Cuba: Mujeres en clave cooperada

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Se trata de dinamitar o subvertir el sentido tradicional de la economía.

Sara Más

SemMéxico/SEMlac, La Habana, 10 junio 2019.- Heidi, Susel, Mariceli, Rosa María y Ofelia son solo algunos nombres. Pero si esa lista se agranda con los de otras mujeres que se les unen hoy para trabajar, movidas por la producción cooperada y el aliento solidario, entonces sus nombres se convierten en fuerza mayor.


Ellas integran la cooperativa urbana de confecciones textiles Model, en la capital cubana, una variante productiva de historia reciente que busca su propio camino en medio de los cambios económicos que vive la nación caribeña en la última década.


Han pasado algunos años desde que Model dejó de ser empresa estatal para convertirse en cooperativa. 


«Fue un cambio brusco, porque de cooperativa no sabíamos nada», explica Ofelia Cintra, trabajadora de la nueva forma de gestión económica que dispone de seis talleres, dos tiendas y 68 socios, de los cuales 57 son mujeres.


«Vivimos tiempos difíciles y la primera etapa no fue muy satisfactoria», reconoce esta trabajadora, quien agradece el acompañamiento que han tenido para transitar por el cambio productivo y de gestión desde el Grupo América Latina, Filosofía Social y Axiología (Galfisa), del Instituto de Filosofía.


Además de acercar el conocimiento académico, Galfisa colaboró en propiciar el intercambio con otras cooperativas dentro y fuera de Cuba, además de imprimirle una mirada novedosa al proyecto, desde los preceptos de la economía feminista.


La propuesta de la economía feminista pone en el centro la sostenibilidad de la vida y no los procesos de acumulación de capital. También incorpora esferas económicas invisibilizadas, como el cuidado y el trabajo reproductivo, superando la dicotomía entre producción y reproducción de la vida.


«Se trata de dinamitar o subvertir el sentido tradicional de la economía, mediante la creación de espacios económicos con responsabilidad colectiva, de cuidar la vida y contribuir con la idea de la existencia que merece la pena ser vivida», comentó la socióloga Maura Febles, de Galfisa y autora de una investigación sobre esa cooperativa, sus sentidos y contribuciones.


Para Model ha sido un desafío encaminarse al cooperativismo, en un panorama complejo de reordenamiento económico y diversificación de las formas de propiedad y gestión, sin tener aún toda la experiencia ni contar con la normativa acabada y necesaria.


«Hay cooperativas disfrazadas que en realidad, bajo ese nombre, funcionan como empresa privada y, al revés, experiencias que sin llegar a proclamarse cooperativas, ponen la intención en el trabajo cooperado y solidario», explica Febles al referirse al contexto cubano actual.


Buscar potencialidades, vencer trabas, rescatar el sentido de pertenencia, autocapacitarse, identificar liderazgos, establecer nuevas reglas, conocer y desafiar los límites ha sido parte del camino para el nuevo equipo que, con avances, retrocesos y aprendizajes, se ha ido construyendo en Model.


Con la producción y comercialización de confecciones textiles diversas como centro de atención, la cooperativa también desarrolla el alquiler de trajes y disfraces para bodas y fiestas, con un equipo que integran mujeres en franca mayoría. Ellas constituyen poco más del 93 por ciento del personal directamente vinculado a producción.


La mayor parte de sus trabajadoras acumulan años de experiencia en el oficio, superan los 50 años de edad y viven con la sobrecarga que implica la edad mediana, en pleno desarrollo laboral y a cargo del grueso de los cuidados familiares.


Prácticas más democráticas y participativas, como el funcionamiento de la asamblea y la elección de su junta directiva, se han combinado con otras experiencias, incluida la visión de propiciar encadenamientos productivos internos y externos.


La gestión económica de la cooperativa se ha fortalecido con la diversificación de producciones y servicios. Se crearon nuevas alternativas para el abastecimiento de materias primas, como la utilización de créditos bancarios, el aprovechamiento del material sobrante y la creación de redes productivas con otras formas de gestión.


Junto a la reorganización de la cadena productiva hacia formas más colectivas y menos individualistas de producción y estimulación, se apostó por mayor participación en el uso y disfrute colectivo de los bienes comunes, así como en el reordenamiento de los espacios y mejora de las condiciones de trabajo, desde las luminarias y equipos, hasta la climatización de locales.


Como resultados concretos, ha crecido la estabilidad de la clientela (95 %) de un año a otro, aumenta la demanda, las utilidades se han cuadruplicado y se han estabilizado los anticipos que recibe el personal asociado.


«Hay estimulaciones individuales y también colectivas, en una experiencia que te pone a producir de otra manera», sostiene Febles.


La visión feminista se ha impregnado en el sentido colectivo que prima en la organización del trabajo, en la participación y control colectivo de las decisiones, la creación de redes cooperadas y la incorporación de los asuntos de cuidado a la organización productiva, agrega la investigadora. 


De ese modo, por ejemplo, se ha decidido implementar la modalidad de «costureras en casa» para aquellas mujeres que, en difíciles situaciones familiares de cuidado, no pueden presentarse a los talleres. Hacen su trabajo en casa y disfrutan de los mismos beneficios por su labor.


Pero cada paso implica nuevos retos y en Model saben que todavía falta por hacer. Aún quedan insatisfacciones entre las propias asociadas, felices por sus resultados económicos y personales, pero aún con la percepción de que dedican más tiempo al trabajo y la cooperativa que a sí mismas.


En la ruta inmediata han identificado ya situaciones que deben mejorar, como las condiciones de higiene y salud, los espacios de ocio, de mayor inclusión y la corresponsabilidad familiar.


A Heidi Santana Fernández, el breve tiempo que lleva en Model le ha demostrado que tomó la decisión correcta cuando aceptó ese trabajo.


«Llevo dos años prácticamente aquí y me da mucho gusto. Cuando empecé, mi bebé era pequeña; era una niña muy enfermiza y tuvo que pasar procesos de inmunización. Yo estaba terminando la universidad y la cooperativa me abrió sus brazos», relata la joven trabajadora que empezó cociendo en talleres y luego integró la comisión de control y fiscalización del trabajo.


«Recibí toda la ayuda para cuidar de mi bebé, estudiar y aprender. Me han enseñado mucho y siento que tengo aquí una gran familia», resume.

SEM-SEMlac/sm

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