Alfa Omega| Curiosidades navideñas, historia y leyenda. La primera posada en Acolman, 1587

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El nacimiento en una montaña rocosa. San Bonifacio y el árbol de navidad. Es de origen holandés Santa Claus

Jorge Herrera Valenzuela

Para Todos los que me hacen el favor de leer mis Comentarios Periodísticos, reciban un afectuoso abrazo y un cordial saludo. Deseo que disfruten esta Nochebuena una Familiar Cena y pasen una Feliz Navidad.

SemMéxico, Ciudad de México, 26 de diciembre del 2022.- Año con año, desde los años cuarenta participo en la celebración de las fechas navideñas. Tuve, con mis hermanos Arturo y Luis -más adelante con Almita- muchos gratos momentos porque nuestro papito, Gonzalo, nos hacia nuestros juguetes y mamita, Maty, nos preparaba rica cena.

En el inicio de los años sesenta mi esposa, Esther Lilia Navas Ruiz me dio a nuestro primer hijo que, obvio, Jorge no supo que vivió su primera Navidad. Apenas tenía 54 días de nacido. Luego llegaron Lilia Georgina, Claudia Leticia, el olímpico José Ramón y en el comienzo de los ochenta, Trizia Esther. Hermosa Familia, a la que ahora se suman siete nietos, tres nietas y dos más, Lola y Karen,  esposas de nuestros nietos mayores.

Además Marco Antonio Farías Valdés, esposo de Claudia; Isabel Granados Trujeque, esposa de José Ramón; David Sada, pareja de Trizia.

Desde siempre nos reunimos, un año, en la Cena de Navidad y en la correspondiente a la de Año Nuevo, en otro. Saboreamos los exquisitos romeritos y el bacalao, guisos que elaborada la mera mera de la casas, Mane. Hay otros manjares, vinos, licores y postres. 

Al paso de los calendarios, surgieron muchas preguntas en torno al origen de las tradiciones y costumbres de las festividades y me dispongo a dar respuesta con base en crónicas y apuntes de antaño.

La temporada navideña coincide con el Solsticio de Invierno. El pasado miércoles 21 tuvimos el día más corto, la noche más larga y del más intenso frío, en el 2022. Este fenómeno se da cuando el Sol alcanza su máxima declinación de Norte a Sur en relación con el Ecuador. Agradezco la colaboración de la licenciada Adriana Castillo Román.

En nuestro calendario, el Gregoriano, diciembre es el mes número 12 y en uno anterior de solo diez meses también era el último. El nombre tiene su origen en el vocablo latino, “decem” que a su vez se deriva de “december o decembris”. Diciembre es del aura dulce en el ambiente y le corresponde el signo zodiacal Capricornio.

Las tradicionales posadas

La tradición de “Las Posadas Navideñas” parte del peregrinaje de nueve días que realizaron María y José para llegar a Belén, donde nació el Niño Jesús. Recordemos que esta etapa abarca de la mañana del 16 de diciembre a la noche del 24. La virgen y su esposo emplearon un burro, que montó quien iba a dar a luz al salvador de la humanidad, como lo sabemos los católicos.

En esos días fueron llamados peregrinos. Al anochecer la pareja se aproximaba a la puerta de una casa y pedía posada. Solicitaban descansar y dormir. Caminaban de pueblo en pueblo. Habían salido de Nazaret. 

Con la llegada de los españoles a Tenochitlán, los frailes franciscanos al emprender la evangelización de los mexicas, desaparecieron el culto al dios Huitzilopochtli que cumplían, de acuerdo con sus costumbres, del 6 al 20 de diciembre.

En diciembre de 1587 tuvo lugar la primera posada y su escenario fueron los patios del Convento de San Agustín, en Acolman, poblado del hoy Estado de México y camino hacia las Pirámides de Teotihuacán.

En ese Convento los frailes Agustinos introdujeron la piñata. Utilizaron una olla grande, de barro, cubierta con papeles de colores. La rellenaron con frutas. Niños y adultos, con los ojos vendados, tomaban un garrote, la piñata colgada en un lazo y en movimiento, “la rompían”. La concurrencia se arrojaba al piso para “ganar” naranjas, cacahuates, cañas, limas.

Sixto V dio autorización

Hay documentación donde se asienta que la piñata tuvo su origen en China, en el Siglo XIII. Eran figuras de animales rellenas de semillas. Los mandarines las destrozaban a golpes, en el inicio del Año Chino.

Los mexicas al finalizar el año rendían culto a su dios del Sol y de la Guerra, Huitzilopochtli. Cubrían con plumajes una olla de barro forrada con papeles de colores que pegaban y depositaban objetos de valor. La rompían con un palo grueso y los objetos eran para poner una ofrenda a su Dios.

Cuentan que Fray Diego de Soria reunió a las familias de Acolman para platicarles del peregrinaje del padre y madre de Jesús. Los invitó para representar una procesión y pedir posada. Hubo cantos, letanías y tal vez villancicos. Al frente iba un matrimonio sosteniendo, sobre un tablón, las figuras de la virgen María y San José. Quienes los seguían llevaban una vela encendida, las mujeres cubrían con un velo su cabellera y los hombres sin sombrero.

El Papa Sixto V autorizó que durante nueve días Fray Diego oficiara una misa durante los días antes señalados. Pronto se corrió la voz del evento católico que por algún tiempo solo se hacía en las iglesias. Posteriormente las procesiones se organizaban entre las familias. Tras recibir a los peregrinos, había rezos. Los anfitriones, vecinos del barrio, de la colonia, del pueblo, ofrecían ponche calientito, de frutas. Algunos repartían tamales, otros sopes.  

Romper la piñata, repleta de diversas frutas, era, muchas veces, la parte final del festejo.

Hace siglos el primer nacimiento

Sobre una loma rocosa fue montado el primer nacimiento. Finalizaba el año 1223. El sitio elegido, la ermita de Greccio, entre Roma y Asís, cerca de Rieti.

San Francisco de Asís, animó a frailes y feligreses para construir con paja una casita, el pesebre que rellenó con heno, para recordar el nacimiento del Niño que llevaría por nombre Jesús, el salvador de los pecadores, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.

El creador de la Tercer Orden Franciscana hizo realidad un proyecto que, al paso de los años, cobró naturalización en todo el mundo católico. El iniciador de la tradición contó con la colaboración de los lugareños, quienes formaron parte del escenario representando a María y a José. La crónica señala que hubo un buey, una mula o un burro. La noche del 24 de diciembre un bebé fue acostado en el rudimentario pesebre.

En Europa se arraigó la costumbre. Se hicieron figuras de madera, de cera y de otros materiales. Empezaron a colocarse adornos y luces. En un principio los nacimientos también fueron conocidos como “belenes vivientes”,  pero el término desapareció.

Mis fuentes informativas aseguran que los friales franciscanos que llegaron a Tenochtitlán trajeron la tradición e impulsaron las posadas.

La  creatividad,  el ingenio, la imaginación y hasta la fantasía se reflejaron en los trabajos artesanales de Tzintzuzan, Michoacán; Metepec, Estado de México, Amayaltepec y Tolimán, Guerrero y en San Pedro Tlaquepaque, Jalisco. La aportación de esos artesanos ha trascendido nuestras fronteras.

En toda la República encontramos los nacimientos navideños. Se organizan concursos para premiar a los calificados como extraodinarios. Hay una Familia en la Colonia Militar Marte, al Sur de la Capital Mexicana, que hace más de medio siglo pone un nacimiento en amplio espacio y que durante diciembre recibe, diariamente, a cientos de visitantes. Hay otros más en diversas zonas capitalinas, incluyendo el que arman las autoridades de la Ciudad, en la Plaza de la Constitución.

Hace 11 años en el estacionamiento del Estadio Azteca, el gobierno del Distrito Federal montó el Nacimiento más Grande del Mundo. En una área de casi 20,000 metros cuadrados, reprodujo la Ciudad de Belem de hace dos mil años. Fue tan extraodinario el trabajo que colocó 57 escenas con figuras talladas en madera, elaboradas con plástico y papel cartón. Tuvo más de mil figuras, así como reproducción de burros, borregos, gallinas y otros animales.

La inauguración estuvo a cargo del entonces gobernante capitalino, Marcelo Ebrard que al cortar el listón, la noche del 7 de diciembre, estuvo acompañado por su esposa Rosalinda Bueso. El espectáculo estuvo abierto al público hasta el 7 de enero de 2012. Primera y única vez del suceso registrado en el Libro de Record Guinness como el Más Grande del Mundo y del mayor número de figuras expuestas.

El árbol de navidad, holandés

Curioso que la tradición de tener un árbol de navidad surgió, fortuitamente, en territorio holandés y en México lo haya introducido Maximiliano de Habsburgo, colocando el primero con múltiples adornos y luces, en una sala del Castillo de Chapultepec. Pasaron muchos años para que fuese aceptado por los católicos. Hay todavía quienes no acostumbran  tenerlo, pero son minoría.

En las páginas leí la historia de que fue el obispo alemán San Bonifacio el que dio origen al plantar el conífero, un abeto, un pino en Niedersachen, Baja Sajonia tras derribar un roble grande. De acuerdo con la mitología nórdica, al pie de “El Roble del Trueno”  era sacrificado un niño en honor del dios Thor.

El obispo  Bonifacio presenciaba cuando un infante iba a ser sacrificado y el verdugo se aprestaba a golpearlo con un martillo de piedra. San Bonifacio alzó su báculo y partió en dos el martillo, salvando la vida del niño.  Sus palabras fueron: “Aquí la Cruz de Cristo romperá el martillo del dios falso, Thor”.

Luego tomó un hacha y de un golpe hizo caer por tierra al gigante arbusto, conocido con el nombre de “Yggdrasil, Árbol del Universo”, cuyas raíces estaban “en el infierno” y su copa “en el cielo”.  

Acto seguido se dirigió hacia donde estaba un pequeño abeto y dijo “…este pequeño árbol, este pequeño hijo del bosque, será su árbol santo esta noche. Esta es la madera de la paz. Es el signo de una vida sin fin”. Colocaron entre las ramas, manzanas y velas, las que sería sustituidas, años después, por esferas y luces.

En los países europeos se arraigó la costumbre de poner un pino, dentro o fuera de la casa, adornado como lo hacemos en la actualidad. En el XIX la Iglesia Católica reconoció, no autorizó, el colocar el emblemático árbol junto a los nacimientos. Dicen los cronistas que se le llamó Árbol de Cristo. En 1878 el pino de Navidad se expandió en Latinoamérica

Santa Claus y sus otros nombres

Indudablemente que una de las figuras principales de los días navideños, es la del hombre regordete que viste un abultado ropaje de combinación rojo “encendido” y blanco. Es de luenga barba blanca y lleva puesto un gorro con una borla en la parte superior. Viaja en el espacio en un trineo tirado por ocho renos. Carga una bolsa gigante con juguetes que reparte a las y los niños, después de deslizarse por el tiro de la chimenea o sigilosamente entra por puertas o ventanas.

San Nicolás de Bari en el Siglo III siendo obispo, se vestía con ropaje rojo y blanco. Con él se inició la costumbre de que los niños/as dejaran sus zapatos, en la puerta de su casa, para recibir un regalo. El religioso dejaba monedas. Hoy los zapatitos están bajo el árbol navideño, cerca del nacimiento o cercana de la recámara. No reciben dinero, sino juguetes y dulces y hasta ropa. 

Su clásico JOJOJO, se escuchó en el costado sur de nuestra Alameda Central, sobre la banqueta de la Avenida Juárez, durante años. Vimos personificado a Santa Claus, apoltronado en una banca alta, tomándose fotografías  con niñas y niños colocados en sus piernas. En este pandémico 2022 Santa Claus estará en los centros comerciales de la Ciudad de México.

A la pregunta de dónde “nació” Santa Claus, supe que su origen es holandés y lo conocieron con el nombre de Sinter Klaas, que es abreviatura de Sint Nikolas; en 1773 apareció en una gaceta neoyorquina como Papá Noel o San Nicolás. En Inglaterra es Father Christmas y en Francia, Pere Nöel. Siempre la vestimenta es igual en todos los países y aparecerá la noche del 24 de diciembre.

Hace poco más de un siglo la figura de Santa Claus fue conocida en México. Pasó desapercibido durante una década. En 1931 la embotelladora Coca Cola contrató a un diseñador para viñetas publicitarias en su promoción de ese refresco. Transcurrieron otros años para que el producto fuera consumido masivamente.

Recién había abierto sus puertas la tienda Sears Roebuck de México, 1950, en la esquina de Insurgentes Sur y San Luis Potosí, en el mero Distrito Federal, que en su aparador principal exhibió a un gigante Santa Claus con la grabación de su contagiosa carcajada.

Supongo que Santa Claus cruzó la frontera Norte entre Estados Unidos y México. En la segunda mitad del Siglo XX ya era parte de las fiestas navideñas en todo el País .No encontré el dato preciso de quien lo trajo.

En un principio el juguete se vendía en algunas jugueterías capitalinas. Después hubo una campaña contra Santa Claus, “porque era invasor” y venía a desplazar a Los Reyes Magos. Ni una ni otra y los tradicionales Melchor, Gaspar y Baltazar, siguen reinando. En algunas entidades como Jalisco, las y los niños piden sus juguetes al Niño Dios, a los Reyes Magos.

jherrerav@live.com.mx

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