Dios hizo al mundo… y Estados Unidos lo quiere deshacer

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Escaramuzas Políticas

El AOC del Pentágono tiene por lema “Ganar en un mundo complejo”

Gloria Analco

SemMéxico, Cd. de México, 4 agosto 2017.- Se dice que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, pero no es el único en querer guiar nuestro destino. Estados Unidos también tiene el suyo, y con él pretende influir en la vida de cada persona que habita en el planeta Tierra.
El plan lo ha denominado The Army Operating Concept (AOC), el cual fue presentado por el Pentágono en la conferencia de la Asociación del Ejército de los Estados Unidos (AUSA, por sus siglas en inglés), en 2014. 
Extractos de una primera versión circularon en 1992, por medio de una filtración, cuyo contenido escandalizó a la sociedad estadounidense en aquel entonces, pero esta última versión no suscitó ninguna reacción de firmeza, a pesar de sus siniestras implicaciones.
Todo lo que está actualmente ocurriendo en materia de geopolítica en el mundo, ya estaba escrito de antemano en ese plan, y el ejército estadounidense ha intentado seguirlo al pie de la letra a partir del derrumbe de las torres gemelas, en Nueva York.
El ejército no se ha podido apartar del guión, a pesar de sus numerosos fracasos, por la fuerte presión de los neoconservadores, creadores del plan, que ejercen de manera férrea, tozuda e implacable, pues están empecinados en seguir optando por el “imperio del caos”, como lo establece el plan.
Se trata de una estrategia total que abarca a todo el planeta, con la idea fundamental del uso de la guerra como medio para destruir potenciales rivales geopolíticos y económicos, antes de que adquieran el suficiente poder que les permita bloquear la dominación estadounidense a nivel global.
Esa estrategia se deriva de la concepción de que el imperialismo ejerce la hegemonía sobre todo el planeta, tanto en los mercados como en los recursos, y que el ejército debe estar preparado para aniquilar a cualquier adversario que se interponga en su camino.
Es un documento, corregido y aumentado desde 1992, y en esta última fase busca preparar al ejército de los Estados Unidos para la III Guerra Mundial, sin la intención de echar para atrás alguno de sus propósitos, ni amedrentarse por el poderío bélico de alguno de los “enemigos”, y menos aún de sentir alguna piedad o compasión por las muertes que eso puede acarrear.
El documento deja bien establecido que todos los países del mundo son “el enemigo” para los Estados Unidos y para los altos mandos del ejército, tales guerras por la dominación son una certeza.
El objetivo estratégico del ejército, según el plan, es el uso de tácticas de una manera que permita que el enemigo no pueda responder con eficacia por más nivel combativo que pudiera tener.
Sus críticos afirman que la aplicación de la doctrina de la guerra total, ya en marcha, es incompatible con los derechos democráticos y de los gobiernos constitucionales dentro y fuera de los Estados Unidos, pero eso no les importa en lo más mínimo a los llamados “Señores de la guerra”. 
Desde que Estados Unidos movilizó a sus tropas por el mundo, y no sólo con intromisión sino también con bombardeos, cambio de régimen y asesinato de sus líderes, como en Irak y Libia, hasta las actuales amenazas contra Irán, Venezuela y Corea del Norte, todas las acciones del Pentágono deben ser entendidas y analizadas bajo el marco establecido en el AOC.
El presidente Donald Trump ingresó a la Casa Blanca con la clara idea de realizar cambios sustanciales sobre esas políticas y dirigir los esfuerzos militares exclusivamente a eliminar al Estado Islámico, logrando ampliar, en lo que va de su mandato, la cooperación con otros países en esa dirección.
Pero Trump, enfrentado solo al despliegue de poderío de los neoconservadores que controlan el Pentágono, el Congreso, el Departamento de Estado y, ante todo, la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos, incluyendo sus 16 agencias, ha sido lanzado a los medios de comunicación –también bajo su control– para que hagan trizas su reputación, cosa que han sabido hacer muy bien.
Las filtraciones han sido un arma muy poderosa para demeritar el trabajo de Donald Trump, ridiculizarlo, ponerlo contra la pared y exponerlo ante la opinión pública como un presidente incapaz de llevar las riendas del país más poderoso de la Tierra.
El senador Ron Johnson aseguró que con Trump “las fugas están fluyendo a razón de una por día”, y su comité en el Senado encontró, por lo menos, 125 historias de noticias con información filtrada “potencialmente perjudicial para la seguridad nacional”.
Está completamente claro que el poder neoconservador ha elegido de manera intencional el conflicto con Rusia como principal elemento de la política exterior de Estados Unidos, para que en torno al odio generado deliberadamente hacia ese país poder fabricar todas las historias que le puedan ser útiles, interna y externamente, para atacar a Trump y, al mismo tiempo, perjudicar al país euroasiático.
Un grupo de ex oficiales de inteligencia estadounidenses dirigió un memorándum al presidente Trump en el que cuestionaba la afirmación de que Rusia había “hackeado” los mensajes demócratas durante la campaña presidencial.
Los ex agentes aseguraron que los datos fueron filtrados, no hackeados, por una persona con acceso físico a las computadoras DNC, y más tarde tratados para incriminar a Rusia, luego de examinar los metadatos de la “Guccifer 2.0” en la fecha en que supuestamente recibieron la visita de los hackers, pero esa información no interesó a la prensa, como otras favorables a Rusia o a Trump.
La fuerte presencia militar de Estados Unidos en diversos países y el impresionante despliegue de nuevas bases militares intimidaron a unos, pero provocaron el efecto contrario en aquellos países que precisamente considera sus principales rivales, y que comparten entre ellos la idea de que unidos pueden desbaratar esos malévolos planes.
China se propuso unir a Asia y Eurasia con su plan de armonizar y modernizar el comercio mundial, la infraestructura comercial y la cooperación, lo cual difiere sustancialmente de Estados Unidos y Europa Occidental que han priorizado forzar a terceros países a adoptar determinado sistema económico o un estilo de gobierno para ser tenidos en cuenta, o, en caso de rebeldía, ser invadidos.
Mientras Occidente invadía o gestionaba la desestabilización de algún país, China se acercaba a Pakistán; Filipinas, otrora aliado de EE.UU., se convertía en un socio de China y Rusia; Turquía veía su futuro cada vez más con Rusia y otros socios eurasiáticos, y la India realiza ejercicios militares con EE.UU., pero se asoció económicamente con China y Rusia, y llegará el momento en que tenga que tomar partido, y China es mucho más beneficiosa para la economía de la India en el mediano y largo plazos.
Alemania, el país más poderoso de la Unión Europea, ha comenzado a recibir los dardos lanzados por los Estados Unidos, molestos porque su economía registra un fuerte superávit que afecta al resto de los países de Occidente, especialmente a EE.UU., y quieren forzar a Alemania a cambiar su política de bajo consumo interno y fuerte plataforma exportadora, con productos de alta calidad que superan ampliamente a los estadounidenses.
La decisión de China, de inclinarse más por la cooperación, en rechazo a la política del gran garrote, del policía mundial y de la Guerra Fría que preconiza el AOC (Concepto Operativo del Ejército de los Estados Unidos), ejemplifica “el bien frente al mal” éste último representado por los Estados Unidos, más definitivamente no por Donald Trump, quien ha salido a declarar cosas que no comparte para despistar a sus enemigos y poder tener cierto margen de maniobra.
El AOC del Pentágono tiene por lema “Ganar en un mundo complejo”, y prepara a su ejército para enfrentarse a “oponentes cada vez más capaces” y para que proyecten poder y dominio aéreo, marítimo, espacial y cibernético en apoyo de objetivos y metas políticas.
Los neoconservadores dominan desde Washington la escena mundial, pero ahora enfrentados virulentamente a Trump, quien sabía que si conseguía acercarse a Rusia, habría significado el principio del fin del poder neoconservador.
De hecho, el Congreso ratificó la campaña de demonización de Rusia orquestada por el Estado Profundo o Gobierno Profundo, como quiera llamársele, al aprobar nuevas sanciones contra ese país y quitar facultades al Ejecutivo, que ya no puede retirarlas en caso de convenir a su manejo político, a pesar de que el presidente es el responsable de la política exterior.
Los hilos del poder del Estado Profundo son movidos desde las sombras por los neoconservadores, pero detrás de ellos están las grandes corporaciones estadounidenses que quieren convertirse en dueñas del mundo a cualquier precio.
gloriaanalco@gmail.com

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