MUJER Y PODER
Natalia Vidales
SemMéxico, Hermosillo, Sonora, 31 de marzo, 2021.- El número de personas que utilizan la Semana Santa para su verdadero propósito relativo a conmemorar la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo, es inversamente proporcional a los millones que la aprovechan para otras cosas; entre ellas irse a tirar a la playa y rendirle honor al dios Baco.
A la Semana Santa le siguen los días “diablos” –en vez de celebrar la Pascua– por aquello de que el bien y el mal se compensan en el mundo, de tal manera que al aumentarse o disminuirse uno u otro en algún momento, de inmediato tiene que regresarse al equilibrio.
La Ley Federal del Trabajo es la única cuya fuente de derechos es la costumbre, así que cuando un patrón suele darles el jueves y/o el viernes santo a sus trabajadores queda obligado a hacerlo en lo sucesivo ( so pena de pagar salario doble si les pide quedarse a laborar).
El Presidente López Obrador suspendió sus matinés informativos el jueves y el viernes de esta semana mayor. Gracias a Dios.
En los diccionarios la palabra pasión está asociada al entusiasmo, al ímpetu, al frenesí, los arrebatos y demás, y desde luego con el enamoramiento que domina a la razón. Y solo en el caso de Jesús se refiere a los acontecimientos de su detención, calvario y muerte, de ahí que se escriba con mayúsculas, La Pasión de Cristo.
Los apóstoles difieren en algunos detalles sobre la aprehensión de Jesucristo, pero todos coinciden en que fue objeto de la deslealtad de uno de los suyos, de Judas Iscariote. Pero, de no haber sido por él, el plan divino del sacrificio del Hijo de Dios no se hubiera realizado. Así es que los traidores son a veces un mal necesario.
Jesús fue un mal hijo en el sentido de todo lo que hizo sufrir a su madre. Mira que verlo flagelado, coronado de espinas y crucificado. Las madres quieren que sus hijos vivan en paz y tranquilos y no que anden peligrando en aras de componer al mundo.
Desde que el Gobernador Poncio Pilatos se “lavó las manos” durante el juicio de Jesús y lo abandonó a su suerte, millones de políticos han seguido su enseñanza. No la del Cristo, sino la de Pilatos.
Con el poder de Dios, nuestro Salvador pudo haber impuesto cualquier plan en la tierra, pero no utilizó ni la fuerza y ni siquiera la razón ni exigió la verdad (que no son de este mundo), sino la fe para redimirnos. Por eso su apostolado perdura.
Si por la historia nos guiamos parece que Jesucristo aró en la arena y sembró rosas en el mar, pero bastó con que haya encendido el “carbón del corazón” en tantos desamparados para que su Pasión haya valido la pena.
Si Usted, amable lector lectora le pone siquiera una pizca de liturgia a la fiesta pagana en que se ha convertido la Semana Santa, se habrá ganado una indulgencia en el más allá…