Cuba: Violencia machista, un problema que se agrava

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* Después del ejército, el espacio de mayor peligro para las mujeres es el hogar

* El aislamiento un factor que facilita la impunidad del maltratador.

Redacción

SemMéxico/SEMlac, La Habana, 1 de junio, 2020.- Entre las muchas situaciones reveladas por la Covid-19 en el mundo está la agudización de las desigualdades económicas y sociales, incluidas las brechas de género y la violencia machista resultado del dominio patriarcal.

«En tiempos de pandemia, en situaciones de aislamiento como el que estamos viviendo, la casa se vuele un espacio mucho más peligroso para las mujeres que sufren situaciones de violencia», reitera la socióloga cubana Clotilde Proveyer Cervantes.

En diálogo con SEMlac, la profesora universitaria e investigadora de esta problemática en la nación caribeña aborda varias aristas sobre la prevención, atención y respuestas a las violencias machistas en el contexto cubano actual y a largo plazo.

¿Qué pasa con las violencias machistas en días de Covid-19? ¿Por qué mundialmente se reporta un incremento de estos hechos?


El ámbito doméstico es un espacio de inseguridad para las mujeres. Está demostrado que, después de las instituciones de represión –como pueden ser los ejércitos–, la institución o el espacio de mayor peligro para las mujeres es el hogar y el ámbito doméstico, que no es lo mismo que la vida privada.

En tiempos normales y en su estrategia de dominación para garantizar la impunidad de sus actos, el maltratador va cortando las redes de apoyo de la mujer, trata de generar control y aislamiento social en la víctima, el desmontaje de las posibilidades de la mujer para buscar o encontrar ayuda y va garantizando la disminución de su autoestima.

En condiciones de aislamiento y de pandemia, el maltratador aumenta su control. Es, por tanto, un escenario de mayor vulnerabilidad, pues el aislamiento se convierte en factor que facilita la impunidad del maltratador.

Está demostrado que, para hacer frente a la violencia, hace falta no solo que la mujer que sufre maltrato tenga la voluntad de salir de esa situación y busque ayuda; es necesario que esa ayuda y esas redes de apoyo existan y, efectivamente, la mujer tenga posibilidad de obtener apoyo. Cuando esto no ocurre, aun cuando la mujer tenga la voluntad de buscar ayuda, es muy difícil que pueda salir de esa situación ante una emergencia, o a más largo plazo.

La ONU ha hecho un llamado, incluso, a atender este problema, pues las estadísticas están mostrando un incremento de la violencia contra las mujeres en estas condiciones: hay un mayor control por parte de los maltratadores, mayor aislamiento y vulnerabilidad, poca opción para buscar ayuda y, por consiguiente, nuestra responsabilidad social tiene que aumentar en esta circunstancia.

¿Cuáles son los retos de Cuba en la respuesta a la violencia machista en tiempos de pandemia?


Tenemos muchos retos que vencer. Hay uno a largo plazo, no solo en tiempo de pandemia, y es cambiar los imaginarios sociales respecto a la problemática de la violencia. Aun cuando se ha hecho muchísimo para desnaturalizarlo, para visibilizarlo y atenderlo como un problema social, todavía predomina una naturalización del problema, no solo entre la población sino también entre decisores, en instituciones y muchísimos espacios determinantes de la sociedad cubana. Si no logramos cambiar los imaginarios, no vamos a tener un trabajo más eficiente, con una mayor profundización.

Todos los demás retos están relacionados con la necesidad de extender los servicios que existen: las denuncias en la policía, la línea telefónica de la Fiscalía General de la República, las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), los servicios de salud mental municipales y todas las iniciativas que se están desarrollando por ONGs y otras instituciones.

Esos servicios hay que extenderlos, perfeccionarlos, hacerlos más eficientes, con un personal realmente entrenado y capacitado para hacer ese trabajo. Pero, además, hay que crear servicios especializados dedicados exclusivamente a atender a las víctimas de violencia de género, junto a servicios especializados que incluyan la preparación del personal que ha de trabajar en ello.

Debe mejorar y perfeccionarse el trabajo de las redes de apoyo, tanto las formales como las informales; lograr la articulación real, porque muchas veces trabajamos por compartimentos estancos, cada cual en su ámbito, y ya sabemos que la problemática de la violencia es social e implica a muchos actores de la sociedad, nos implica a todas las personas. Por eso hay que perfeccionar la articulación institucional entre los actores sociales que tienen el encargo y la responsabilidad social de dedicarse a este trabajo.

El trabajo articulado y una respuesta integral efectiva a la violencia de género plantean la necesidad de una ley especial o la actualización de las normas vigentes, derivado del mandato constitucional que establece que «el Estado protege a las mujeres de la violencia de género en cualquiera de sus espacios y crea los mecanismos institucionales y legales para ello».

La visibilización en las leyes de la violencia de género es un aspecto importante a tener en cuenta, porque eso facilita la actuación en el marco de la legalidad contra la impunidad de los maltratadores. No obstante, hay que tener en cuenta que una ley por sí sola no contribuye a acciones eficaces. Si los encargados de aplicar las leyes no poseen una adecuada conciencia de género ni la preparación específica que requiere la administración de justicia en esta materia, si no se concretan importantes cambios culturales a nivel social que tributen a la creación de nuevos imaginarios y actitudes sociales no sexistas sobre el problema de la violencia, la ley se convierte en letra muerta, como nos advierte la experiencia de numerosos países.

Por eso, otro reto es el de la información y tratamiento en los medios de comunicación para visibilizar y contribuir a cambiar los imaginarios en torno a este problema. Muchas mujeres y víctimas de violencia no saben de los servicios que existen, no conocen sus derechos, sienten que son culpables de la violencia que reciben. Hay una serie de mitos y estereotipos que funcionan por desconocimiento de las propias víctimas y que las hacen soportar, no buscar ayuda, callar el problema. En ese sentido, los medios de comunicación tienen un rol importante y creo que hay que activar ese trabajo de los medios para, sin sensacionalismos, informar y dar herramientas, divulgar los derechos de las mujeres, orientar sobre los servicios que existen, hablar de que este es un problema social público, de salud y de derecho.

¿Qué fortalezas pueden aprovecharse frente a estos desafíos?
En el país hay un capital humano cada vez más preparado en distintas instituciones, universidades, centros de investigación, organizaciones no gubernamentales e instituciones del Estado para impulsar la labor de concienciación, capacitación y atención.

Aunque no contamos con todo el personal capacitado para trabajar en las distintas esferas de atención, con el que tenemos podemos formar multiplicadores, perfeccionar las labores de capacitación con programas coherentes. Esa es una fortaleza que a veces no aprovechamos porque no logramos la articulación y, para poder hablar de una ruta integral frente a la violencia, tenemos que poner en coordinación y aprovechar mejor ese capital humano que en todos estos años se ha ido preparando y ampliando en el país.

Otra de las fortalezas es la voluntad política del Estado, expresada en los lineamientos del Partido Comunista de Cuba y en el reconocimiento en nuestra Constitución como un problema que el Estado tiene que atender y prevenir; ese es un instrumento importante para el trabajo que se haga.

Igualmente, veo otras fortalezas en las universidades donde hay programas de estudio en pregrado y postgrado para preparar a profesionales que tienen que trabajar en la atención y la prevención de la violencia, así como en las instituciones sociales que pueden ponerse en función de este trabajo.

Por último, creo que es una fortaleza también que finalmente se esté reestructurando el Grupo Nacional para la prevención y la atención de la violencia contra las mujeres y las niñas y también la violencia intrafamiliar. Ese es un trabajo que no hemos desarrollado suficientemente, estamos ahora en el proceso de su reestructuración y lo está coordinando la FMC por encargo gubernamental. Ese grupo puede contribuir muchísimo a un plan integral del desarrollo de la ruta crítica para la atención de la violencia en instituciones del país. Pienso, sinceramente, que la restructuración del grupo nacional puede ser de gran ayuda para encausar el trabajo por la no violencia hacia las mujeres en la sociedad cubana.

¿Qué acciones está realizando el grupo en las actuales condiciones?


El grupo se está restructurando desde hace varios meses. La FMC ha convocado a organismos e instituciones del Estado que tienen el encargo social y la responsabilidad para organizar los protocolos de atención y poner en marcha un plan integral, para comprometer a todas las instituciones que tienen esta responsabilidad.

La pandemia interrumpió ese trabajo con las instituciones porque, con el aislamiento social, no ha sido posible mantener el ritmo y la sistematicidad que se estaba llevando. De todas maneras, en este momento ese grupo tiene un equipo asesor de especialistas e instituciones que participamos en el trabajo de estudio de prevención y atención a la violencia, y ahí hay representantes de la Fiscalía, la policía, la Asociación de Juristas, las universidades, el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), entre otras.

Ahora trabajamos mediante grupos de WhatsApp, dos o tres veces a la semana, elaborando propuestas dirigidas a decisores y medios para atender esta problemática y sensibilizar; estamos elaborando propuestas de alianzas con instituciones, organizaciones y agencias para la prevención y atención en estas condiciones. También revisando y actualizando propuestas del plan integral de la FMC, así como protocolos de actuación para elaborar propuestas más efectivas y estables de un trabajo a largo plazo, no solo en condiciones de pandemia, sino en trabajo articulado, coordinado, con efecto vinculante para todas las instituciones. Puede ser una gran aportación.

Estoy muy optimista, pese a que no siempre una ve los resultados con la celeridad que desea, con la urgencia que muchas mujeres están necesitando. Pero se está haciendo un trabajo muy responsable, serio y comprometido desde la coordinación, las especialistas y los organismos que tienen esa responsabilidad.

Tenemos que lograr un trabajo mucho más efectivo: desnaturalizar, sensibilizar, informar, atender, acompañar, prevenir, todo lo que sea necesario para esas mujeres que lo necesitan y son el sentido principal de lo que hacemos, con quienes estamos comprometidas.

Las condiciones impuestas por la pandemia han llamado la atención sobre la necesidad de perfeccionar los mecanismos de atención y de prevención. Eso es una urgencia social y en eso estamos trabajando.

SEM-SEMlac

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