La pandemia nos ha regresado a la casa: Rosario Ortiz Magallón

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  • La dirigente del Sindicato de Telefonistas describe cómo se desvanece el derecho de las mujeres para estar en el espacio público

Por: Sara Lovera

SemMéxico/El Sol de México. Cd. de México. 07 de marzo 2021.- Los derechos de las trabajadoras, siempre pospuestos, siempre en litigio, muestran hoy un panorama aterrador a causa de la crisis sanitaria. Se perdió todo lo avanzado en una década, tal como diagnosticó la Comisión Económica para América Latina (Cepal). Aterrador el impacto en el trabajo informal, aterrador el golpe a los derechos. Además está frenada la reforma laboral con perspectiva de las mujeres. Tampoco se ha conseguido el trabajo de decente.

Rosario Ortiz Magallón, dirigente del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, teje una conversación tupida de recuerdos, con un horizonte de la fragilidad para las trabajadoras de la industria maquiladora y describe cómo se desvanece el derecho de las mujeres para estar en el espacio público, un logro ligado a la autonomía, en ingreso y desarrollo, eje constructor de una relación familiar más igualitaria.

Muy alarmada dice que la pandemia nos ha hecho regresar a la casa, el teletrabajo que se ha convertido en una nueva forma de control laboral. Dice que la Cepal, concluyó lo que “nosotras ya lo sabíamos”, intuíamos, pero las sindicalistas y sus organizaciones no tienen herramientas para investigar toda la dimensión del impacto, de esa década pérdida, en apenas 12 meses.

La conversación es larga, va y viene en recuerdos, porque Ortiz Magallón, es activista hace 35 años cuando las mujeres de los sindicatos mexicanos se organizaron al margen de esas organizaciones corporativas y controladoras. Es decir crearon un espacio propio, por sus derechos, por la libertad para elegir representantes, que ya está en las reformas del sexenio pasado, pero detenido por la crisis sanitaria.

Luego dice que antes la pandemia del Covid-19, la proporción de mujeres en edad de trabajar, que efectivamente estaba en el mercado laboral en Latinoamérica era de 52 por ciento, al cierre de 2020 cayó a 46 por ciento. Eso significa una pérdida de lo avanzado en una década de inclusión laboral de las mujeres.

Con esa noticia de Cepal, inició la entrevista. La ex diputada que participó en varias reformas laborales, lamentó el retroceso en los derechos y en la participación laboral de las mujeres durante la pandemia. Es claro que en México se agudizo el empleo informal para las mujeres, enorme mayoría en ese sector, de pequeños emprendimientos, tienditas, puestos callejeros, venta en casa y casa por casa.

En detalle, la dirigente, fundadora de la Red de Mujeres Trabajadoras: – en una conversación que puedes escuchar aquí-, señala que la desigualdad se profundizó a partir de que las mujeres empezaron a trabajar utilizando las tecnologías de la información y comunicación, puesto que ellas no tienen la capacidad de compra del ancho de banda para poder utilizar eficazmente las computadoras.

Encima atender a la infancia, con la escuela y el envío de formatos necesarios para laborar en las empresas. Se detiene y explica, el ancho de banda es muy reducido, tiene fallas; se corta la imagen, no llega la voz, se distorsiona. Todo ello implica dinero.

Piensa que las mujeres deberían tener ingreso desde las empresas y las instituciones para adquirir un ancho de banda y una computadora con capacidad para acceder en el mundo del teletrabajo, que ahora se hace necesario en la pandemia.

Conocedora de que existe una Ley que dice que el trabajador o la trabajadora se puede desconectar, cuestiona: “¿Cómo me voy a desconectar? Si mi patrón me vigila, me controla con el celular, me vigila con la App que tengo en mi computadora. “Ve a qué hora me conecto, me desconecto. Ya no tengo la hora, ni la media hora para comer. Me conecto a la computadora a las 8 de la mañana o a la hora que tenía que ingresar, físicamente, en la oficina y, a partir de ahí, no me desconecto hasta las 10 o 12 de la noche”.

En el hilo de la conversación, interrumpido por las anécdotas de las demandas y propuestas, la sindicalista refiere que antes de la pandemia, las trabajadoras no tenían avances sustantivos a pesar del esfuerzo por tenerlos, no solo en el sindicalismo o una parte de él, sino que depende de la estructura organizativa patronal. Los patrones siempre arropados, construyen relaciones laborales fundadas en el regateo de derechos, eso incrementó del trabajo informal, por falta de confianza en las estructuras. Y en ese trabajo mujeres son mayoría. Incluso en espacios “formales” done no hay contrato de trabajo, ni prestaciones sociales, ni seguridad social.

Pero se muestra entusiasmada, porque ahora se está armando una campaña para promover el trabajo digno y la Promujeres sindicalistas, para empezar otra vez e incidir en el gobierno para la ratificación de este “portento”, promovido por la Organización Internacional del Trabajo. Hay oposición en los patrones y también de sindicatos tradicionalmente anti derechos de las mujeres, dice.

Autora de la “Guía sindical para la construcción de ambientes laborales libres de hostigamiento sexual”, dice que ello está como en una nube “como dijéramos con las nuevas tecnologías”, todo eso con el trabajo a casa, quedó en una nube. Y pone ejemplo: sabemos que tenemos derecho a vacaciones. En empresas formales, solicitas tus vacaciones, y te dicen -si o no se puede-. Pero, si estás incapacitada por Covid, entonces no se puede. “He visto empresas y trabajadoras que logran tener su periodo de vacaciones”, no completas, ahora las redujeron.

Luego habla de la actual administración, donde todo sugeriría que mejorarían las condiciones de trabajo. Dijo que no. Y ello porque no existe una visión con perspectiva de género. En la pandemia, no se ha logrado hacer el puente de transición para esos cambios. Entre otras cosas porque se rompieron los programas de atención a las mujeres, porque había corrupción. Así muchas trabajadoras quedaron en un espacio de protección social y laboral muy grande. Es claro para las trabajadoras del hogar, que se les ofreció incluirlas en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero sólo fue un ensayo y se convirtió en “un escalón más de la simulación. Tanto como eso de que tiene un gabinete paritario. Recordó que ser mujer, no garantiza una mirada de género.

Y aún con feministas muy reconocidas, con trayectoria, que están ahí, “tengo la impresión de que el cubre bocas para prevenir el virus ha sido colocado como el cubre bocas para no criticar lo que se considera que hay que mejorar” y no hay una ruta para hacer posible la crítica positiva que coadyuve a mejorar una política pública.

En las políticas públicas se está construyendo una imagen buscando ocultar la realidad, lo cual es imposible. Ahí están los datos de la Cepal. Criticó la falta de diálogo y el exceso de descalificación a las feministas.

En este gobierno, dice, “se están haciendo los ajustes estructurales del aparato de la política laboral” complicado, porque no es fácil desmantelar todo el aparato y reconoció que esa, antigua estructura nunca defendió los derechos de las y los trabajadores, donde las mujeres “nunca tuvimos validez para nuestros derechos y eran pocas las demandas que se interponían den la justicia laboral”, ahora menos. Y la pandemia dejó atrás todo lo que se ha buscado para la dignificación del trabajo. Rosario Ortiz Magallón, habló largo de algunos cambios en la estructura laboral y la incorporación masiva de las mujeres desde los años 80. Un sabor a historia, sustantivo.

Explicó que después del 2012, el gobierno de Enrique Peña Nieto, cierra con una reforma constitucional que abre la brecha para el tema de la democracia sindical y la contratación colectiva. Es cuando la mayoría de los sindicatos, junto con la sociedad civil vinculada y experta en el tema empezaron. Se lograron avances muy importantes para la reforma que nos rige.

Al concluir dijo, las mujeres “nos vamos a encontrar en una disyuntiva” que tenemos que organizarnos y tomar las riendas de la vida”.

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