sobrecarga de trabajo y no perciben como un problema que su tiempo de recreación y descanso disminuye.  

También es cierto que las mujeres están dispuestas a seguir con la carga de trabajo con tal de que sus hijos tengan mayores oportunidades.

Se acuestan en la madrugada, se levantan de madrugada para dejar el desayuno hecho, no molestan a los esposos, incluso a ciertas mujeres les han enseñado a comer menos para que alcance para la familia, abundó. 

Por las pautas culturales a las mujeres no les gusta que los hombres participen en trabajos no remunerados porque sienten que ellas fallan en sus obligaciones

Violencia de género 

La situación de las mujeres en la pobreza es más crítica, hay aislamiento sobre sus actividades, no hay garantía de equidad cuando se sufre violencia, cuando no hay autonomía sobre sus decisiones, cuando no se tiene derecho a la propiedad de la tierra, cuando no se puede adquirir un capital importante. 

La investigadora del Colegio de México reconoce que estos programas si han tenido efectos positivos en cuanto a mejorar el nivel educativo de las mujeres jóvenes. 

Pero también es cierto que generan violencia en comunidades, donde al acercarse a las beneficiarias los comentarios van del: –me da permiso si no descuido mis labores-. –Como ya tienes bono ya no te doy dinero-, por lo que señala que los programas no desencadenan mejor posición para ellas en la jerarquía del hogar.

Las mujeres en pobreza no gozan del poder en sus hogares ni dentro de sus comunidades. La falta de autonomía no les garantiza participar en los proyectos. 

La socióloga también comentó, como en un proyecto de cultivo de nopal, todo el proceso se dio normal, pero un día antes de la cosecha encontraron quemada la siembra. Fueron los hombres de la comunidad por haber participado en actividades masculinas. 

Señaló que esto tiene su raíz en fundamentos socioculturales basado en el predominio de la heterosexualidad, los estereotipos de género y la desvalorización de lo femenino.   

Abundo que las relaciones sociales basadas en la diferencia sexual imprimen características particulares a la pobreza de las mujeres. 

La falta de poder de negociación de las mujeres es lo que genera al interior de los hogares las formas más extremas de violencia, ya que permea la idea de que los hombres son los que mandan. 

La violencia de género no es una condición única de las mujeres en pobreza, pero es un factor ligado en la desigualdad de género que las coloca en una posición diferente a la de los varones y actúa como un obstáculo de género para enfrentar la pobreza.

Las mujeres en pobreza están en un callejón sin salida, aseveró la doctora Tepichin, por lo que considero muy importante generar para ellas formas de autonomía económica, programas de apoyo productivo para mujeres en zonas rurales, promover el uso de tiempo como bienestar y descanso, crear empleos dignos, promover valores culturales que reconozcan y gratifiquen la actividad económica de la mujer. 

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