Instrumentalización de la trata y la violencia para justificar el control migratorio

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  • Industria criminal que más dinero mueve en el mundo
  • Demanda de personas esclavas por parte del sistema económico

Redacción

SemMéxico/AmecoPress, Madrid, 27 junio 2019.- La Trata de Seres Humanos forma parte de una de las Industrias criminales que más dinero mueve en el mundo. Este crimen se ha visibilizado en el estado español a través de protocolos de víctimas de trata con fines de explotación sexual. El foco de esta esclavitud se ha puesto en las mujeres migrantes y su sexualidad.

Así, la Trata ha terminado convirtiéndose en un instrumento para criminalizar las migraciones y a otras mujeres migrantes. También ha servido para justificar las medidas de control migratorio como un elemento clave para la lucha contra la Trata. Es una de las conclusiones recogidas en el informe ‘Vida en la necrofrontera”, presentado el pasado martes por Helena Maleno y Caminando Fronteras en Madrid. El trabajo recoge datos y testimonios que demuestran la contradicción de unas políticas migratorias generadoras de sufrimiento y muerte.

La utilización perversa de este crimen –la trata- por parte del discurso hegemónico obvia elementos importantes, como la existencia de un mercado de oferta y demanda, que no está necesariamente vinculado solo a la explotación sexual. Afecta también a más realidades, como el servicio doméstico, el trabajo en el campo, la construcción, etc. “Es decir estamos ante una demanda de personas esclavas por parte del sistema económico y de los consumidores europeos. Y esas situaciones de esclavitud se producen a través del uso de los cuerpos migrantes”.

Finalmente la lucha contra la Trata de Seres Humanos en el estado español se ha usado para “limpiar la imagen del control de fronteras y de la policía que lo ejerce”. Se instrumentaliza así este horrible crimen y a sus víctimas/supervivientes, para alimentar la imagen de la necesidad de este tipo de políticas de control migratorio. Desgraciadamente, esto no ha revertido en la disminución de esta industria criminal, que crece de forma exponencial dentro de los territorios europeos.

El discurso hegemónico ha normalizado que la protección de las víctimas/supervivientes de los nuevos sistemas de esclavitud deba estar en manos de la policía de control de fronteras, y no de otras fuerzas de seguridad que tengan una formación distinta con mayores capacidades para reintegrar los derechos de estas personas.

El informe explica como en unos años, “se ha pasado de ignorar que había mujeres que podían ser captadas, trasladadas y explotadas entre las mujeres migrantes, a clasificar como víctimas de trata a todas las mujeres llegadas a costas”. Tanto el sistema de control como el sistema de acogida las categoriza de esta forma. Pero esa categorización no sirve para apoyarlas, sino para recibir un doble maltrato, un maltrato institucional donde ambos sistemas se funden en un único sistema de control. Puesto que la acogida de las víctimas/supervivientes está fuertemente tutelada por la policía de control de fronteras. “Esto no sucede de forma fortuita, la información obtenida y categorizada sirve para justificar el enfoque policial de las fronteras a través de la información obtenida sobre la violencia machista ejercida contra las mujeres”, advierten las defensoras de derechos humanos.

Es innegable que muchas mujeres vienen dentro de redes de trata, y que son cosificadas y explotadas dentro de esas redes, pero no todas las mujeres lo son, aunque compartan violencias machistas durante sus trayectos migratorios y en sus países de origen. En los últimos diez años se ha evolucionado mucho con respecto a la visión de la Trata de Seres Humanos dentro del sistema de acogida. Las profesionales han recibido formación y se ha compartido mucho conocimiento. Sin embargo, “el sistema de control lo ha impregnado todo. No se permite que las organizaciones puedan implementar de forma eficaz las lógicas de acompañamiento y autoprotección, puesto que están siempre supeditadas por las lógicas policiales y dominadas por estas últimas”.

Por tanto, aunque se ha avanzado en materias de protección, la matriz siguen siendo lógicas de control y seguridad, donde las mujeres siguen siendo maltratadas por el hecho de ser mujeres, por el hecho de ser víctimas de trata, sin reconocer sus capacidades, sus estrategias y su resiliencia.

Testimonio de M. G., costamarfileña: “¿Qué hago en Europa? Soy puta”

“¿Cómo me sentí al llegar a España? Por un lado contenta, por otro que era una mierda. Perdóname por la expresión, pero era así. Primero me preguntaron quién era el patrón de la embarcación, y que si colaboraba pues tendría beneficios. O sea, primero me pidieron ser una chivata traidora. El capitán de la barca es un pobre como yo, o ¿piensan que los traficantes se dedican a remar hasta Tarifa? Me sentí como que pensaban que era una estúpida o algo así. Después me preguntaron a quién habíamos llamado para ser rescatadas. ¿Quiénes eran esas personas? Si las conocíamos, si nos habían dado el teléfono para eso, si estaban en Marruecos o en España… Y nos enseñaron nombres de personas a ver si los reconocíamos. Otra vez, querían que fuera la chivata de los que nos habían ayudado a salvar nuestra vida. ¿En qué momento piensan que no tengo principios? Soy pobre, claro que sí, sino no vendría a Europa, pero tengo dignidad ¿Sabes qué hacía? Llorar, hacerme la pobrecita negra que llora y llora, para no contestar. Me estaban violentando de una forma horrible. Eso hacemos muchas mujeres a la llegada, llorar, así piensan que somos tontas y dejan de jodernos. Perdóname otra vez la expresión, pero es jodernos una y otra vez. Eran policías. Vinieron tres, pero dos no estaban de uniforme. Me han violentado tanto a lo largo del camino, que creo que los huelo ya. Ellos hacen sus preguntas porque es así. O sea yo no soy nada, ni nadie. Es su obligación perseguirnos porque este es el sistema en Europa. Ahora que estoy en Francia lo entiendo mucho mejor. Perseguir a los pobres es parte de cómo Europa está construida, al igual que África.

Luego vinieron las entrevistas de las ONGs. También era su obligación entrevistarme, y seguro lo hacían para protegerme. Pero ni te imaginas qué preguntas. Sobre los abortos, las violaciones, los hijos… Hubo un momento que no podía más y me puse a llorar otra vez. No querían que viniese a Francia. Pero yo quería saber ¿qué alternativas tenía si no venía a Francia? No me daban respuesta. Quería saber: ¿qué hacían con las cosas que yo les contaba?, y eso tampoco era claro. Ahora no era la chivata, era la víctima. Así que lloraba todo el rato. Te digo una cosa: el tiempo que estuve en el centro no me fiaba de nadie, en el fondo les tenía miedo. Y seguro que no lo hacían con maldad, pero lo hacían mal, lo hacen mal. Porque no sólo yo siento eso, muchas de mis compañeras tienen los mismos sentimientos. ¿Sabes qué hago en Francia? Soy puta, eso hago. Como muchas, lo soy. Porque al final nos traen para esto, o ¿qué te crees? Perdona que hable con tanta rabia, pero cada día siento el racismo, no me arrepiento de haber venido porque tampoco podía no hacerlo. Pero me da rabia que se vendan tanto los europeos como salvadores cuando sus formas también son una mierda”.

SEM-AmecoPress

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