El coronavirus evidencia zonas vulnerables: desigualdad en los cuidados

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Redacción

SemMéxico/AmecoPress Madrid, 16 de marzo 2020.- Nelly es empleada del hogar. Trabaja en casa de Lucía y Miguel, madre y padre de Alba y Héctor. Ella también tiene dos hijas: Maritza y Estefanía. Desde el 11 de marzo y durante quince días los centros educativos permanecerán cerrados por el coronavirus. En las familias, en las reuniones, en los grupos de whatsapp y en las conversaciones emerge la pregunta: ¿Qué hacemos con los niños y las niñas? La cadena de los cuidados se pone a prueba.

A Mara le han dado la opción de teletrabajar. Pero es complicado hacerlo con dos niños, de 20 meses y 3 años, compartiendo espacio. Su marido ni se plantea quedarse en casa, tiene que moverse a distintos países, pues ocupa un alto cargo en una multinacional.

El teletrabajo ha sido uno de los temas principales de debate entre las madres y padres. Es una fórmula interesante, más o menos novedosa, pero complicada de llevar a cabo si, por ejemplo, tus hijos y tus hijas son pequeñas y necesitadas de cuidados.

Pero además el teletrabajo no es una opción para otras muchas profesiones. Es el caso de Alla, azafata que vuela durante varios días a la semana, o las personas trabajadoras en régimen de autónomo. En casos de este tipo, la ayuda de abuelos y abuelas suele ser un recurso recurrente. Pero en esta ocasión no es la opción más adecuada. «Para mí es una gran responsabilidad dejar a los niños con mis suegros y pensar que uno de ellos pueda contagiarse”, dice Alla, “y mi madre no vive en España”.

No es conveniente recurrir a las abuelas

Las autoridades sanitarias han sido claras: no es conveniente recurrir a la población anciana para que cuiden a niños y niñas. Ernesto Cerrada, médico de Atención Primaria, explica que, de hecho, las criaturas son una población altamente transmisora. “Puede haber casos de niños y niñas con coronavirus que desarrollen poca sintomatología, y que pueden transmitirlo a las personas ancianas, que son población de riesgo”.

Lucía y Miguel tienen contratada a Nelly unas horas al día. Ahora le exigen que sean más, para que pueda ocuparse de Alba y Héctor. Pero ¿quién cuida de las hijas de Nelly? ¿Con quién las deja? Y como Nelly, hay muchas mujeres empleadas en el sector doméstico y de los cuidados, en su mayoría migrantes, que se ven doblemente afectadas por la crisis del coronavirus.

Virginia, coordinadora de un centro de atención a familias en situación de vulnerabilidad lo advierte. “Como suele pasar, cuando hay una crisis, quienes ya viven una situación de vulnerabilidad, son quienes más lo pagan”. El centro en el que trabaja Virginia también ha tenido que cerrar a consecuencia de las medidas tomadas en la Comunidad de Madrid frente al avance del coronavirus.

Las educadoras están trabajando desde casa y hacen guardia por turnos en el centro para tratar de ayudar a las familias que lo necesitan. “Los colegios están compensando la falta de clases presenciales con tareas que cuelgan en portales y webs para que los chavales puedan hacerlas en casa, lo cual está muy bien y demuestra las posibilidades que aportan las tecnologías. Pero muchas de las madres y padres usuarias de nuestro centro no tienen acceso a internet tan fácilmente, a veces no se manejan y no saben cómo ayudar a sus hijos”.

Debilidades estructurales

“Situaciones cotidianas que habitualmente se resolvían con un sistema público desbordado y un sector privado precarizado, acaban de saltar por los aires, con cientos de miles de menores en los hogares y potenciales enfermos que necesitan atención domiciliaria que se encarguen de hijas e hijos, comida, limpieza o higiene de las personas afectadas”, explica Carolina Elías, presidenta de la Asociación Servicio Doméstico Activo (SEDOAC).

La llegada del coronavirus a nuestro país –y en particular algunas de las medidas para contener su avance, como el cierre de residencias y escuelas– ha evidenciado debilidades estructurales ya existentes, entre ellas lo que se viene llamando crisis de cuidados. Es una situación que nos recuerda que es necesario seguir construyendo unos servicios públicos de calidad, con capacidad de dar cobertura a toda la población cuando los necesite. “Porque todas las personas necesitamos cuidados en diversos momentos de la vida”, como recuerdan reiteradamente quienes apuestan por la economía feminista y como abogan las trabajadoras del sector de los cuidados, cada vez más organizadas.

El trabajo remunerado ha de ser compatible con la vida. Y los cuidados han de enfocarse de otro modo, en los distintos ámbitos. Todavía los cuidados, no solo de los hijos e hijas, también de mayores, personas enfermas o con dificultades, recaen en los brazos y espaldas de las mujeres. El 90% de las excedencias por cuidados las piden las mujeres, que además dedican de media cuatro horas al día en trabajos de cuidados, mientras que los hombres invierten dos. El 37,7% de las madres solicitan reducción de jornada al volver de su baja de maternidad frente al 4% de los padres. La corresponsabilidad es la asignatura pendiente para avanzar en igualdad, esta crisis lo evidencia.

Y, como entre las mujeres también hay desigualdad, quienes se encuentran en una situación de mayor precariedad –porque son migrantes, porque trabajan en sectores laborales con menos derechos- son las que más padecen los síntomas de la crisis destapada por un asunto de salud pública, como es la epidemia del coronavirus.

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Es cierto, que también la sociedad se está implicando en la respuesta a la situación: estudiantes de la universidad de Madrid se ofrecen para cuidar a niños y niñas, mujeres en paro dan ayuda como cuidadoras, redes de solidaridad entre amigas y compañeros de trabajo, vecinas y vecinos ponen carteles dispuestas a hacer la compra a quienes, por su vulnerabilidad, necesiten cuidarse especialmente sin salir de casa. También es admirable la entrega y saber hacer de las y los profesionales de nuestro sistema de sanidad pública, una sanidad dañada y vejada con las privatizaciones y el abandono. Ojalá desde esas redes se advierta el rumbo que debemos dar a la construcción social. Ojalá esta crisis nos lleve a cuestionar ciertos armados, a ampliar derechos y a priorizar de un modo diferente.

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