La sacrosanta muerte

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Mujeres y política

Mujeres y política

Soledad Jarquín Edgar

Soledad Jarquín Edgar

SemMéxico, 31 octubre 2016.- Ya lo dijimos y lo repetimos: México es la gran necrópolis gobernada hace unos años por el señor de la guerra Calderón, el Ares mexicano, que hacía las veces del Hades mexicano. El primero dios de la guerra y el segundo dios de la muerte, ambos griegos.

Hoy, para no repetirnos, creo que México entero es un Mictlán.

A propósito de estos días, estamos frente a un escenario de dolor y de terror, solo podrían decir lo contrario quienes por fortuna no han sido tocados por la violencia, que para desgracia del pueblo son cada día menos personas.

Peña Nieto, ciertamente, no parece ser el señor de la guerra, ese papel lo jugó bien el señor Calderón cuando abrió la llave de donde chorreó sangre, y no pudo medir las consecuencias de un sistema nacional de seguridad pública formado para reprimir al pueblo y abusar de las mujeres. Llámese como se llame.

Sin embargo, el actual presidente es un Mictlantecuhtli, un señor de la muerte, porque no ha podido detener la masacre. Y aunque no es el responsable directo, es el responsable del país, de las buenas políticas públicas, de elegir a un funcionariado honesto…en fin, de las buenas prácticas gubernamentales cada día más ausentes.

México no es un país en guerra pero suena como si estuviera en ella. En especial para el caso de las mujeres. Todos los días desaparecen mujeres de un estado o de otro. A veces regresan y cuentan historias terribles como la que narró hace unos días Kimberly, estudiante de 17 años que logró escapar de sus captores y pudo regresar a su casa en Oaxaca, Tuxtepec, para denunció que otras mujeres estaban en la misma condición que ella.

Y qué decir de las mujeres que aparecen tiradas al filo de una carretera, de un basurero, de un camino de terracería o que son asesinadas en su hogar por sus parejas. Son miles. En Puebla ya van más de 70 este año; en Oaxaca son 105, las últimas nueve ocurrieron solo en lo que va de octubre. Y en el sexenio de Gabino Cué Monteagudo que ya está por terminar, la cifra es terrible, 644 mujeres fueron asesinadas.

En el Estado de México se habla de una alza imparable, en Veracruz es otro rosario de víctimas de la violencia machista, en Guerrero y Chiapas la cuenta también es estremecedora mientras su gobernador huye, en fin, es de Norte a Sur y de Este a Oeste, exceptuando –según versión del gobernador de Aguascalientes- el resto de las entidades del país viven la tragedia del feminicidio, la máxima expresión de la violencia machista contra las mujeres.

La estadística nacional indica que al menos seis mujeres son asesinadas cada día por el hecho de ser mujeres y eso pone a México entre las 20 entidades del mundo con más problemas. Y como hemos planteado, una y hasta cien veces, esta condición tiene que ver con la falta de respuesta oportuna de las autoridades que procuran justicia, de quienes investigan y de quienes previenen la comisión de estos delitos, por dos cosas fundamentales: la omisión y la impunidad, cuya base de operaciones está en la costumbre, profundamente arraigada o visiblemente ejercida.

Pero hay más irracionales cuentas macabras en México que viven las mujeres. Una de ellas y que se palpa en entidades como Oaxaca, donde el sistema de salud pública está quebrantado, en aras del enriquecimiento siempre ilícito y muy sin vergüenza. A diferencia de otras entidades, en ésta, no hay un hospital de la mujer, pese a que el edificio, la obra negra, se dejó concluida desde el sexenio del terrible Ulises Ruiz. Así que las mujeres se mueren de lo que sea en este quebrantado estado mexicano, donde hay dos clases: la de los políticos que se enriquecen y desparecen del mapa, sean del partido que sean. La otra clase es la gente no política que tendrá que mirar su horizonte como mejor pueda.

Así que si de altares de muertos hablamos en este país, nos sobran razones para invocar y provocar que en estos días se preserve la tradición de honrar la vida a través de la muerte. Nuestras y nuestros antepasados no se explicaban la muerte…creo que hoy, a pesar de la ciencia, a pesar de las leyes, a pesar todos los avances científicos y tecnológicos, nosotras tampoco nos explicamos el asesinato de tantas mujeres en México y que no haya una sola política, efectiva, real, contundente, a través de todos los espacios de publicidad, de los medios de comunicación, a través de la escuela, de las redes sociales, nada…lo que hay son muchos esfuerzos y todos pulverizados, tantos que de todos no se hace uno.

Y que decir de la muerte que la violencia política, de los cacicazgos, de los poderes fácticos han provocado en los últimos años entre las y los periodistas, convertida esta profesión en (una) de la más peligrosas en México: ahí tenemos las cifras de Comisión Nacional de Derechos Humanos 107 hombres y 12 mujeres profesionales de la comunicación, la información y el periodismo han sido asesinados desde el año 2000; 20 más están desaparecidos, 18 hombres y dos mujeres; 50 atentados contra medios de comunicación desde el año 2006; otros 29 contra personas defensoras de derechos humanos, 16 hombres y 13 mujeres, y otras cuatro personas, tres de ellas mujeres, desde 2009.

A ellas y a ellos les dedicaremos las ofrendan en este México-Mictlán

@jarquinedgar

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