Desde desprecio hasta feminicidio, violencia contra candidatas

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* Las elecciones 2017-2018, las más violentas de la historia, 147 agresiones a mujeres

* Relatan candidatas del PRI cómo vivieron la violencia política de género

Elda Montiel

SemMéxico, Cd. de México, 20 junio 2019.- Las elecciones más grandes y competidas de la reciente historia política de nuestro país se distinguieron por la violencia política ejercida contra las mujeres, cuyas agresiones fueron desde las burlas, descalificaciones, simulaciones, agresiones verbales, campañas de desprestigio, ataques en redes sociales, amenazas de quemarlas vivas a ellas, sus familiares y simpatizantes hasta el feminicidio.

La empresa Etellekt, que registró hechos y situaciones desde el 8 de septiembre de 2017 —fecha de inicio del proceso electoral— hasta el 29 de junio de 2018, reportó que hubo un total de 581 agresiones, mismas que aumenta­ron en la recta final de la campaña, de las cuales 147 fueron contra mujeres. Por partido político quie­nes más agresiones recibieron fueron las del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Del 20012 al 2017 se han presentado al menos 22 iniciativas, discutidas sin resolverse, y el problema con estas distintas iniciativas es que no conceptualiza adecuadamente la violencia de género, no prevén sanciones y tampoco reparación del daño, lo que se expuso en un foro de analistas, investigadoras y mujeres que la viven, en el ejercicio de Parlamento Abierto en la Cámara de Diputados, realizado el pasado mes de febrero.  

Se evidenció que hay resistencia a reconocer la violencia política de género en la ley, porque de ese modo no habrá sanción ni se erradicará el problema. Se consideró que hay que dar efectividad a la norma, por lo que los cambios deben ir a las leyes electorales, a la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, a los códigos penales y a la ley de partidos políticos.

Por otra parte, en un ejercicio de autocrítica, que no ha realizado ningún otro partido político, se llevó a cabo un diagnóstico de la violencia política sufrida por las candidatas del PRI a las diversas posiciones que se contendieron en el proceso electoral 2017-2018 por el Organismo Nacional de Mujeres Priistas (ONMPRI), en los estados de Oaxaca, Chiapas y Puebla.

Resalta el testimonio de las militantes priistas, que, a pesar de sus propios partidos, señalan que sin ayuda llegaron a reclamar sus derechos, a ocupar puestos de elección, como en el caso de Oaxaca, donde una candidata expresó:

“Lo positivo de todo esto, es que estoy rebasando mis propios límites, aprendí que sola pude llegar hasta ahí [TSPJF], sin estudio del tema, ni el apoyo del partido, ya me imagino todo lo que podría hacer con toda esta preparación y vivencia que estoy pasando”.

“No me destruyeron mis sueños, al contrario, me dieron más fuerzas de volar. Me duele mi situación, pero me preocupan las demás mujeres de mi pueblo, donde ser oaxaqueña ya es una etiqueta para quedarte callada y someterse a la voluntad de unas y unos cuantos”.

Violencia política por usos y costumbres

Una candidata señaló padecer violencia por usos y costumbres en el municipio de Oxchuc, del estado de Chiapas, quien sufrió amenazas de muerte hacia sus hermanos, de quema de casa y de violencia a través de redes sociales.

En su municipio no hubo elección porque ella no fue aceptada como candidata, porque los usos y costumbres no permiten que una mujer les gobierne, aun cuando a este municipio ya lo han gobernado dos mujeres indígenas quienes tuvieron la oportunidad de participar a través de su partido; pero estas mujeres, no apoyan para que otras compañeras, lleguen. Su proceso jurídico se encuentra a la espera del dictamen antropológico para saber si el pueblo se dirige por elecciones de partido o por usos y costumbres.

En el Diagnostico sobre la violencia política en razón de género realizado por las especialistas Sara Lovera y Georgina Cárdenas Acosta, en los estados de Oaxaca, Chiapas y Puebla, se evidencia la violencia que viven las mujeres al interior del mismo partido, por sus propios militantes, mujeres y hombres, líderes partidistas y dirigentes.

Desde la falta de capacitación, sin el apoyo de recursos económicos, negarles el uso de la palabra en mítines, simulación al solicitarles se registren, pero con la consigna de no dejarlas ejercer si ganan, ya que son los parientes hombres los que por la paridad no pueden ocupar el cargo, y en los casos más extremos, la violencia provino del dirigente partidista como en Chiapas, y la obstaculización por las mismas mujeres que ya ocupan cargos de elección.

Analizar el abuso del poder, independientemente en donde se origine o practique, es medular. Es evidente que no se ha logrado una estructura sólida de mujeres y hombres con compromiso ético, que defiendan los derechos de las mujeres en los partidos po­líticos, ellas están solas.

Las dirigencias de los partidos políticos las colocan para perder y los ganadores son finalmente los hombres o los dirigentes de todos los niveles.

La paridad se vivió como algo impuesto

La paridad no fue una iniciativa que surgió de la discusión interna y democrática de los partidos políticos y, en ese sentido, la paridad, como dijeron las militantes priistas, fue vivida como impuesta, como algo que “deben cumplir”, señalan en sus testimonios.

De forma global, según desglose por partido, en el periodo del proceso electoral 2018    Etellekt, identifica que las mujeres militantes del PRI tienen el segundo lugar en ser agredidas, con 25 casos, presentándose en cinco estados donde el PRI es oposición y cuatro en estados gobernados por ese instituto político.

Es necesario, destacan las autoras, que de acuerdo a las experiencias recuperadas que hablan de una realidad local y estructural, se busquen soluciones integrales para atender la violencia política contra las mujeres en razón de género; reparar el daño de las personas afectadas, se dote de herramientas efectivas que posibiliten y faciliten la denuncia, que haya redes solidarias de apoyo, que ninguna modalidad de violencia se tolere ni quede en la impunidad.

En el caso de Oaxaca se contó con el testimonio de 16 mujeres que fueron candidatas en diez municipios, de las cuales cuatro mencionan haber ganado la elección y el resto no obtuvo el triunfo.

Compitieron para ser presidentas municipales propietarias y suplentes, aspirantes a regidoras, candidatas a diputadas locales y una suplente a di­putación federal; una de ellas participó en la elección por los sistemas normativos indígenas. La edad de las participantes fue de los 26 a los 58 años.

Llama la atención que el Protocolo del partido para atender la violencia política contra las mujeres del 2017, lo conocieron después del proceso electoral, pero cuestionan su efectividad, ya que, en uno de los testimonios, la candidata frente a la violencia psicológica que vivió, presentó una denuncia en las instancias del partido, pero no hubo escucha ni sanción alguna contra su agresor.

Otra candidata relató que tuvo que ser custodiada con escolta porque había requerido medidas precautorias y fueron otorgadas por la fiscalía del Estado, ella fue amenazada con ser quemada durante su campaña electoral.

Mencionan que la violencia fue perpetrada por diferentes personas entre las que se encuentran militantes de su partido, tanto varones como mujeres, entre ellas una presidenta municipal y su esposo, ambos del PRI. De los testimonios destacan que hubo dilación en su registro y campañas de desprestigio, y calificaron como traición de sus compañeras que no hicieron campaña junto con ellas, sino por el contrario, hicieron campaña para sus adversarios.

Enfrentaron diversas resistencias en sus comunidades donde todavía no se admite que las mujeres participen como candidatas por lo que hubo rechazo, aún prevalece la idea de que las mujeres no deben desempeñarse en el ámbito público.

No obstante, algunas participantes mencionaron que en el marco de su candidatura buscaron sumar personas aliadas y mostrarse como ejemplo de liderazgo para otras mujeres.

Otras señalaron que las obligaron a ser candidatas a sabiendas de que iban a perder en la contienda, las hicieron renunciar a sus cargos públicos y una vez que perdieron la elección no fueron reinstaladas, lo que las hace doblemente violentadas.

No se gana con votos, sino con buenos padrinos

Soy […] excandidata del PRI en el municipio de […], participé en las elecciones pasadas y gané. Lamentablemente no cumplí con las expectativas (compromi­sos, arreglos y amarres políticos dentro del partido) como mujer y no recibí la aprobación del partido y me arrebataron el triunfo. Sufrí violencia política por razón de género por ser mujer. No me apoyó el partido como a mis compañeros hombres. Me bloquearon apoyos. No me fui en coalición, fui sola con el PRI.

Cuando acudió a las instancias respectivas (TEEO) el magistrado Víctor Manuel Jiménez Valora desestimó las agresiones y la mandó a seguir siendo “ama de casa” y le advirtió, que “no se gana por votos ni por buena voluntad, se gana con buenos padrinos y dinero”.

En el caso de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, de las 19 mujeres participantes en al menos 11 municipios, varias participaron como candidatas a presidentas municipales y a diputadas locales, ninguna mencionó haber ganado la elección, una de ellas indicó que se encontraba impugnando el proceso y sujeto a un análisis antro­pológico. Las edades de las participantes eran entre los 29 y 68 años de edad.

Aquí hubo hasta un asesinato, considerado por las participantes como feminicidio, ya que fue una gestora ciudadana que participó activamente en la campaña.

En sus testimonios, las participantes, coinciden que la paridad en el PRI fue un simulacro, porque pusieron a mujeres que no tienen trabajo de base, y las mujeres que acceden las co­locan por ser la esposa, la hija, la novia, amiga o pariente. Denunciaron también que en las negociaciones de las candidaturas se quitaron mujeres del PRI para poner en su lugar a candidatas del Partido Verde Ecologista de México (PVEM).

Alto grado de violencia política en Puebla por el crimen organizado

Puebla es la segunda entidad con mayor riesgo para la actividad política de las mujeres, de las 15 agresiones que se cometieron en el proceso electoral, 12 fueron contra candidatas y precandidatas. Dos de los 16 asesinatos de mujeres políticas, entre el 8 de septiembre de 2017 al 12 de junio de 2018, fueron cometidos en Puebla.

Las demás mujeres que participaron en política recibieron amenazas y actos de intimidación, como enviarles al celular imágenes de pedazos de cuerpos mutilados para que vieran lo que les podía pasar si seguían en la campaña. La violencia política en Puebla se agrava por la existencia de organizaciones criminales dedicadas al robo de combustible y venta ile­gal de gasolina y diésel; robo con violencia a transporte de mercancías en carreteras y red ferroviaria, de acuerdo a los datos de Etellekt, 2018.

En Puebla participaron siete ex candidatas de municipios, una diputada electa del congreso local y la presidenta del ONMPRI de Puebla, así como la doctora Elva Rivera de la Universidad Autónoma de Puebla.

En esa entidad, la violencia política al interior se dimensionó, uno de los testimonios, señala que: “Lo que más padecimos fue difamación y ataques en redes sociales. La re­tención de recursos para las campañas, las amenazas y lesiones al saber que somos candidatas de a pie y los opositores son hombres y se van por las lesio­nes físicas. Acuchillaron a una, más bien fue con un picahielo que la hirieron…”

“La violencia política está presente desde el mismo partido, las mujeres no creen en nosotras a pesar de nuestro trabajo. Te dicen que no vas a ganar por ser mujer, nos ponen el pie, en el PRI tenemos un organismo de mujeres, somos un partido consolidado; nos violenta la familia, el machismo igual, los que se van a otro partido nos atacan. No es clara la perspectiva de género, nos dicen que “la política es para hombres, no para viejas””.

“Mi experiencia personal es que me tocó un distrito inseguro, tuve amenazas del narcotráfico, pasaba por una carretera que comunica Puebla con Veracruz y vi camionetas, era peligroso cruzar las carreteras. Recibí amenazas por mi celular, de fotos de mutilaciones, de cuernos de chivo diciendo que eso me iba a pasar y que me saliera. No se podía entrar a municipios por la delincuencia.

“Yo tenía un chat donde todas nos quejábamos de la violencia política que padecíamos. La mayoría de las amenazas era hacerle daño a tu familia, nietos, hijos y nos entra mucho miedo. Éramos 109 candidatas del chat, sólo ganaron 25”.

También se refieren, en su testimonio, de la falta de apoyo de sus compañeras, ya que las acusaban de haberse acostado con el presidente o delegado del partido, otras eran señaladas porque eran las familiares de los grupos de poder, “si hubo muchas esposas de, pero fueron pocas las que ganaron”.

Otra evidencia: “Las mujeres insistimos mucho en los recursos. Piden el recurso y dicen que no hay, estos distritos se dan por perdidos y no hay recurso. Y a otro compañero hombre si le dieron. Nos pedían que firmáramos recibos con un monto alto y nos querían dar menos. No firmamos. Entre nosotras tam­bién nos cuidamos. Tengo 18 años en el PRI, está es la primera vez que me dan oportunidad. La coyuntura fue diferente por la paridad”.

Alguien más menciona que por primera vez el PRI les dio la oportunidad a cuatro mujeres jóvenes de ser candidatas en la capital, pero padecieron violencia política y una de ellas tuvo la experiencia más fuerte, pues por tres días seguidos en un diario local publicaron doce notas sobre ella, diciendo que practicaba el pole dance (baile en barra) y por eso dijeron que era teibolera y borracha. La violencia política venía de una división de jóvenes en el PRI.

Una de las participantes, señaló que poco se conoció de la violencia de las mujeres indígenas de Puebla. Identifica que hubo tres escenarios con una fuerte división: Tehuacán, Sierra Norte y la mixteca Po­blana, la violencia del crimen organizado que se cruzó con las campañas, señala que hubo disputas territoriales, y que ya se había identificado Puebla como un control del crimen organizado. Asimismo, apunta que en la sierra norte se asesinó a una candida­ta y no hubo pronunciamientos.

SEM/em/sj

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