Carnavales: Mujeres de calle y letra

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  • La primera chirigota callejera 100% femenina salió a la calle en 1995 y en los últimos diez años se han multiplicado las agrupaciones ilegales integradas sólo por mujeres

Por María Coronada

SemMéxico/AmecoPress. Madrid, 25 feb. 20. -Actrices, pedagogas, funcionarias, licenciadas en Derecho o Humanidades. Son gaditanas y han llevado, de manera más o menos intencionada o consciente, la perspectiva de género al Carnaval de Cádiz.

“Estos Carnavales salimos con una chirigota”. Así, en plural. Porque en Cádiz el Carnaval se multiplica. Es una celebración, pero también es creación, política, es humor. Una manera de entender la vida. Y de vivirla. El Carnaval gaditano es una institución. Se celebra en un tiempo que son muchos: ¿cuándo empieza el carnaval para una persona que compone? ¿Y para la que cose?

Está el Carnaval del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (COAC). ‘El Falla’, teatro en el que el 18 de enero empezó esta competición para la cantera. Fuera del Carnaval del teatro está su antítesis: el de la calle o el ilegal, que no se presenta al concurso. Sin reglas ni estructuras, libre y anárquico, sin límites. El ingenio, la música y la fiesta están presentes en ambos. ¿Y las mujeres? También, pero con mucha más representación en el segundo. En ambos casos, cada vez son más.

De coser el tipo a escribir las letras, componer y salir a la calle a cantar

Las mujeres siempre han tenido un papel activo en esta fiesta y aunque era importantísimo —es difícil imaginar un carnaval sin puchero o sin quien cosiera los tipos (que es como llaman al disfraz)—, este también era invisible.

Según el Aula de Cultura del Carnaval de Cádiz, hasta 1914 no aparecen Las Petits Criollas, primera puesta en escena femenina. En 1928 llegaron Las Trovadoras Modernistas y, más tarde, Show de Wald (Las Sirenas de Cádiz). En la dictadura varios grupos masculinos contaron con alguna mujer y, ya terminado el régimen franquista, resurgen los grupos mixtos y la chirigota Las Molondritas pisa las tablas del teatro fuera del concurso oficial. Pero es Adela del Moral la que, haciendo caso omiso de críticos y detractores, debuta en 1981 en el Falla con un coro mixto que es bautizado —con esa forma gaditana tan cariñosa que convierte a hombres y mujeres en infantes— como El Coro de las Niñas.

Del Moral sembró la semilla de la que brotarían hasta ayer mismo —fue sonada la incorporación de la bombista Alba González a la chirigota de El Bizcocho— nuevos grupos mixtos pero, ¿y las agrupaciones exclusivamente integradas por mujeres en el COAC? La columnista de La Voz de Cádiz Yolanda Vallejo opina que en el Falla las mujeres siguen siendo minoría “tanto en participación como en autoría” y considera que “son pocas las mujeres que se atreven a firmar la letra o la música” y aún menos si se habla de chirigotas o cuartetos.

Pero la calle es otra cosa. La primera chirigota ilegal 100% femenina pisó los adoquines en 1995 con Koki Sánchez. Llevaba diez años saliendo en grupos mixtos donde las mujeres eran “prácticamente acompañantes de los hombres que lo hacían todo”. Las féminas se acomplejaban de sus voces: “Decían que si se nos escuchaba mucho no quedaba bonito”. Por eso y porque los hombres del grupo se fueron a otras chirigotas, la pionera del cante urbano y mujeril llama a sus amigas y les dice una frase muy recurrente en ella: “No sé cómo ni de qué, pero el año que viene yo saco una chirigota”. Fueron Las Ágata Ruiz de la Prada.

En 1996 Koki invita a Ana López Segovia a su grupo y la convidada se empapa de todo: letras, música, ensayos… “Eso fue una escuela, aprendí muchísimo con ellas y en 1997 se lo ofrecí a mi hermana Alejandra y a la gente de Caramba Teatro”, explica López Segovia. Confiesa que su intención no era que fuera exclusivamente femenina: “Los niños pasaron del tema, las niñas se vinieron arriba y montamos una chirigota de tías”. Cádiz también las bautizó: la chirigota de Las Niñas.

Y empezaron a aparecer más y más grupos con cromosoma XX. De muchas y pocas integrantes; cuartetos, tríos y romanceros. Cada una con su estilo, su forma de cantar y de disfrazarse. Sin instrumentos, con un montón o con pocos. Solo con claves y hasta sin ellas. Todas llevaban su pito de caña: desde Koki hasta Las Niñas pasando por las Cadiwoman de Susana Ginesta, Las Niñas de las Botas de Agua, Ana Magallanes, Rocio Segovia —la pequeña de las López Segovia—, Las Ibéricas, la Chirirroja, las de Blanca Flores…

Hay que seguirles la pista por callejones y plazuelas porque han conseguido que la gente diga “a esta ilegal tenemos que escucharla”. Y eso en la calle es difícil, que el jurado lo integran miles de personas y no es sencillo conseguir una carcajada por veredicto. Pero ellas saben defenderse. Son ingeniosas, procaces y atrevidas. Son creativas, mordaces y descaradas. Son mujeres libres, generosas con su arte y su creación. Son muchas. Y cada vez son más.

Qué las empuja solas a la calle

Está la que tiene un padre que salía en El Coro de La Viña, la que vio a su hermana mayor ensayar o la que probó en el Falla y no le gustó. Una se aprendió todas las coplas de Las Sirenas de Cádiz (1969), la otra se cansó de letras a las cachas de la vecina… Muchos motivos empujaron a estas gaditanas a “cantar solas en la calle”, pero ¿por qué no antes? ¿Qué pasaba entonces que hasta casi el final de la década del 2000 no se produce esta eclosión de copleras ilegales?

Para Ana Magallanes, callejera desde el año 2000, este cambio se debe a que se ha normalizado el ver mujeres haciéndolo. Y a la lucha feminista: “Las novias de los comparsistas se cansaron de esperar a que los chavales salieran de La Carpa y ellas mismas decidieron montar su grupo”.

Susana Ginesta, que crea las Cadiwoman en 2009, defiende que la respuesta está en la diversión. Para ella “el ocio es un terreno por explorar absolutamente imprescindible para nuestro bienestar psicosocial”. A esto la autora añade otras cuestiones como el hecho de que salir a la calle a cantar sea una forma de expresión y “de estar en todos los espacios que nos corresponden por derecho”.

Este aumento de mujeres en las calles llamó la atención de Silvia Moreno, que dirige un documental sobre el fenómeno con su productora Imakefilms y la colaboración de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. La realizadora salía en una charanga familiar y, después de que se disolviera y ella volviera a Cádiz pasados los años, se encontró con las ilegales femeninas. Moreno reconoce haberse vuelto a encontrar con los diferentes usos que hay de la palabra en Cádiz, el poder del humor y de la máscara. Recordó lo rompedor que puede ser el Carnaval callejero tan lejos de mercantilismos. Y aunque lo que le gustaría es salir en una ilegal, con Callejeras —el título elegido para el documental— pretende hacer su pequeña aportación y homenaje a este redescubrimiento.

¿Es el carnaval de Cádiz machista?

“El Carnaval de Cádiz es tan machista como cualquier otra manifestación cultural porque vivimos en una sociedad que lo es”, sostiene López Segovia. Todas concuerdan en que no se trata de una fiesta explícitamente machista porque no se prohíbe de manera manifiesta la participación de las mujeres en ninguna de sus vertientes. “No es cierto que a las mujeres no nos permitan ser pregoneras o participar en el COAC”, puntualiza López Segovia, y añade que “los tres o cuatro comentarios machistas que haya podido haber durante todos estos años son absolutamente irrelevantes”.

La mayor de Las Niñas siempre se ha sentido muy bien acogida y respetada en la calle, tanto por grupos femeninos como masculinos. Y con el público, lo mismo. Sin embargo eso no ha sido siempre así. Aunque ni Koki ni López Segovia tuvieran que sufrir los insultos que Adela del Moral y sus compañeras escucharon en los 80 cuando participaron en el COAC —las llamaban putas y las mandaban a fregar—, las primeras mujeres que cantaron en la calle sí observaron incredulidad en el público. “No se creían que fuéramos a cantar, pensaban que éramos gays o travestis”, explica Koki. Sin embargo, esto cambió “conforme van pasando los años y demuestras que la chirigota tiene gracia”, arguye López Segovia.

Susana Ginesta matiza un poco la versión de sus predecesoras y, si bien coincide con ambas en que “como en cualquier esfera de tu vida, en el Carnaval también experimentas situaciones machistas y violentas”, ella cree que a medida que pasa el tiempo las mujeres en la calle “tenemos un capote más grande”. Pero vuelve a coincidir en que los primeros años son duros porque “no te conocían, ni te escuchaban, ni se respetaban tanto los espacios donde cantar, pero la cosa la veo cada vez mejor”.

Porque las cosas cambian y, como relata Magallanes, “cada vez hay más agrupaciones femeninas, con nuestra perspectiva y coplas feministas”. El feminismo también ha llegado a las letras de las chirigotas aunque no siempre de manera intencionada. No es el caso de las Cadiwoman, que se definen como “chirigota feminista” aunque saben que cantar desde sus experiencias no es hablar desde el feminismo. “El feminismo es una reflexión, una toma de conciencia… Hablar desde la mujer y hablar desde el feminismo son cosas diferentes”. Ellas intentan hacer ambas: aunar perspectiva de género,

experiencias y feminismo a base de lectura y formación. “Las letras tienen un análisis previo de la realidad, pero hay que estudiar, investigar y contrastar con experiencias externas porque escribir con perspectiva de género lo requiere”, señala Ginesta. Asevera que pueden llegar a existir agrupaciones de mujeres machistas y de hombres que tengan en cuenta la perspectiva de género porque “el machismo se infiltra por cualquier parte”, pero la toma de conciencia, concluyen, puede llegar a todo el mundo.

La perspectiva de género y el feminismo han llegado a las letras, las coplas, las chirigotas y al público. Y aunque muchas de estas creadoras recalcan que es mayor la complicidad que experimentan con las mujeres, también cuentan con muchísimos hombres que las siguen, las admiran y, sobre todo, se ríen con ellas. Unas risas que en la calle funcionan a modo de alarma para que cualquier paseante con hambre de coplas localice una esquina o una plazoleta: si se escuchan esas carcajadas ahí es que hay humor del bueno.

Pero eso también cambia y evoluciona. Ahora se oyen menos chistes sexistas u homófobos. Hasta las propias letristas confiesan echar la mirada atrás y reconocer que hoy no cantarían algunas de las cuartetas que escribieron hace años “porque eso ya no hace gracia”. López Segovia certifica que “cuando se canta algo machista o se meten con un gay, la gente no suele reírse”. Ella lo ve claro: “Ese es un humor anacrónico y desfasado”.

Un romancero que enseña sexualidad

El Carnaval de la calle, como es libre, evoluciona de maneras muy distintas. Ana López Segovia ha llevado algunos conceptos del Carnaval al teatro: primero con Antonio Álamo y ahora con su propia compañía, Las Niñas de Cádiz, en la que asume las tareas de dirección y escritura teniendo siempre presente el Carnaval. Susana Ginesta acaba de publicar con Macnulti Editores Cadiwoman. El superpoder del feminismo chirigotero, donde la autora gaditana analiza el contenido de sus letras y contextualiza histórica y políticamente los personajes de su agrupación ilegal.

El vídeo y el libreto —las letras en papel de una agrupación— del romancero monomarental de Ana Magallanes El Rey de la Fiesta han llegado a las consultas de muchas sexólogas.

Magallanes es pedagoga experta en educación en igualdad y prevención de violencia machista. Vio que en los talleres que imparte en los institutos nadie parecía saber cómo las mujeres alcanzan el orgasmo: las chicas no contestaban y los chicos decían barbaridades. “A mí me han llegado a decir que el clítoris está en el cielo de la boca”.

Así que decide sacar un romancero vestida de clítoris porque si casi nadie sabía cómo era, “tampoco resultaría ordinario”. Ella pensó que en la calle, en Carnavales y con una cervecita en la mano, “la gente te escucha porque con el humor todo entra mucho mejor”. Y el éxito fue rotundo: en calles, redes y más allá. Las respuestas, múltiples y diversas: desde una abuela que le confiesa que gracias a sus cuartetas ha llegado a un orgasmo “de verdad” a los 80 años, hasta un instituto de Valencia que le ha pedido los derechos de autora para que el alumnado lo interpretara. Y es que en la calle se aprende mucho.

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