Reconocer el trabajo sexual autónomo e independiente como un derecho, pide activista transfeminista

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Elda Montiel 

SemMéxico. Cd. de México. 25 febrero 2021.- El trabajo sexual no es trata, no hay proxenitinismo, no hay compra-venta de cuerpos, hay intercambio voluntario de servicio sexual, hay una libertad del propio cuerpo. La persona decide qué hacer y cómo hacerlo, es la libertad de dos personas, refiere la doctora Livia Motterle, antropóloga e investigadora de las dinámicas e imaginarios de las trabajadoras del sexo en España y ahora en México. 

Magdalena Rebeldía, joven madre, trabajadora sexual autónoma e independiente, activista transfeminista, lo que quiere es poder trabajar en libertad, que la policía no la esté molestando, que no la obliguen a la clandestinidad.

Define su trabajo como cualquier otro, no vende su cuerpo, es el instrumento de trabajo como cuando se empleó como payasita o en una fábrica, la diferencia es que no hay un tercero que se beneficie con su trabajo.

En el Primer Conversatorio “Trabajo sexual, deseo y activismo” del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, Magdalena Rebeldía da testimonio de que se inició en este trabajo por necesidad económica hace cinco años, decidió ser dueña de su vida. 

No fue fácil, con la libido bastante alta y relacionándose con extraños, entonces algo que hacía por placer tomo una forma oscura al hacerlo por cobrar, fue mínimo lo que cobro porque no contó con la asesoría de una trabajadora sexual, tuvo vergüenza, y pensó que nadie sabía dónde estaba y si algo le podría pasar. Cuando terminó regreso a su casa en combi abrazando las medicinas que adquirió con el ingreso. 

Ahora es diferente, todos los cuerpos son capaces de recibir y dar placer. El deseo ya no se convierte en encuentros furtivos, el deseo se convierte en afecto. Cuenta que las feministas se burlan porque sus clientes no son hombres atractivos, algunos se convierten en amigos, la variedad es inmensa.

Lo mismo requieren sus servicios mujeres y hombres, jóvenes o de edad madura. Señoras lesbianas o jovencitas que quieren experimentar de 18 a 20 años. 

La pandemia las vino a afectar igual que a otros trabajos. No podían estar en la calle por el confinamiento, algunas rentaron departamentos entre varias, se cooperaron y compraron su termómetro de pistola. Otras se dedicaron vía on line, según sus recursos.  

También le duele que trabajadoras sexuales adultas son abandonadas por sus hijos e hijas, después de toda una vida en que les costearon la vida y la educación, y por vergüenza. 

Magdalena Rebeldía es activista, pertenece a un colectivo La Cooperativa de Putxs Autonómxas Mexicanas, es punk y anarquista. Esto último se cuestiona ella misma para ver si es congruente con lo que piensa y lo que quiere. 

Es una lucha anticapitalista y antisistema y lo alinea. Pertenece a una hermandad, a una sororidad, compañerismo donde prevalece el respeto a la persona. Concluye que si, finalmente es una apuesta por la libertad y por un derecho al trabajo asalariado.

También pide que ya no se use el término de “hijo de puta” de manera ofensiva y que terjmine la estigmartización, ya que cuando requieren asistencia médica y acuden a un centro de salud y saben a qué se dedican el trato es diferente, cuando como toda persona tienen derecho a la salud. 

Livi Motterle, investigadora postdoctoral en el CIEG, tiene más de nueve años estudiando la dinámica de las trabajadoras sexuales de España, y ahora en México. Señala que la sociedad no está acostumbrada a Hablar de trabajo sexual en términos de trabajo, que sólo significa que este es un intercambio siempre voluntario de servicios sexuales por dinero.

Existen dos tipos de feministas, las abolicionistas que ven el trabajo sexual sólo como sinónimo de trata y a las mujeres como víctimas. Y las feministas pro derechos que reconocen el trabajo sexual como trabajo, y que las trabajadoras sexuales aspiran al derecho al trabajo, a protección contra la violencia, a la vida sexual en la forma que cada una lo prefiera. 

La investigadora en base a los diversos testimonios señala que el trabajo sexual ayuda  a la gente  a disfrutar de su sexualidad, a tener orgasmos, como por ejemplo la gente con diversidad funcional. “Ayudamos a la gente a descubrir su fantasía y su deseo”, le han señalado.

Considera la investigadora que es tarea del feminismo, antes que los gobiernos, reconocer las trabajadoras como sujetas políticas, como aliadas, como cuidadoras. 

Que aportan mucho porque cuidan algo muy importante que es la sexualidad, tanto de las mujeres como de los hombres como de las personas trans. Las personas que hacen trabajo sexual tienen una perspectiva muy inteligente sobre el feminismo, sobre la inclusión, sobre los cuidados

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