Resulta que el joven Ovidio no le hizo caso a su abuelita doña Consuelo y, por no portarse bien, que me lo pepenan en la madrugada del jueves 5 de enero, horas antes de la llegada de Los Reyes Magos.
Conocí el mar en mi adolescencia tardía; fue en diciembre. Hoy, la Nochebuena y usted y ustedes y esos días de aventura previos al sacro arrullo del Niño Dios y la posada en la 513, con las y los vecinos que armaban la coperacha y había de todo, hasta madrazos.
Fue domingo, hace seis años, Yaz.
Terca memoria que te tiene todos los días presente para bien de mi ánimo que de pronto flaquea; aquí, allá, en los detalles, en la nostalgia de nuestras reuniones.
¿En qué nos quedamos? ¡Ah, sí! Su Alteza Serenísima y su círculo de la Mafia del Joder lo presumen un día sí y otro también porque se creen los más chingones de la pradera, ni cómo olvidarlo.