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¿De qué tamaño es la violencia de género que quiere ocultar Andrés Manuel?

Claudia Almaguer

SemMéxico. 09 de mayo 2020.- El pasado miércoles 6 de mayo el presidente de México Andrés Manuel López Obrador habló acerca de la violencia contra las mujeres y dio un ejemplo extraordinario e indiscutible de machismo y masculinidad toxica, de no ser porque sus declaraciones minimizan la violencia feminicida que se está produciendo en el país, veríamos al señor con la misma fascinación que tienen las científicas al analizar el covid19.

Y mire, prácticamente ningún hombre de la edad y del contexto del presidente de México tiene perspectiva de género, pero al menos algunos tienen la vergüenza de informarse sí van a abrir la boca o a tomar decisiones que impliquen la integridad de las mujeres. Salir a decirle a la ciudadanía que no hay un aumento en la violencia de género y que hay mucha fraternidad familiar es una negación de la realidad por no decir que un incentivo para los maltratadores porque se coincide con el mismo ideario machista sobre el que justifican las agresiones que ejecutan diariamente.

Hablemos de manera responsable ¿de qué tamaño es la violencia de género que quiere ocultar Andrés Manuel? y ¿a quienes está borrando?

Antes de la crisis del Covid-19 la violencia contra las mujeres ya era un problema grave y extendido en México. Los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares  2016 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía indican que de los 46.5 millones de mujeres de 15 años y más que residen en el país, 30.7 millones de ellas (66.1%) han padecido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación en los espacios escolar, laboral, comunitario o familiar y que la relación donde ocurre con mayor frecuencia la violencia contra las mujeres es en la pareja, por consiguiente, el principal agresor es o ha sido el esposo, pareja o novio.

Aunado a ello la ENDIREH también registró que de las mujeres que enfrentaron violencia a lo largo de su relación de pareja (19.1 millones), en el 64.0% de los casos se trató de violencia severa y muy severa considerando los reportes de agresiones reiteradas que atentaron contra la integridad física y emocional causando fracturas, abortos o partos prematuros, alguna enfermedad de transmisión sexual, pérdida de capacidades motrices, pensamientos suicidas e intento de suicidio.

Ese 64.0% equivale a 12.2 millones de mujeres, de las cuales 8.2 millones ya se encontraban en situación de violencia severa y 4.0 millones en situación de violencia muy severa sobre las que la encuesta indica que su vida ha estado o sigue estando en riesgo inminente.

Ya en la crisis sanitaria actual, información fidedigna al alcance confirma una exacerbación de esta violencia. A finales de marzo la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, la Sra. Dubravka Šimonović advirtió: “Es muy probable que aumenten las tasas de violencia doméstica generalizada como ya sugirieron los informes iniciales de la policía y las líneas de emergencia. Para muchas mujeres y niños el hogar puede ser un lugar de miedo y abuso. Esta situación empeora considerablemente en casos de aislamiento como deviene de las medidas impuestas durante la pandemia”

Y lo estamos viviendo así, los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública sobre la violencia contra las mujeres en México indican que hasta el 31 de marzo de este año el 911 ha recibido 67,081 llamadas por incidentes de violencia con un severo aumento en los dos últimos meses y las fiscalías han iniciado 960 carpetas de investigación por feminicidio y homicidio doloso de mujeres, 15,292 por lesiones dolosas entre otros delitos con el mismo perfil victimal.

Precisamente, una de las preguntas más recurrentes ante estas cifras es si la convergencia de las dos pandemias tiene precedentes, es decir si podemos comparar el aumento de la violencia de género con momentos puntuales sin actividad que en otros años también han sido significativos como los periodos vacacionales o los días festivos y la respuesta es no.

La experiencia que tenemos de los casos atendidos en México durante la pandemia del coronavirus con las mujeres víctimas es que el confinamiento es un elemento completamente diferente, ya en aquellos ejemplos que le describo lo usual era que en determinado momento posterior a un ataque el agresor se saliera del domicilio, o cesara debido a la intervención policíaca o las consecuencias físicas comunes al uso del alcohol o de drogas depresivas. Esas pausas permitían a la víctima en el mejor de los casos huir, buscar apoyo, ser canalizada a las instituciones y ahora no está sucediendo eso porque en donde se puede la medida de aislamiento acelera las dinámicas de violencia hasta poner en riesgo la vida.

Y es que no se trata solamente de poner cifras o de hablar de las víctimas sin haberlas visto nunca, como una causa hueca sobre la que habiéndose quejado un poco conviene perpetuar, hoy por hoy las funcionarias responsables de la política de género que puso Andrés Manuel saben que obra mal, que lo que dice es gravísimo y se callan, permiten que los recursos destinados a proteger a las mujeres parezcan una limosna y no un derecho ganado a través de luchas que no les costaron. ¿A quién le importa que la violencia impida construir ciudadanía y empoderamiento? Si como anillo al dedo les cae que estén precarizadas y sumisas.

Fuera de esa realidad querida lectora, lector, las mujeres víctimas de violencia nos están preguntando de qué van a vivir si dejan a su agresor porque son las primeras que están perdiendo el trabajo o quien las va a asegurar porque ya están enfermas. Sume el hacinamiento de los hogares donde la sana distancia es una mala broma, o el uso de drogas como el cristal que aumentan el riesgo en cuestión de horas, considere los muchos hijos, el poco dinero y la total ausencia institucional, ahí donde no va la policía, no recibe el Ministerio Público, ni el hospital y añada la distancia de las mujeres rurales, las que viven con discapacidad, las que son indígenas.

A lo mejor con esto, con nuestro pan de cada día se podrá dar cuenta el tamaño de lo que se  quiere ocultar y la rabia que causa el dolo y la ineptitud para abordar el problema. Una advertencia cabe, a como siga este debilitamiento institucional, este limosneo miserable para proteger a las mujeres, lo que no se atienda como violencia a su debido tiempo se recibirá como feminicidio y ya sabremos quienes serán los responsables. A más ver.

Twitter: @Almagzur

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