Enriqueta Ochoa, su poesía erótica, sus vírgenes terrestres

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Enriqueta, en el tiempo; Gela Manzano Añorve su exégeta

Versión de 2011 sobre el libro de Ma. de los Ángeles Manzano Añorve, sobre la obra mística y carnal

El ciclo ¡Leo… luego existo!  conmemora el 95 aniversario del natalicio de la poeta  

La actriz Isaura Espinoza leerá en voz alta fragmentos de Poesía reunida 

Sara Lovera

SemMéxico, Ciudad de México, 28 de mayo, 2023.- Enriqueta Ochoa, poeta, de los años 50 del siglo pasado, una mujer con sabia disciplina, norteña, que ha de vivir rodeada de prohibiciones sociales, de atajos y dificultades, para darse un espacio de libertad que sólo haya enfrentado las zozobras, escribiendo sin cesar, a lo largo de toda su vida.

Su trabajo y sus letras, son un intrincado viaje para mi inexpugnable, de la síntesis que es todo acto poético

Para conmemorar el 95 aniversario de su natalicio en el ciclo ¡Leo… luego existo! Se presenta hoy una lectura de fragmentos de Poesía reunida. Será este domingo 28 de mayo a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Actividad organizada por Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), en el ciclo de lectura en voz alta ¡Leo… luego existo! 

La obra de  la poeta, fue  motivo del libro Sentido místico erótico en la poesía de Enriqueta Ochoa, de  María de los Ángeles Manzano Añorve, Gela para las cercanas, de cuyo texto escribí en 2011. Es un libro indispensable.

Primera Lectura

El Sentido Místico-Erótico en la Poesía de Enriqueta Ochoa, es un libro de Gela, donde lee las líneas complejas de una mujer que vibra y vive en un constante desasosiego; entrar en la poesía erótica de Enriqueta Ochoa es como un viaje interno, tal como el de Fernando Pesoa, ese tímido tenedor de libros que nunca descansa de interpelar al mundo.

La autora en su exégesis logra abordar todos los contornos de la escritura de Enriqueta Ochoa, desde su afán académico. Pero descubre y nos dice cómo, Enriqueta Ochoa, estuvo buscándose a sí misma desde los 20 años y cómo lo hizo, con erudición, con una suavidad transgresora que la distingue de las poetas de su tiempo.

Un día me preguntó Gela, ¿conoces a Enrique Ochoa?, ¿ella escribió poesía erótica, en los años 50, habla de deseo, de nosotras, es una maravilla?

Un verdadero hallazgo que, en la agreste tierra de Coahuila, en el Torreón hoy inundado de violencias e injusticias, donde no llueve casi nunca y se sufre, había una mujer que trabajó sus emociones y sus lecturas, metida haciendo grabados en la joyería de su padre.

Menos que casi adolescente se había interrogado sobre el sentido de la mística y las religiones y que había retado al mundo de las religiones. Menos que en los años del hallazgo de su capacidad de escritura, de sus poemas, la mujer poeta estaba dedicada a la enseñanza y su imagen era de una mujer común, que tenía por dentro un fuego capaz de atolondrar, en pleno fin de siglo, a la sociedad que siempre piensa en las mujeres como adicionales e insustanciales.

Enriqueta, escribió   simplemente directo y sin ambages todo lo que como un ardor vital la obligaba.

Buscar a dios en sí misma, interrogarlo, diseccionarlo y volver a ella sin reparos, como en un círculo. Así fue como muchos años después de un primer poemario, escribió a su hija el poema mayor:  Vírgenes Terrestres.

Digo que, de la obra de Enriqueta Ochoa, como muy bien nos ilustra Ma. de los Ángeles Manzano Añorve, ha dado lugar a infinidad de exégesis.

Ochoa para Ma. de los Ángeles es el pretexto y se erigió en su espejo y encuentro que es también un acercamiento más abarcador, el de las mujeres forjadas en un país controlado por los hombres y las religiones, porque casi todas hemos vivido los escenarios que condujeron a Enriqueta Ochoa a escribir lo que poetizó.

Aún ahora, en el siglo XXI el deseo erótico y la necesidad de ser personas, diosas, divinas, autónomas, para las mujeres son cosa prohibida. La autora entra por todos los rincones que acosan la conciencia femenina, indaga, lee, -su bibliografía es basta y profunda-, quiere explicarse de dónde viene el miedo y la tortura del amor romántico en el que nos han instruido.

Lee cuidadosamente entre otras, a la antropóloga Marcela Lagarde, ahí donde ella, Marcela, desmantela el cuento y el mito del amor en las mujeres, obligadas a darse a los otros, para ellos todo, para ellas (nosotras) nada.

Desde las primeras páginas, como no lo hacen los exégetas varones, coloca a Ochoa entre muchas otras poetas de su tiempo y del tiempo de Gela.

Analiza las voces diversas de Elva Macías, de Thelma Nava, de Elsa Cross para comparar a Ochoa, para comprobarse a sí misma que no es suficiente repetir y repetirse que las mujeres han logrado un espacio en la literatura y en la poesía, con la estadística que hoy se llama de género, sino que indaga en sí misma,  sobre el valor de las letras que van explicando quiénes somos y porque somos, mucho más allá de los esquemas vulgares de un feminismo institucional que no entiende el alma y los desasosiegos de las mujeres que están anhelando romper las amarras que las atan profundamente a la vida cotidiana, a la maternidad y el amor impuesto. Todo ello las ahoga.

Ochoa, no habla, como Rosario Castellanos de la tragedia de un arroz quemado, ni escribe, del desgarramiento del alma que implica un amor perdido, sino que pasa de largo.

Su matrimonio frustrado, no tiene importancia, ni siquiera es tema en la larga entrevista que le hace la autora y que se lee al final del análisis literario, sino que esa mujer más bien a ese amor lo considera un incidente pasajero, una experiencia  y en cambio toda su poesía erótica/mística de la soledad, de la búsqueda de lo místico y lo divino,  del espíritu, de la meditación   intrínseca en todo ser humano, que crece y se agrava y se pandea en momentos de la existencia, pero que no la define.

Es Dios quien la atraviesa, yo diría, es la Diosa que todas llevamos dentro y que nos cuida, vigila, nos llena de valor ante lo cotidiano y puede abrirnos caminos y darnos aire limpio y fresco para continuar, a pesar del desamparo y la violencia.

Fugaz matrimonio

Ochoa, como narra Gela despliega su inmensa capacidad creativa, tocada por su experiencia al ir a vivir a Marruecos, con un hombre francés que nunca se sabe quién es y cómo es que se enamoraron, en una época en que, en Marrakech, se ubica y es el espacio por excelencia de las libertades y desenfrenos que todavía hoy estamos buscando.

En la época en que la poeta vive su fugaz matrimonio, en Marruecos, este es el sitio de los homosexuales europeos y los de la experimentación de una vida sexual ampliada, sofisticada. ¿Sabrá Gela que eso pudo determinar y profundizar las ansiedades de su mujer espejo? ¿Enriqueta, ya escritora publicada y consiente de su talento, habrá entrado en contacto con Yves Saint Laurent quien construyó en la capital marroquí uno de los jardines de cactáceas más completos que hay en el mundo (esas cactáceas del desierto de la infancia de Ochoa), y ¿habrá contemporizado con los sujetos de este espacio de libertades? Yo me lo pregunto.

Las feministas hemos considerado que el cuerpo es una de las cuestiones que más nos atosigan como mujeres. Somos cuerpos frustrados y mutilados, usados para la propaganda y el deseo de los otros. De Ochoa, la autora, lo reflexiona, lo va hilando, y dice en la página 101 de su libro:

«Es interesante observar el tabú del cuerpo embarazado de la mujer como símbolo de la negación del erotismo femenino, la castidad como esencia erótica de la mujer y su cuerpo, como espacio consagrado a la gestación.

“La matriz como espacio sagrado de la creación humana y por ende de la divina…» y antes también, al analizar algunas líneas del poema de Ochoa La Urgencia de Dios,  reflexiona, Enriqueta, luego de acudir a la cita de las inmolaciones rituales, arrodillarse, bajar el rostro, arrepentirse de haber intentado amar a un hombre con el sano poder de la carne como diosa y futura virgen terrestre, …..comienza el evangelio de la desobediencia con un verso que la lleva al suplicio de la transgresión….

Cuerpo, suplicio, desobediencia, transgresión, todas palabras surgidas de sí misma, de Gela, quien también se transfigura, recorre su propia vida, se interroga, se arrodilla, hace desobediencia, transgrede, su pretexto es la poeta que ha conseguido turbarla, tanto que dice, carne como diosa y una y otra vez en este tramo de su libro, es una exploradora de sí misma.

En la poesía de Ochoa,  el origen y naturaleza de la condición femenina y se convierte, en algo más que un estudio minucioso de la poeta, para plantear el mito de Electa, que aborda Ochoa, la relación madre hija que se desgaja en uno de sus últimos poemas  denominado Marianne, donde expresa la poeta todo lo que significa la soledad humana, el término de una etapa, la decidida claridad de que una, uno, se puede deshacer de todo el positivismo y la materia, para echar una mirada de balance sobre lo que ha significado estar en la tierra, y ahí descubrirse,  y como, finalmente hay que admitir el propio dolor del mundo que nos acosa.

La vida de Enrique Ochoa

Bellas Artes informa: Enriqueta Ochoa (1928–2008) es considerada una de las más importantes figuras literarias del estado de Coahuila. Según algunos importantes críticos, es una de las grandes voces en lengua española del siglo XX. Fue profesora en la Universidad Veracruzana, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y la Normal Superior del Estado de México y coordinó talleres literarios del Inbal en Aguascalientes, Torreón, Tlaxcala y la Ciudad de México.

Le fue otorgada La Paca de Oro 1979 como Hija Predilecta de Coahuila. Y recibió la Medalla de Bellas Artes 2008.

Es autora de Los himnos del ciego y Las vírgenes terrestres, publicadas en 1968 y 1970, respectivamente. Le siguieron Cartas para el hermano (1973), Retorno de Electra (1978 y 1986), Canción de Moisés (1984), Bajo el oro pequeño de los trigos (1984 y 1997). Posteriormente creó Aquellos días delirantes (1998); Asaltos a la memoria (2006). En 2008 el Fondo de Cultura Económica editó el libro Poesía reunida, que abre con un prólogo de Esther Hernández Palacios.

Isaura Espinoza, la lectora, es actriz de teatro, a cargo de las lecturas de este domingo, también trabaja en el cine y la televisión. A lo largo de su trayectoria ha interpretado a una gran variedad de personajes que la han consolidado como una de las mejores actrices del medio artístico mexicano.

Su trayectoria incluye títulos como: Shakespeare en el jardín, Amor y muerte: Poesía del Siglo de Oro, La casa de Bernarda Alba, La isla de las muñecas, El tigre de Santa Julia, Su alteza serenísima, Las siete cucas, La antorcha encendida, Corazón salvaje, Niña amada mía, entre muchos otros.

Con su monólogo Bósfora Rosario, Isaura celebra más de 50 años de trabajo ininterrumpido dentro del ámbito del espectáculo.

¡Leo… luego existo! está dirigido a público mayor de 15 años, personas adultas y adultas mayores. Actividad en la cual actrices y actores con amplia experiencia, reconocimiento y compromiso social leen en voz alta textos de diversas autoras y autores, preferentemente nacionales, en un acercamiento eficaz entre el público y quien lee, en una búsqueda de la motivación que impulse a ese posible lector a adentrarse en el mundo de la literatura.

Esta actividad es gratuita. Se contará con la participación de Myrna Dávila, intérprete independiente de Lengua de Señas Mexicana. 

También se contará con transmisión en vivo a través de:  https://www.facebook.com/extensionculturalinbal  

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