Botella al Mar| Almejas

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Martha Canseco González

SemMéxico, 10 de agosto, 2020.- Hace unos 20 años, un 24 de diciembre a media tarde estábamos Carmen y yo, despreocupadas tiradas en la playa del hotel Las Hadas, levanto la mirada y veo que viene caminando mi queridísima amiga Laura Chávez de ONU Mujeres. Nos saludamos muy contentas del inesperado encuentro. Esa noche cenamos en su mesa, ahí nos pusimos de acuerdo para, al otro día, viajar las tres a Barra de Navidad.

De esas veces que todo mundo está de buen humor, felices, libres, cantando a voz en cuello durante todo el camino. Llegamos a nuestro destino, elegimos la playa más lejana donde no hubiera tanta gente. Estábamos, por cierto, en plena veda continental de productos del mar, un brote de cólera en Perú había iniciado meses atrás.

Resignadas a comer sólo pescado bien cocido nos ubicamos en un restaurante, de momento un grupo de pescadores se acercó a ofrecer la pesca recién sacada. Se me fueron los ojos, unas suculentas y jugosas almejas gigantes me hipnotizaron. ¡Me vale, aunque sea lo último que coma en mi vida! respondí a los ruegos de Carmen y Laura para que no las consumiera.

Con mucho cuidado abrí con un cuchillo las conchas y desprendí las pequeñas carnes, la anaranjada, roja, gris, blanca y rosada. Exprimí medio limón en cada una, sal, cebolla, cilantro, salsa picante e inglesa yo ya salivaba profusamente. Succioné la primera, el molusco se movía desesperado en mi boca, mastiqué, una experiencia “oceánica” me invadió. No me había dado cuenta que cerré los ojos, cuando los abrí, Laura y Carmen me miraban atónitas. ¡Traiga otra docena, pero bien cocida!, le gritaron al pescador.

Así es queridas, me comí esas almejas como si fuera el último alimento de mi existencia, fue en especial una vivencia totalmente erótica. En la historia de la sexualidad, la comida tiene un papel protagónico, el placer les une íntimamente, es una explosión sensorial en ambos casos.

Por eso es una lástima que tantos hombres jóvenes, de mediana edad y de la tercera, se estén perdiendo de la experiencia erótica provocada por la adicción a la pornografía. Claro esa enorme industria que genera miles de millones de dólares al año, se ha encargado de jurar y perjurar que es inocua y no le importa fregarse a la gente.

Pero resulta que la pornografía tiene en el cerebro, el mismo efecto que una sustancia adictiva, es decir, sí bien puede ser muy gratificante al inicio, con el tiempo produce insensibilidad, de ahí que cada vez se requiera más y entonces la tendencia es a buscar contenidos fuertes y extremos, con el consabido aumento de la violencia de género.

La organización Save the Children señala también que esta adicción está propiciando mayor violencia en las relaciones de parejas jóvenes, porque buscan llevar a la vida cotidiana las escenas de enorme desigualdad de poder entre hombres y mujeres que muestra la pornografía.

Hay hombres jóvenes ahora a quienes la violación de una mujer ya no produce ni una reacción adversa o les parece aberrante, señala la organización.

Las investigaciones que hizo la periodista norteamericana Naomi Wolf para su libro “Vagina”, revelan por otra parte, que los hombres con esta adicción, están presentado serios problemas de falta de deseo sexual, eyaculación precoz y disfunción eréctil, es decir no sólo les está afectando en sus relaciones sociales sino también físicamente.

Estos estudios dejaron al descubierto además que el número de mujeres jóvenes adictas a la pornografía va en aumento y que una moda que se está imponiendo entre la juventud, es dejar correr una cinta pornográfica de exagerada violencia al momento de tener la relación sexual.

En un sumiso afán de agradar, las mujeres se están plegando a los parámetros sexuales de los hombres adictos a la pornografía en detrimento de una buena parte de su enorme riqueza sexual. Al igual que los hombres, algunas de esas mujeres están presentando insensibilidad en sus propias vaginas.

Otro aspecto es que la penetración vaginal se está dejando de lado para priorizar la anal, tal y como lo muestra la pornografía dura. En dos universidades norteamericanas donde la escritora acudió a dar conferencia sobre sexualidad femenina, las médicas de la institución se mostraron muy preocupadas porque cada vez más están llegando a consulta mujeres jóvenes con desgarros anales, no sólo provocados por la ignorancia y la falta de expertis en esta técnica sexual de sus parejas, sino también como una forma más de la violencia ejercida por ellos.

Como ven es urgente volver más humana la sexualidad y retomar el importante camino del erotismo, antes de que la pornografía produzca tales daños irreversibles que haga imposibles las relaciones entre las personas.

Se impone por supuesto una educación sexual integral con un gigantesco componente en derechos humanos.

botellalmar2017@gmail.com 

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