Carboneros trabajan en la informalidad

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Carboneros atrapados no cuentan con seguro social / Foto: Arturo Salazar

Entran a los pozos de carbón sin contrato, ni seguridad social y reciben su pago en sobres con efectivo

Los pozos regulados por el gobierno del estado y sin ley que los prohíba

Sergio Mendoza/Sara Lovera

SemMéxico, con información de El Sol de La Laguna, Sabinas, Coahuila, 6 de agosto, 2022.- No están dados de alta en una nómina, no tienen seguro social ni acceso a vivienda y lo único que reciben cada sábado es un sobre con el dinero que lograron durante una semana de trabajo, dicen familiares de los mineros atrapados en el pozo de carbón La Conchita, que se inundó el miércoles pasado.

“Todo lo van apuntando en una libretita, como en el siglo pasado, como cuando había rayas, así es como trabajan nuestros carboneros”, agregó uno de los familiares que espera noticias del rescate que al cierre de la edición sumaba más de 50 horas.

Carolina Guadalupe Álvarez Oviedo es la esposa de Jorge Luis Martínez Valdés, uno de los diez trabajadores del carbón que siguen atrapados; ella señala que a su marido no le daban servicio médico, ni recibos de nómina que avalen que era trabajador del pozo de carbón y por consecuencia no tenía derechos ni prestaciones laborales.

“Siempre fue (el pago) en sobre. Ellos (los carboneros) nunca han recibido una tarjeta, una nómina, nunca. Siempre ha sido en sobre, todo en sobre. Igual es, tonelada que eches, tonelada que te van a pagar”, detalló.

Históricamente las empresas explotadoras del carbón, en manos de capital privado, nunca fueron investigadas ni se les responsabilizó por no dar seguridad a sus trabajadores.

Las mujeres, de golpe, se vuelven responsables únicas de sus familias, ni siquiera tienen idea precisa de para quién trabajaban sus esposos, cuánto ganaban, cuál indemnización podría corresponderle y si tienen algún derecho. Tras la explosión de Pasta de Conchos –donde murieron 63 mineros- en   2006, se esperaba un cambio de ley, pero esta administración, hizo cambios sólo para el litio, la “tierra” libre, continúa eso, libre, para las concesiones. Y sólo hay 18 inspectores en toda la cuenca, de 100 kilómetros a la redonda.

¿Cómo son los “pocitos”?

Los trabajos se hacen a destajo, los mineros carecen de seguridad social y su empleo es frágil. Migran de las grandes plantas a los llamados “pozos”, por la edad, su estado de salud (pulmones afectados), o la necesidad, porque en los pozos ―aparentemente― se gana más dinero y con mayor rapidez. Los pozos son hoyos excavados precariamente sobre las galerías abandonadas de viejas minas industriales.

La extracción ha generado una cadena de complicidades y corrupción infinita, contó hace algunos años el historiador de la zona, Ramiro Flores, y aseguró que, por accidentes, siniestros o equivocaciones en la explotación artesanal de los pozos, en los últimos 45 años, han muerto más de 1900 mineros, cifra similar a los fallecidos en 100 años en las grandes explosiones.

De los hoyos excavados precariamente en las galerías abandonadas de las viejas minas industriales, mal llamados pozos, se extraen las migajas que dejaron las grandes empresas antes de la década de los noventa del siglo XX.

Hasta ahora, porque dice la agrupación Familia Pasta de Conchos, “nada ha cambiado”, los pequeños propietarios y los burócratas, se benefician de la mitad de la derrama económica, la empresa estatal, Promotora para el Desarrollo Minero del Estado de Coahuila, actúa como intermediaria, adquiere el carbón de “empresas fantasmas” y cobra 10 o 20 centavos de dólar por tonelada. Se sospecha complicidad con las autoridades locales y hasta de la Comisión Federal de Electricidad.

Los Carboneros

A los trabajadores de los pozos se les conoce como carboneros. Constantemente respiran ese polvo, sin mascarillas, sólo cubiertos por la toalla que llevan todos los días para secarse el sudor. Dentro de estos pozos también hay gas metano que, de vez en vez, produce explosiones, como en “La Morita”, donde perecieron 12 mineros en 2001.

El también maestro narró, entonces, una injusticia mayor: la de la explotación de carbón en minas artesanales, verdaderos pozos “de muerte”, donde no hay técnicas ni herramientas y, menos aún, protección. De ahí que el peligro sea mayor y no exista autoridad que controle o vigile.

A pesar de que un decreto los prohibió, el negocio sigue. Tampoco se ha modificado en el tema de concesiones y permisos para abrir esos pozos, en la Ley de 1992 que sigue vigente, como se afirma en el último análisis que hizo la Secretaría de Economía, en 2021.

En esos pozos, más de 400 abiertos en los primeros 10 años de este siglo, los trabajadores carecen de derechos y seguridad. Por eso los muertos resultan cotidianos. Nadie se ocupa de ellos, de sus viudas, ni de sus familias.

La narrativa de hoy

 A decir de algunos de otros familiares que también esperan ansiosos algunas noticias sobre sus carboneros atrapados en el pozo de hace 3 días, el sueldo que llegaban a percibir a la semana era de dos mil hasta cinco mil pesos, de acuerdo con la producción de carbón que se lograba durante las extenuantes jornadas debajo de la tierra, donde trabajan encuclillas y con el peligro constante de inundaciones.

Sergio, hermano de Jorge Luis Martínez Valdés, señaló que como no hay opciones laborales en las que paguen bien, los cerca de dos mil jóvenes hombres de Sabinas y sus comunidades se dedican a la extracción de carbón y le trabajan a quienes les ofrecen mejor sueldo, ya sean 100, 200 o 300 pesos más.

“Aquí son diferentes dueños, diferentes patrones, pero como están todos comunicados, y como le ofrecieron un bono (a Jorge Luis) se acababa de cambiar, yo me imagino que mi hermano lo hizo a pesar de ver las condiciones del pozo que estaban más desgastado, más suelto, yo creo que lo hizo él para pagar colegiaturas, para pagar la escuela, por querer hacer más ahí están las consecuencias”, recriminó Sergio.

Agua impide rescate de mineros atrapados

De acuerdo con el presidente y secretario general del Sindicato Nacional Minero, Napoleón Gómez Urrutia, hay alrededor de cinco mil trabajadores mineros en la región carbonífera de Coahuila en minas en condiciones inseguras e “inhumanas”.

El también senador por Morena acusa que cada vez que su central obrera busca sindicalizar a los carboneros, los dueños de inmediato cambian las minas, cierran o despiden a los trabajadores. “Son casi como trabajadores temporales, sobreexplotados, con salarios muy bajos y en condiciones indignas”.

Añadió que estos pozos de carbón ni siquiera se pueden considerar minas propiamente dichas, porque no tienen ninguna condición de seguridad adecuada para proteger la vida de los trabajadores.

“Siempre ha sido mucho riesgo esto, mucho riesgo para enriquecer a otras personas y perder la vida o arriesgar tanto la vida por nada”, reiteró Carolina Álvarez, quien espera noticias del rescate de su esposo.

Carolina Guadalupe Álvarez Oviedo es la esposa de Jorge Luis Martínez Valdés, uno de los diez trabajadores del carbón que siguen atrapados; ella señala que a su marido no le daban servicio médico, ni recibos de nómina que avalen que era trabajador del pozo de carbón y por consecuencia no tenía derechos ni prestaciones laborales.

“Siempre fue (el pago) en sobre. Ellos (los carboneros) nunca han recibido una tarjeta, una nómina, nunca. Siempre ha sido en sobre, todo en sobre. Igual es, tonelada que eches, tonelada que te van a pagar”, detalló.

 “Aquí son diferentes dueños, diferentes patrones, pero como están todos comunicados, y como le ofrecieron un bono (a Jorge Luis) se acababa de cambiar, yo me imagino que mi hermano lo hizo a pesar de ver las condiciones del pozo que estaban más desgastado, más suelto, yo creo que lo hizo él para pagar colegiaturas, para pagar la escuela, por querer hacer más ahí están las consecuencias”, recriminó Sergio.

El Pasado

Entre 1884 y 2007 murió un minero cada tres días en la Cuenca Carbonífera de Coahuila, a 1200 kilómetros de la capital de la República, en un paraje de más de 100 kilómetros a la redonda, semidesértico y de clima extremo, donde la hulla lo puebla todo y el diminuto polvo de carbón se mete en oídos, garganta y nariz.

En el lapso de esos más de 100 años, se registraron oficialmente 116 explosiones, en las que murieron entre tres y 153 trabajadores en cada una, un total de 1600 mineros. Y se calcula la muerte de un número similar por siniestros y fallas de las minas, entre otras causas muy diversas. Siete años después nada ha cambiado.

De los hoyos excavados precariamente en las galerías abandonadas de las viejas minas industriales, mal llamados pozos, se extraen las migajas que dejaron las grandes empresas antes de la década de los noventa del siglo XX.

Alas mujeres, la tragedia en la mina las suele dejar sin hijos y maridos, sin cuñados o hermanos, al mismo tiempo

En la Cuenca Carbonífera no hay trabajo femenino. Las empresas maquiladoras que buscaban mitigar la crisis de la década del ochenta, cuando minas y empresas siderúrgicas fueron cerradas, no representaron una alternativa atractiva por sus bajos salarios, la lejanía del lugar y los cierres sin previo aviso.

De cara al futuro, no hay muchas ilusiones. Todos los testimonios de quienes quedaron viudas por los siniestros de 1969 a 2007 señalan que su promedio escolar es de cinco años de primaria. Algunas, como Silvia Verónica Cruz, lograron llegar a la escuela secundaria. Elvira Martínez estudió para contadora privada.

La permanente lluvia del polvo de carbón, que lo ensucia todo, obliga a las mujeres a jornadas domésticas extenuantes, de hasta 18 horas, lo que se complica por la escasez de agua y los turnos de trabajo discontinuos de esposos, hijos o hermanos mineros, pues ellas son las responsables de preparar el “lonche” (la comida que ellos llevan todos los días a la mina).

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