Buscar la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes en contextos migratorios

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Las niñas y adolescentes migrantes pueden solicitar asilo, no lo hacen por desconocimiento.

Elda Montiel

SemMéxico. Cd. de México. 25 de junio de 2019.- Las mujeres, niñas y adolescentes que sufren un desplazamiento forzoso que las obliga a cruzar una frontera internacional por temores fundados de que su vida, libertad o seguridad están en riesgo, tienen derecho a solicitar y recibir asilo.  

En México 1 de cada 3 personas que ingresa por la frontera sur es una niña, niño o adolescente, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Migración.

En los primeros cuatro meses de 2019 se han presentado ante la autoridad migratoria 15,509 personas menores de 18 años acompañadas y no acompañadas, de la cuales 2,634 son niñas y 9,275 son niños.

De acuerdo a la misma fuente, en el 2018 pidieron asilo 12,032 mujeres y 3,382 niñas según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR).

Solo 332 niñas y niños no acompañados accedieron al proceso de asilo. Se estima que al menos 102 niñas no acompañadas pidieron asilo, las demás tal vez no se enteraron de que tenían derecho a hacerlo o siguieron su camino a pesar de saberlo, confiando en las promesas de los polleros (traficantes de personas).

La situación que viven las mujeres, niñas, niños y adolescentes migrantes lo ejemplifica muy bien el relato de “María”, adolescente de 14 años, deja a su abuela en Honduras, y migra para no ser víctima de las maras; ya en México, está en espera de que el gobierno mexicano le resuelva sobre su solicitud de asilo.   

Margarita Bonilla Portillas, oficial de Protección con Base Comunitaria del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) México, reconstruye, en una María ficticia, los perfiles de las mujeres y niñas refugiadas que llegan a nuestro país por la inseguridad de su entorno y su condición de mujer que las hace más vulnerables.

En el suplemento TODAS del mes de junio de INMUJERES, en el artículo ¿Quiénes son las mujeres y las niñas refugiadas en México? se destaca la importancia de reconocer la violencia de género como un factor decisivo de expulsión para las mujeres y las niñas, lo que hace que sus caminos y rutas incluyan de igual manera vejaciones a sus derechos, ya sea viajando solas o en colectivo.

En el relato de María esta vulnerabilidad de ser mujer, las obliga a cortarse el pelo, y vestir ropa holgada para no ser atractivas. A pesar de lo peligroso de la travesía se aventuran al igual, que otras madres con hijos, hermanas, hijas y sobrinas que aguantaron la inclemencia del clima y la dificultad de la ruta con decisión.

“Unas vienen acompañadas con los que dicen ser sus maridos, otras se treparon a la bestia (el tren), y otras, se despidieron en el camino de la mano de algún pollero que les prometió trabajo en el Norte, que nunca explican bien de qué se tratan estas ofertas”.

En una travesía donde las semanas parecen meses, se acostumbran a compartir el lugar para dormir con gente que no conocían, y piensan que el miedo quedo atrás. Mientras trataban de adaptarse a las rutinas en detención, María y otras niñas fueron llamadas para hablar con la Procuraduría de Protección de Niñez.

Luego de esas conversaciones, en la estación recogieron sus pocas pertenencias y se despidieron de las personas que conocieron en el camino. A María se la llevaron a un albergue de niñas para definir cuál va a ser su situación en el futuro.

Días después supo que dos de las mujeres y un muchacho que la acompañaban en la estación migratoria desaparecieron justo después de haber salido.

La infancia, sometida a labores domésticas y el inicio de la adolescencia, amenazada por las maras.   

Otra realidad es las de las niñas sometidas a trabajo doméstico sin paga y abuso, sin una familia que las proteja, y expuestas a la violencia de las maras en Centroamérica.

Ante tal contexto, las expertas y los expertos han realizado análisis y emitido recomendaciones y observaciones prácticas que buscan poner en el centro la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes en contextos migratorios, tanto en los países de tránsito, como en los de destino y origen.

Esta violencia, la de las pandillas de las maras, está omnipresente en muchas comunidades del norte de Centroamérica, donde los niños y niñas son víctimas de reclutamiento forzado, abuso e incluso asesinato.

Entre 2008 y 2016, en Honduras, por ejemplo, aproximadamente un niño murió cada día por homicidio.

En el artículo “Nuevas Oportunidades y nuevos retos para niñas buscando protección internacional”, dan cuenta Rosalba Elizabeth Rivera Zúñiga, del Instituto para las Mujeres en la Migración, y Sair Daniel Pinilla Martínez, coordinador de Aldeas Infantiles SOS México, de la historia de Yareli, una adolescente que llega a la ciudad de México, como parte de una de las caravanas, sin la meta clara de llegar a Estados Unidos, sino más bien en busca de un espacio seguro y de libertad.  

La historia de Yareli, es la de ser la menor de cinco hermanos, no conoció a su padre y vivió con su mamá hasta los cuatro años, cuando esta decidió casarse y vivir en El Salvador con su nueva familia.

Queda al cuidado de sus tías, pero por la situación económica precaria, desde los seis y hasta los 12 años paso su infancia trabajando en labores domésticas sin recibir remuneración alguna y sometida a maltrato con una familia. Posteriormente vuelve con su madre sólo para que el esposo de esta intente abusar de ella, y como su madre no le creyó tuvo que regresar a Honduras.

Consigue trabajo en una cocina y es “invitada” por pandilleros de la zona a incorporarse a su grupo para consumir y vender droga, como no acepta, la amenazan con secuestrarla e incluirla en las filas de la prostitución. Entonces, cuando comenzó el rumor de una salida masiva de hondureños hacia los Estados Unidos, ella se integró a la caravana, ya con 16 años.

La adolescente fue identificada en noviembre por parte del equipo del Instituto para las Mujeres en la Migración, A. C. (IMUMI) en el Deportivo Jesús Martínez “Palillo” en la Ciudad de México, espacio habilitado como albergue para las personas que venían en un éxodo masivo en caravana durante 2018.

Ella estaba acogida de manera eventual con una familia que había conocido durante el tránsito desde Honduras a México, y con la cual se sentía en confianza. A partir del dialogo con Aldeas Infantiles SOS México se le ofreció la opción de ser acogida temporalmente en su programa de acogimiento familiar en la Ciudad de México.

Persecución por motivos de género

Carmina, adolescentes transgénero hondureña, como tantas otras mujeres, ha recorrido un laberinto jurídico para hacer valer sus derechos que le fueron negados desde que recuerda, como el derecho a una nacionalidad, el derecho a la identidad, el derecho a vivir una vida sin violencia, el derecho al libre desarrollo de la personalidad.

Se habla de una feminización de la migración, esto quiere decir que, por distintas razones, se ha registrado un aumento de las mujeres en los flujos migratorios.

Cabe aclarar que, sin duda, las mujeres son ahora más las emprendedoras de los proyectos migratorios que antes, y es hasta estudios más recientes donde se reflejan los datos con perspectiva de género y eso ha visibilizado este fenómeno.

Para Ana Mercedes Saiz, directora general de Sin Fronteras, organización que tiene 22 años en favor de las y los refugiados, muchas de estas mujeres que huyen de su país por motivos de género, deberían ser protegidas por el gobierno mexicano como lo establece la Constitución y la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político.

En el artículo “Huir para salvar la vida, la realidad de miles de mujeres en México”, señala que 7 de cada 10 mujeres, niñas y jóvenes migrantes son abusadas sexualmente durante su paso por México.

En el destino, las niñas y adolescentes migrantes enfrentan abusos y explotación laboral en el trabajo doméstico, el trabajo agrícola, el trabajo sexual y el comercio informal.

Aunado a lo anterior, pueden ser detenidas, llevadas a una estación migratoria y regresadas a sus países de origen sin una evaluación individual que asegure que su vida o integridad no está en riesgo al ser devueltas y sin haberles informado sobre sus derechos.

La persecución por motivos de género es una de las categorías protegidas por la ley mexicana y se acepta como causal para pedir asilo o protección internacional.

Tal es el caso de Carmina, hondureña, quien llegó a la organización “Sin Fronteras IAP” después de que desde pequeña sus padres no la aceptaban por ser una persona transgénero. No fue registrada y fue dejada con unos tíos que la maltrataban por su condición. Ella toma el valor de venir a México en busca de una identidad y de protección.

Sin embargo, la respuesta negativa de las autoridades para reconocer su condición de apátrida agravó su situación en 2015 al haber adquirido una discapacidad visual y el ser apátrida les impedía el acceso a tratamientos médicos.

Una mujer puede ser objeto de ataques y situaciones de grave discriminación simplemente por el hecho de ser mujer. Los motivos más frecuentes pueden ser huir de una situación de violencia generalizada, de violencia intrafamiliar, de un matrimonio forzoso, por riesgo a ser víctima de crímenes de honor -muchas veces perpetrados por la propia familia- generados por un embarazo o alguna situación que traiga “vergüenza” a la familia, su orientación sexual o identidad de género, o estar en riesgo de ser víctima de trata.

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