Historias de la ciudad

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La república feminista

Una persona que no tiene poder sobre su vida no tiene otra cosa más que miedo

Rita Imelda Fernández

SemMéxico, Cd. de México, 18 de diciembre 2017.- La realidad de nuestro país es tan compleja que resulta imposible escribir todas las cosas que están sucediendo. Las palabras no alcanzan para relatar la crisis de derechos humanos y violencia en la que estamos sumergidos.

Es tanta nuestra tragedia que hemos aprendido a convivir con la desgracia. No importa cuántas notas de fosas clandestinas se lean, o de casos de corrupción, o de impunidad o si nuestra libertad de expresión está condenada, ya nada importa.

Rita Sagato dice que cuando una persona no tiene el poder de controlar lo que sucede sobre su vida no tiene otra cosa más que miedo, miedo de quién decida sobre nuestro destino. Un miedo que se nos ha metido en los huesos, en el alma, en la corteza cerebral, en las tripas. Un miedo que nos ha obligado a la resignación, el principio católico para aceptar cualquier tipo de
situación porque ya no hay alternativa porque algo demasiado malo debimos hacer para merecernos lo que vivimos y si no lo hicimos es nuestro destino, nos tocó esto, la posibilidad del albedrío está vedada.

Por eso en esta ocasión quise escribir algunas conversaciones reales de las últimas semanas, que muestran mucho mejor de lo que yo podría escribir cómo vivimos la violencia, la pobreza, la desigualdad y sobre todo la desesperanza aprendida.

I. En el camión de la ruta 1
-Qué bonito es su bebé. Tápelo bien, hace frio.
-Sí, lo traía bien tapado, pero se descobijó.
-Claro. Pero tápelo bien porque son chiquitos y ya ve que son de más cuidado cuando se enferman.
-Sí, ya se me enfermó, pero pues hay que salir a trabajar, no hay de otra y no tenía con quien dejarla.

II. En las calles de la Isidro Fabela
-Ayer se enteró la familia, pero están muy mal.
-¿Por qué?
-Les entregaron el cuerpo muy mal, estaba como descuartizado, no sé algo así muy feo, no lo reconocían. No sé si ir a visitarlas de una vez.

III. En un tianguis de Coyoacan

-¿Y su hija?
-Ya está mejor, ya les van a reconstruir la escuela
-¿Y si les dieron atención psicológica?
-Bueno, mi niña está respondiendo unas preguntas por internet para ver cómo está y salió bien. Aunque aún se asusta y a veces llora, y la abrazo para que se calme.

IV. En el metrobús
-Ay a poco sí, ¿un viejito?
-Sí. Un viejito cochino venía detrás de mí repegándoseme.
-¿Y luego qué hiciste?
-Pues dudé primero, pero sí, y luego se vació el vagón y se quitó. No me dio tiempo de hacer nada. Por eso ya no quiero estar cerca de los viejitos. No todos han de ser unos cochinos, pero por si las dudas.

V. En una cafetería de Tlalpan
-¿Te enteraste de lo de Claudia?
-No, ¿qué?
-Asaltaron el negocio de su papá y lo mataron, no les importó que ya les había dado el dinero, todo lo que pedían.

@RitaIFdz

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