Censura. Nada personal

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Mujeres y Política

Asesinar periodistas es la forma más dramática, pero en México ha existido la otra censura, la que se ejecuta con una “orden” desde el poder municipal

Soledad Jarquín Edgar

Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, 5 junio 2017.- Ser periodista es un privilegio, cierto, pero también es un riesgo, ciertísimo. Y cuando digo que es un privilegio no me refiero a las canonjías que conlleva, no, es un privilegio en la transmisión de los hechos y las repercusiones que provoca. El privilegio de informar y servir a la gente y no a los gobiernos. Un privilegio que se pierde, cada vez hay más del lado oficial y menos periodistas no dispuestos a tomar dictado.
En los próximos días, fieles a la costumbre, como desde hace 66 años, se reunirá el poder político con la prensa, con los editores, los dueños y con alguna parte de esa tropa que camina en busca de la noticia. Habrá sendos desayunos, comidas y cenas. Y como se hizo aquella primera vez cuando fue instituido el Día de la Libertad de Expresión, con Miguel Alemán Valdez, presidente mexicano (1946-1953) en 1951, se refrendarán compromisos para garantizar ese derecho humano, tan comúnmente vulnerado en México, el segundo país más peligroso para el ejercicio periodístico.
Los datos sobre la cantidad de periodistas, mujeres y hombres, asesinados y/o desaparecidos en México, en los primeros 17 años del nuevo siglo es la muestra fehaciente de la vulnerabilidad en que se desarrolla la tarea de informar hechos concretos o de opinar. 
Sin duda es la forma más drástica de herir a las familias de esas y esos periodistas que cumplen con su trabajo; de hacer que guarden silencio, que nunca más sus plumas escriban ciertas verdades, pero, sobre todo, es la forma de lesionar la libertad de expresión, derecho que le pertenece a todas las personas, y una forma de advertir que esa es la condición del periodismo mexicano que se desarrolla bajo amenazas sutiles o manifiestas, de ahí que exista ese silogismo que dice: No se mata la verdad matando periodistas.
Asesinar periodistas es la forma más dramática, pero en México ha existido la otra censura, la que se ejecuta con una “orden” desde el poder municipal, estatal o federal, desde las iglesias, desde un cacique de pueblo, desde un liderazgo, para que se dé por terminada la relación entre una empresa periodística y un informador o informadora sin que tenga que mediar explicación alguna de por medio.
Esta es una experiencia que revela cuan solos están las y los periodistas, cuyos medios no los respaldan, porque suponen que lo que se afecta son los intereses económicos de las empresas periodísticas, por ello, como se ha dicho ya, sin duda las nuevas tecnologías de la comunicación-información se han convertido en una alternativa real para la transmisión de hechos concretos, de opiniones que molestan al poder o de verdades frente a las mentiras. Y, claro, del ejercicio de un derecho humano consagrado en el Artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas: Toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Un derecho vulnerado permanentemente por el poder político y los poderes facticos de los que tantas veces se ha hablado. Recientemente escribí en esta misma columna: Fraguas miente. En esa columna se demostraba cómo el presidente municipal de Oaxaca de Juárez sostenía que el refugio para mujeres maltratadas no había sido dado en comodato, que estaba en proceso, según sus dichos en la máxima tribuna de un gobierno municipal: el Cabildo. 
Pero, pronto quedó al descubierto que en realidad hacía más de 40 días que habían dado en comodato el refugio a una organización política que, entro otras cosas peores, nada tenían que ver con la defensa de los derechos de las mujeres. De ahí el título de la columna. 
Sin duda, se accionaron las alarmas, el munícipe me dedicó unos 10 minutos en la sesión de Cabildo, señalando cómo debía yo haber empezado a escribir aquella denuncia, porque aseguró que soy asesora de la regidora de Igualdad de Género, lo cual no es un secreto para nadie y existe además entre la regidora y yo, un acuerdo de trabajo, donde se establece que no es una cosa por la otra y por supuesto no es un pecado mortal ni falta a la ética. Él mismo, el presidente, tiene de asesores a varios periodistas y mantiene el viejo criterio de pago para que no pegues con infinidad de medios, la finalidad es que se refleje el Oaxaca feliz y multicolor, como ya he dicho, y no la realidad gris y la violencia que vive la capital.
Lo cierto es que la mencionada columna tuvo recepción entre el público de lectoras, principalmente, a través de la plataforma informativa digital SemMéxico y también a través del diario local donde desde hacía 18 años publicaba mi columna. Pero operó la censura. Al siguiente domingo no se publicó mi columna en el impreso, yo he decidido dejar que las aguas retomen su cauce, pero a propósito de la libertad de expresión me parecía imposible dejar pasar este hecho, porque lo que sí urge al gremio periodístico de Oaxaca es analizar hacia dónde vamos y qué clase de periodismo le estamos ofreciendo a la sociedad, quien demanda un ejercicio real de la libertad de expresión.

Violencia y más violencia
El mundillo ocupado en las elecciones de las cuales solo las personas optimistas esperaban mejores resultados y ¿cómo? Si la política está en manos de las mismas personas de siempre y los preceptos no cambian: jugar con el miedo y la pobreza de la gente. Así de simple.
Y mientras eso pasa, la violencia contra las mujeres se recrudece, esta vez originado presuntamente un conflicto agrario como sucedió en San Juan Mixtepec y la tormenta tropical Beatriz azota las comunidades casualmente más pobres, marginadas y olvidadas. Hasta donde llega la rapiña de la asistencia social y el partidismo para arrebatarse las despensas para favorecer a unos y dejar a la deriva a los otros, yo diría a las otras. Lo cierto es que eso que dicen ser “asesinatos violentos contra mujeres” sumo en las últimas 72 horas un total de nueve. Pienso que cualquier gobernante estaría preocupado y sobre todo ocupado, el de Oaxaca no.
Así son las cosas. Lo reprobable es que el gobernador Alejandro Murat sigue en esa especie de campaña mediática, quién sabe con qué intención, protagonizando lo que yo llamaría una serie de videos, una especie de telenovela con principio dramático y final feliz, tipo los churros que recetan cada día por la televisión comercial, que revelan, eso sí que Murat es buen actor, y que lo otro, lo que nos importa, es decir, el buen gobierno de resultados todavía está en veremos.

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