Clave el activismo de las feministas en apoyo a las mujeres, niñas y personas LBTIQ+ en la pandemia

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  • Activismo en tiempos de pandemia elaborado por el Fondo de Mujeres del Sur (FMS): Bolivia, Uruguay y Argentina
  • Cambiaron  las prioridades y estrategias, para dar  centralidad a las acciones de contención y prevención comunitaria.

Elda Montiel

SemMéxico, Cd. de México, 11 de mayo 2021.- La crisis sanitaria y económica que se profundizó durante la pandemia del covid-19 puso de relieve, de manera insoslayable, las brechas de género y peligraron algunos logros en materia de derechos humanos conseguidos en las últimas décadas en América Latina.

La crisis sanitaria mostró que el activismo incesante de las organizaciones feministas juega un rol clave para dar voz a las mujeres, niñas y personas LBTIQ+, y extienden una red solidaria en  apoyo a la emergencia.

Destaca el informe “Activismo en tiempos de pandemia” elaborado por el Fondo de Mujeres del Sur (FMS), que es una fundación que, desde el 2007, brinda apoyo financiero y acompañamiento a organizaciones que promueven los derechos de las mujeres y personas LBTIQ+, principalmente en Argentina, Uruguay y Paraguay.

Fueron las agrupaciones, organizaciones y redes feministas quienes estuvieron atendiendo las necesidades de las mujeres y personas LBTIQ+ en la emergencia a pesar de las condiciones negativas para el activismo, se señala.

Reconoce el informe que tuvieron que cambiar las prioridades y estrategias al darles centralidad a las acciones de contención y prevención comunitaria, y las prácticas de cuidado de las propias activistas, sin por ello relegar el monitoreo de las políticas públicas en la emergencia.

El impacto negativo de la pandemia del covid-19 sobre las condiciones para el

activismo en general se agudizó para aquellas personas expuestas a múltiples situaciones de desigualdad, por su clase, raza y etnia o identidad sexogenérica.

Las medidas adoptadas por los gobiernos de la región, repercutieron en las precondiciones para que las organizaciones feministas y de la diversidad pudieran desarrollar su activismo, como las medidas de aislamiento y distanciamiento social, particularmente las restricciones a la libre circulación, lo que represento un desafío para sostener el trabajo organizativo, de movilización y de participación en procesos de deliberación y toma de decisiones.

Así como la sobrecarga de tareas de cuidado para las mujeres durante el aislamiento obligatorio, producto de la división sexogenérica del trabajo, también afectó la disponibilidad para el activismo.

Cuidados

En materia de cuidados, en Argentina el 51 por ciento de las mujeres vieron intensificada la carga de tareas de cuidado durante la cuarentena, sobre todo en torno a la limpieza de los hogares y personas a cargo.

En Uruguay, aunque en términos porcentuales varones y mujeres incrementaron de manera similar su carga de trabajo no remunerado durante la pandemia, en términos absolutos la brecha de género en horas promedio diarias de trabajo no remunerado creció de 3.0 a 3.5 horas, es decir, se amplió 30 minutos. También, el porcentaje de mujeres que declaró sentirse muy o bastante sobrecargada por las tareas del hogar desde la llegada del coronavirus es cinco veces mayor al de los hombres; 20 por ciento y 4  por ciento, respectivamente). Para Paraguay, no se encontraron datos específicos sobre uso del tiempo.

A ello se sumó la agudización del desgaste psicofísico, el alto riesgo de contagio para las activistas (y sus familias o convivientes) en la primera línea de respuesta comunitaria, y el riesgo aumentado de sufrir violencia institucional como consecuencia del incremento de los controles policiales sobre la circulación.

Con respecto al empleo, las mujeres se vieron particularmente afectadas en los tres países. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Argentina las mujeres están sobrerrepresentadas en las ocupaciones relacionadas con la atención a las víctimas de la pandemia, así como en los sectores más perjudicados por las restricciones a la circulación (comercio, turismo, hotelería, entre otros).

A su vez, aquellas personas que trabajan en la informalidad no pudieron sostener ingresos estables más allá de algunas medidas de transferencia directa implementadas oportunamente desde los gobiernos, pero limitadas en su alcance y magnitud.

Quizás el caso más visible fue el de las trabajadoras domésticas –que representan el 17 por ciento de las mujeres asalariadas del país pues el 75 por ciento de ellas no están registradas.

Reconfiguración del activismo

Todas estas circunstancias obligaron a una reconfiguración del activismo para adaptarse a la situación de emergencia.

Fue posible identificar dos momentos durante el año 2020: uno inmediato, de flexibilización de recursos, ya que se dio libertad para reasignar los recursos para respuestas comunitarias; y otro para la reasignación de partidas presupuestales para fortalecimiento de los movimientos feministas de la región ante la emergencia sanitaria.

El FMS tuvo que actuar rápidamente para garantizar la continuidad de su apoyo y responder a las demandas que fueron emergiendo, ya que la profundización de la crisis económica repercutió sobre los ingresos y la sostenibilidad de las organizaciones, y supuso otro desafío importante para el activismo.

Como complicaciones bancarias para acceder a los fondos, limitaciones para la realización de campañas de movilización de recursos, incurrimiento en gastos imprevistos, y hasta la posible modificación en las prioridades de donantes en detrimento de los derechos de las mujeres, niñas y personas LBTIQ+.

 La crisis también afectó los ingresos de las propias activistas, tanto de las que hacen un trabajo rentado como de las voluntarias que dependen de otros empleos, limitando así su autonomía económica y las posibilidades de dedicar tiempo a estos espacios.

Varias organizaciones reforzaron los fondos para infraestructura (internet) y adquirieron dispositivos como celulares, grabadoras y computadoras, para poder garantizar su comunicación. También, en el caso de las poblaciones más afectadas económicamente, subsidiaron las recargas de celulares para facilitar la participación en capacitaciones virtuales, acompañar a mujeres en situación de violencia y a lideresas en territorios aislados.

Sin embargo, la virtualidad no está exenta de desafíos y puede ser una barrera, por la falta de dispositivos o de familiaridad con las aplicaciones que facilitan la participación, o por la falta de acceso general a infraestructura y conectividad, producto de la brecha digital existente.

La mayoría de las organizaciones reorientaron parte de sus recursos para acompañar materialmente a sus integrantes y a las comunidades con las que trabajan, por medio de la provisión de insumos básicos como productos de higiene y alimentos, a fin de mitigar los impactos más dramáticos de la pandemia en sus entornos inmediatos.

También la difusión de información confiable sobre recursos institucionales existentes para mujeres en situación de violencia de género o para las que calificaban para ser beneficiarias de ingresos de emergencia brindados por los estados.

El acompañamiento psicológico emocional y el autocuidado también fueron estrategias centrales entre las organizaciones, tanto hacia las comunidades con las que trabajan como para las propias activistas.

Estas estrategias de cuidados están atravesadas por la idea de sororidad, propia del feminismo, caracterizada por lo vincular y lo colectivo. Algunas organizaciones han informado sobre contagios y situaciones límite entre promotoras comunitarias y activistas y sus entornos más próximos, como es el caso de integrantes de la Red de Mujeres de La Matanza (Argentina).

En Bolivia, el Centro de Capacitación e Investigación de la Mujer Campesina de Tarija (CCIMCAT) distribuyó semillas de verduras y hortalizas para contribuir a la seguridad alimentaria a través del armado de dos huertas comunitarias. La Asociación de Mujeres de la Provincia de O’Connor – AMPRO, las mujeres de la Asamblea del Pueblo Guaraní de Yaku-Igue y de la Integración de Mujeres Organizadas del Municipio de Bermejo – INMUOR, además de acercar alimentos secos, compraron semillas y material de bioseguridad.

El Sindicato de Trabajadoras Domésticas de Itapúa (SINTRADI, Paraguay) distribuyó kits con productos de higiene personal y alimentos para acompañar la situación de 61 compañeras impedidas de trabajar por las medidas de aislamiento obligatorio, y la Asociación Panambí (Asunción, Paraguay) hizo lo mismo con más de trescientas personas trans de diferentes ciudades. Damas de Hierro (Jujuy, Argentina), que también trabaja con personas trans, además de donar alimentos

Es importante destacar que este acompañamiento material en la emergencia se hizo desde un abordaje feminista: se articula con un trabajo de protección y concientización sobre derechos, de armado de redes y de promoción de los valores de sororidad y cuidado. Con ello, generar una respuesta comunitaria que permitiera a las mujeres y personas LBTIQ+ saber que no estaban solas, aun en épocas de aislamiento y emergencia, permitió a las organizaciones posicionarse políticamente como actoras clave y con capacidad de respuesta en un contexto de extrema complejidad.

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