El acoso en las redes sociales busca expulsar a las mujeres del debate público

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  • Las redes han sido una herramienta fundamental en la difusión e influencia de posturas y campañas feministas que han logrado un gran alcance, y eso molesta

Por Gloria López

SemMéxico/AmecoPress. Madrid, 21 abril. 2020.- Defensoras de los derechos humanos, activistas y comunicadoras feministas encuentran en Internet un espacio de expresión y un escenario de articulación política. Pero también, un territorio en el que reciben violencia machista –en intersección con otras formas de violencia en función de su color de piel, su orientación sexual o la clase social a la que pertenezcan, entre otras-, violencias que circulan por las redes con total impunidad. No son casos aislados ni responden a patrones “individuales”. Con el fin de debatir sobre esta situación el Instituto de la Mujer organizó el debate ‘Feminismo, acoso y redes sociales’, con Cristina Fallarás y Ana Requena, que estuvieron moderadas por la directora del Instituto, Beatriz Gimeno.

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«En las redes sociales encontramos un canal de expresión, de movilización y de encuentro colectivo entre nosotras que ha sido muy importante. Ante todo esto, la reacción es evidente: es machista y misógina», compartía la Redactora jefa de Género en eldiario.es y coordinadora de Micromachismos y Nidos, Ana Requena.

Por eso, las respuestas han de buscarse de un modo colectivo. Esa es la propuesta que defienden desde Laia Serra y la revista Pikara Magazine, con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres y Front Line Defenders, quienes, el 4 de diciembre de 2018, registraron en el Congreso, un informe sobre las violencias de género en línea en el que se incluyen una serie de recomendaciones al Gobierno. Por ejemplo, se pide la elaboración de una legislación específica, así como la reformulación de la ya existente relacionada con las violencias, además de adoptar medidas dirigidas a las plataformas intermediarias de internet, como las empresas propietarias de las redes sociales más utilizadas.

Efectivamente, las redes han sido una herramienta fundamental en la difusión e influencia de posturas y campañas feministas que han logrado un gran alcance. Y eso molesta. «Los medios de comunicación los manejan hombres, blancos y ricos, pero las redes permiten una expresión que no necesita una inversión de capital, por eso entramos en tromba”, argumentó el jueves Cristina Fallarás, basándose en ejemplos como #Cuéntalo, una iniciativa que ella misma puso en marcha y que logró en 10 días, 2,7 millones de tuits y 160.000 narraciones originales de mujeres que sufren o sufrieron agresiones, violaciones, acosos o asesinatos a manos del machismo.

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“Los medios tradicionales siempre han funcionado con una inversión de capital, unas jerarquías y unas verticalidades solo disponibles para los hombres. Y, de repente, con las redes sociales tenemos una horizontalidad común construida desde el testimonio y no desde la abstracción, y sin necesidad de capital. La violencia ya no es abstracta, sino que identificamos a los agresores (nuestras propias parejas y exparejas y machitrolles que parecen tener mucho más tiempo libre que nosotras para encima juntarse y crear discursos) y creamos una memoria colectiva. Y cuando ésta existe, es un arma que no tiene fin”, defiende la periodista y escritora feminista en su apuesta por usar las redes para contar, para visibilizar y narrar en primera persona.

En el seno del Feminismo hay debates importantes. Y a menudo las redes no son ni de lejos el mejor medio para dialogar, profundizar en las temáticas y acercar posturas. «Las redes están sirviendo para crear grandes bloques en los que parece que no hay matices y en los que te tienes que identificar sí o sí en uno o en otro, constantemente», advertía Requena en el debate promovido por el Instituto de la Mujer. Sería bueno revisar los códigos que empleamos en los debates –muy hostiles-, no reproducir determinadas prácticas que nos limitan y apostar por un cierto reconocimiento entre nosotras.

Estrategias

El componente sexual, la amenaza física y la violencia es mayor y específica en el caso de las mujeres. Es mayor la exposición de las periodistas, de las expertas, de las activistas respecto al acoso que sufren ellos, aunque también estén expuestos. El machismo también se expresa en este ámbito.

Esta agresividad como tono general instalado en las redes y estos ataques reiterados a las voces feministas que se manifiestan públicamente se aborda de distintos modos. Denunciar no siempre es una opción válida, ni eficaz, ni eficiente. Ignorar, contestar, aprovechar el tirón para viralizar contenido relevante, ironía, buen humor…y, sí, también callar o al menos “pensarse mucho lo que una va a expresar”.

Lo cual tiene consecuencias. «Como mujeres con presencia pública, creamos modelos de mujer. En tanto en cuanto callamos cierta parte de nuestro ser, de nuestra experiencia y del uso del espacio público, creamos un modelo de mujer que dejará una herencia terriblemente perversa», dijo Fallarás el jueves, reconociendo que “una no se acostumbra jamás” a las agresiones machistas permanentes.

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“Es una experiencia dura y desgastante”, dijo Ana Requena “esas referencias personales y sexuales violentas que recibimos en los ataques de los trolles” y por ello, hay que estar mucho más atenta a la “autocensura”, aunque es importante “medir fuerzas” y recordar que el “autocuidado” es importante.

“Necesitamos garantizar que las redes sociales, entendidas como un espacio público en el que debatir y construir en común, constituya un lugar seguro y libre de violencias contra las mujeres”, reclaman desde el Instituto de la Mujer. Pero dista mucho de la realidad a la que se enfrentan cada día periodistas, comunicadoras, políticas y activistas feministas. En tiempos de pandemia esta tendencia, lejos de reducirse, se ha visto incrementada.

El acoso en las redes sociales tiene un componente político que busca expulsar a las mujeres y a determinados temas de este espacio de debate público. Por eso, las respuestas han de buscarse de un modo colectivo. Para ello es fundamental compartir experiencias, para así poder reflexionar individual y colectivamente y hacerles frente.

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