El feminismo como sospecha

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Olimpia Flores Ortiz

SemMéxico, Oaxaca, Oax. 26 de septiembre, 2020.-“Utilizo con sumo cuidado los calificativos de la diferencia sexual a fin de evitar la confusión hombre/masculino, mujer/ femenino: pues hay hombres que no reprimen su feminidad, mujeres que inscriben más o menos fuertemente su masculinidad.” Helene Cixous. La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura 1995.

De acuerdo con la filósofa argelina, acotaría “hombres que no reprimen su así llamada feminidad, mujeres que inscriben más o menos fuertemente su así llamada masculinidad”.

¿O es que puede defenderse la existencia de un cierto estado de naturaleza de los sexos, previo al contrato social?

¿No quedamos en que el sexo se refiere a la biología y el género a la cultura? Vamos viendo que “la cultura” es para empezar lenguaje (o por que otro medio se percibe y se enuncia) y en tanto tal es simbólico, su cualidad es la de la representación. ¿Cuál es la cosa en sí que define el sustantivo “mujer”?   

A su vez Derrida, el argelino proscrito entre otros, con Cisoux por el feminismo que se pretende canónico y detentador del corpus, le responde a Cristina de Peretti en cierta entrevista de 1989: 

“Cuando usted habla de «los hombres» se refiere, por una parte, a la objetividad del estado civil y, por otra, a lo que se denomina la organización anatómica, es decir a todo lo que hace que reconozcamos inmediatamente —o creamos reconocer inmediatamente— la diferencia entre un hombre y una mujer Pero, como usted sabe, las cosas son, desde el punto de vista de las pulsiones de la organización fantasmática, del inconsciente —por decirlo en dos palabras—, mucho más complicadas y puede haber personas llamadas «hombres» que están mucho más preparadas, motivadas, etc., que determinadas mujeres para llevar a cabo dicha crítica cultural. Por lo tanto, habría que ver quién es el hombre, quién es la mujer y qué parte de femenino y de masculino hay en cada individuo para poder evaluar estos límites. Dicho esto, es evidente que, si confiamos en una identidad segura del hombre y de la mujer, en una diferencia sexual en cierto modo determinable y no problemática, no sé hasta qué punto se puede hablar de límites esenciales en la crítica cultural. Como acabamos de ver, la crítica cultural no puede ser radical más que si se dedica a la vez a interrogar y a perturbar o, como usted dice, a subvertir todo lo que concierne a las jerarquías falogocéntricas. Ahora bien a este respecto, la motivación que tienen los llamados «hombres» para emprender dicha deconstrucción no es forzosamente más limitada que la que tienen las mujeres porque, sin duda, el falogocentrismo rige todos los deseos bajo su ley, pero la opresión a la que somete, lo que esta jerarquía imprime o impone puede pasar tanto sobre lo que se da en llamar «los hombres» como sobre lo que se da en llamar «las mujeres.” (Imposible interrumpirlo)

El neologismo derridiano, “falogocentrismo” reúne dos nociones, por un lado, la de Lacan para quien el falo es la falta, lo que me falta, lo que falta a cada cual, que es el origen del Deseo. Y por el otro, lo que Deseo ser y que me falta, que se traduce necesariamente por el logos.

“¿Qué ves de cerca? -Se pregunta Helene Cisoux- ¿Quiénes son los que se acercan? Otro conocimiento, otro descubrimiento. Pero otro desconocimiento. ¿Ver de cerca, es ver? ¿Y en dónde radican ahora las lealtades de la pertenencia? No es del pueblo de los miopes, quien no es miope. Ya no podrá saber en qué consiste no ver…Pero, los videntes de siempre saben que ven; ¿o ven? Arrojada de golpe a la mirada desnuda, una conciencia del ver que los videntes de la costumbre no pueden tener…” En Sa(v)er/ Verme de Seda que publicara con Derrida en 2001.

Escuché (diferida) la conferencia de la filósofa española Luisa Posada Kubissa el pasado jueves, a invitación de mi buena amiga Norma Reyes Terán, titular de la Coordinación de Atención de los Derechos Humanos del Gobierno de Oaxaca, institución convocante. Conferencia de excelente nivel, de la ponente transcribo estas líneas que encontré para serle fiel y no citarla de notas o de memoria:

“Por mujer entiendo el referente que ha padecido la opresión y la exclusión patriarcales. A partir de ahí, defiendo, pese a las críticas que he tenido por todas partes, que las luchas identitarias contra lo que llaman el heteropatriarcado se tienen que aliar con el feminismo en su interés común. Pero una cosa es que se alíen y otra es disolver el sujeto político del feminismo en esas luchas.”

Hay para ella una “tradición del sujeto político del feminismo” que radica en la pura genitalidad de las mujeres y en contra de la que se atenta, tal como la tienen la Iglesia y el Estado en cuyo nombre se defiende a la familia del patriarcado y la división sexual del trabajo. Ninguna tradición es fiel a sí misma en ningún tiempo y en ningún lugar. Para ese feminismo, las personas transgéneros que enuncien identidad femenina no tienen cabida en el feminismo.

Posada Kubissa, posee una tradición, detenta una esencia, por lo tanto, infiero que tiene un patrimonio que defender.

De entre su audiencia, surgió el comentario de que el feminismo de la actualidad tendría que escuchar a las que ya fuimos. Al contrario, escuchemos nosotras a las jóvenes subversivas de feminismo anti heteropatriarcal, anticapitalista y anti-Estado; jóvenes, ellas sí, fieles feministas de la sospecha. Las que ya fuimos, olvidamos a Marx y la lucha de clases; a Freud y el inconsciente en resistencia que pasa de ser binario; y a Nietzsche y la voluntad de poder. Herederas de “lo personal es político” recuperan el sentido de la emancipación.

Casi se van octubre y sus lunas. ¿Qué nos dicen las elecciones en Bolivia? Triunfo contundente del MAS en primera vuelta. 

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Twitter: @euphrasina (gusto por la elocuencia)   

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