* Los vocablos más usados en las publicaciones: la combinación de las palabras abandono, celos, amor e infidelidad
* Es frecuente el uso de la imagen de la mujer ligada al erotismo, la belleza y la maternidad
Redacción
SemMéxico/SEMlac, La Habana, 4 noviembre 2019.- Urge despojar los textos periodísticos del mito del amor romántico, ese que desde el «todo lo puede» o «todo lo aguanta» sostiene imaginarios que perpetúan la violencia machista, coincidieron periodistas y profesionales de la comunicación en el XIII Encuentro Internacional de Género y Comunicación «Isabel Moya Richard» in Memoriam, celebrado en La Habana.
Para la colombiana Mónica Echevarría, junto a otras construcciones desde la lógica
hegemónica de dominación patriarcal, es este mito recurrente en el tratamiento
de la violencia de género en los medios de su país.
Así lo evidencia el estudio que llevara adelante junto a su colega Luis Ramiro
Lenguizamo sobre el feminicidio de mujeres mayores
de edad en la nación suramericana. A partir del monitoreo de los casos de
feminicidio y tentativa de feminicidio publicados entre marzo y diciembre de
2017 en 20 periódicos nacionales y locales, analizaron la función que cumplen
los medios en la construcción del relato sobre este tema.
La periodista refirió que luego de estudiar mil 11 casos publicados, la
macroestructura textual que se esperaría encontrar en productos noticiosos
sobre casos de feminicidio de mujeres mayores de edad distaba mucho de ser la
del feminicidio tratado y analizado como problemática social, exponiendo sus
causas y consecuencias.
Datos del estudio arrojan que, en 62 por ciento de los casos, el victimario
resultó ser la pareja o expareja de la víctima y la motivación, según el medio,
osciló entre abandono de la víctima al victimario (24,8 %) y los celos (23,8
%).
Los vocablos más usados en las publicaciones fueron, en mayor medida, la
combinación de las palabras abandono, celos, amor e infidelidad, si bien en
menor medida aparecían otras como crimen pasional y suicidio.
«Estamos en presencia de la supresión y selección de palabras que connotan
significados muy distintos. Es lo que ocurre cuando llamamos al feminicidio
crimen pasional; volvemos a enmarcar a esa mujer en el ámbito privado de madre,
amante, hija, esposa, de la cual jamás se sabe su profesión. Se suprime, no es
importante porque siempre se está relacionando el feminicidio con su relación
de pareja y familiar», apuntó la periodista.
Es frecuente el uso de la imagen de la mujer ligada al erotismo, la belleza y
la maternidad. Titulares al estilo: «un brasier que dejaba al descubierto
los pechos firmes de una mujer y el rostro perdido en la profundidad de la
muerte» (HSBnoticias.com, 2016) o «Su marido le disparó en la cabezansin
importarle los dos hijos que ella le dio» (HSB.noticias.com, 2017), evidencian ideas
preconcebidas como la de ser madres antes que seres humanos, dijo
De acuerdo con el estudio, 11 por ciento de los victimarios de la muestra,
luego de cometer el feminicidio, trataron de suicidarse o lo hicieron.
«Ello comienza a recrear otro tipo de estrategia de amor romántico en la
prensa. Al estilo de Romeo y Julieta, nos morimos, y el victimario es perdonado
porque su amor era tan grande que se quita la vida. Lastimosamente, los
periódicos más consumidos siguen reproduciendo estos estereotipos», apuntó
la periodista colombiana.
«Si no rompemos con el mandato de masculinidad, esto va a seguir pasando,
y ello significa que no podemos seguir enseñándole a los hombres que son menos
hombres cuando una mujer termina la relación o cambia de pareja. A fin de
cuenta, también ellos son víctimas de un orden patriarcal», dijo.
«Es sumamente preocupante que muchos medios de comunicación están
replicando la pedagogía de la crueldad de la violencia machista y le están
dando la voz a los victimarios», expresó Echevarría, al referirse además a
cómo los medios describen los detalles de los hechos.
Al respecto, la periodista cubana Ivet González consideró que si bien «es
dañino mostrar de manera espectacular los feminicidios, también lo es y
desprotege a las mujeres no hablar de ellos».
De la dimensión ética de la violencia simbólica en los medios habló Anayfer
Milagros Murgar, a partir de un análisis de la programación informativa en
Radio Jaruco, una emisora de la provincia de Mayabeque, a 54 kilómetros de La
Habana.
Los materiales analizados le permitieron comprobar que se encasillan en los
conceptos patriarcales del amor romántico entendido como «media
naranja», esa persona que solo está completa si tiene una pareja, dijo.
A su juicio, el periodista tiene un Código de Ética que respetar, y en el caso
del que promueve la Unión
de Periodistas de Cuba (UPEC) en su artículo 3, sentencia: «Debe
informar con veracidad, precisión e inmediatez, y expresar oportunamente sus
criterios, sin violar los derechos constitucionales de otras personas. Además,
debe contribuir a promover los mejores valores nacionales, el conocimiento de
las leyes y el perfeccionamiento de la sociedad socialista».
«Cuando se descuida el correcto lenguaje y enfoque de género, cuando se
cae en violencia simbólica, por omisión, exclusión, o cualquier tipo de
discriminación, se quebranta no solo el Código de Ética de la UPEC, sino la
Constitución de la República aprobada el pasado 24 de febrero», insistió.
Romper imaginarios de la violencia
En el panel se presentaron además buenas prácticas en el periodismo y la
comunicación de género, como las campañas de bien público «No es no»,
implementada en municipios de la ciudad catalana de Barcelona y enfocada, entre
otros objetivos, a prevenir las relaciones abusivas.
También la campaña cubana «Evoluciona«, coordinada por el Centro Oscar Arnulfo Romero y dirigida a las
juventudes como grupo vulnerable ante la violencia, especialmente al segmento
comprendido entre 18 y 24 años de edad.
Tras un año de aplicación, Evoluciona ya ofrece algunos resultados y no pocas
resistencias. Entre las expresiones de estas últimas, la periodista Mayra García mencionó el uso del
término feminazi, para ridiculizar y minimizar el impacto ideológico del
feminismo y descalificar a aquellas mujeres que se declaren abiertamente
feministas o son fervientes activistas por la igualdad de género.
También el cuestionamiento a la capacidad intelectual de las mujeres y la
defensa de fuertes preceptos fundamentalistas, esto último muchas veces
amparado por las tendencias religiosas más conservadoras, que amenazan derechos
como el aborto y el matrimonio igualitario.
Son posturas de resistencia, asimismo, la revictimización de quienes han
padecido la violencia de género, cuestionar constantemente la credibilidad de
la víctima, sus posturas, vestimentas y exigir pruebas contundentes sobre los
hechos, dijo García.
SEM-SEMlac
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