Estrategia de ataque para que Trump no se acerque a Putin

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Escaramuzas Políticas

Aunque suene extraño, esta historia puede entenderse perfectamente con el antecedente de los extractos del plan del Pentágono

Gloria Analco

Gloria Analco
SemMéxico, 11 enero 2017.- Con el potencial combinado de la CIA, la NSA y el FBI, que insisten en la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses, en círculos neoconservadores consideraron que entonces podrían forzar a Donald Trump a asumir una postura igual de agresiva contra Rusia como la que Barack Obama ha sostenido en su último mandato. 
Y aunado, además, al trabajo que están desplegando a favor de esa moción los halcones que tienen los puestos clave en los comités del Senado de EE.UU. que supervisan la política exterior, esta vez –pensaron- Trump se verá obligado a doblar las manos y aceptar que los ataques rusos “no están libres de costo”.
En su estrategia de ataque, los neoconservadores quieren llevar la acusación de la supuesta interferencia rusa al extremo incluso de fabricar elementos suficientes para poder acusar a Donald Trump de antipatriota, si es que se empecina en mejorar las relaciones con Vladimir Putin.
Aunque suene extraño, esta historia puede entenderse perfectamente con el antecedente de los extractos del plan del Pentágono –elaborado por los neoconservadores con fines realmente temerarios- que dio a conocer The New York Times en marzo de 1992.
Su contenido escandalizó a la sociedad estadounidense en ese entonces, a tal punto que tuvieron que guardar el plan para mejores tiempos, y esos llegaron en el mandato de George W. Bush.
Planteaba en esencia que Estados Unidos tenía que prevenir el resurgimiento de un nuevo rival tras el colapso de la Unión Soviética, mediante el “ataque preventivo”.
Para ello, los neoconservadores reclamaban una notable expansión del gasto militar, y proclamaban que “… los posibles conflictos que surjan en y desde el territorio de la antigua Unión Soviética, será la principal preocupación de los EE.UU. en el futuro”.
Consideraban improbable “algún futuro liderazgo en la antigua Unión Soviética”, y se otorgaban el derecho unilateralmente de seguir siendo la potencia predominante a fin de garantizarse “el acceso a las materias primas vitales, principalmente el petróleo del Golfo Pérsico”, entre otras cosas.
Subrayaban que EE.UU. “debe mostrar el liderazgo necesario para establecer y proteger un nuevo orden”.
Fue con el derrumbe de las Torres Gemelas que encontraron la coyuntura para echar a andar el plan y fabricar un nuevo entorno internacional, el cual comenzó con la invasión a Irak, como el plan lo preveía.
En la lista de países a someter o controlar su expansión se encontraban, además de China, que tampoco la dejaban de lado, Afganistán, Irán, Libia y Siria, por tener gobiernos que no compaginaban con los intereses estadounidenses.
Las cosas marchaban bien para los neoconservadores, ya situados en los puestos clave del poder estadounidense, incluida la Comunidad de Inteligencia, hasta que Putin se interpuso en su camino en Siria, y, lo menos deseado, Trump se les atravesó en los propios Estados Unidos, con un discurso en materia de política exterior totalmente disociado de su plan maestro para dominar el mundo.
Barack Obama realmente compró el mensaje de los neoconservadores, quienes ahora pretenden que también lo asuma Donald Trump.
En su discurso de despedida, pronunciado en Chicago, donde políticamente todo comenzó para él, Obama dijo que “rivales como Rusia y China no pueden igualar nuestra influencia en el mundo”. 
Esa forma de pensar ha causado demasiado daño en el mundo y un solo ejemplo, de tantos, lo puede decir todo: la CIA gastó entre 5 y 6 mil millones de dólares en sus operaciones en Afganistán con el fin de afectar a Rusia. Esa guerra costó la vida a más de un millón de personas y la heroína afgana capturó el 60 por ciento del mercado estadounidense.
Diarios tan poderosos como The New York Times, pero también ya desprestigiados por difundir mentiras, han asegurado que Donald Trump ha causado un severo daño a los Estados Unidos y a su reputación, cuando él puede ser la figura política que apacigüe al mundo si consigue establecer buenas relaciones con Rusia.

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