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Una sociedad sin conciencia es cómplice

* Un ejercicio crítico

Yaneth Angélica Tamayo Ávalos

SemMéxico, 6 de enero 2020.- En los últimos días, la violencia ejecutada en contra de la ciudadanía no ha tenido límites. Cada vez, los medios de comunicación visibilizan más las atrocidades cometidas por “personas” que creen que la única forma en la que pueden relacionarse es a través del sometimiento, el poder y la violencia.

En anteriores entregas, esta columna se ha caracterizado por evidenciar las conductas omisas de los encargados de administrar el Estado; sin embargo, se ha omitido hablar del papel que juegan las personas que conforman a la sociedad mexicana.

Por lo general, la ciudadanía vive reprochando a las autoridades los retrocesos sociales, la violencia, la injusticia y la impunidad; pero, nunca hablan de como pueden incidir para mejorar las condiciones de vida que se tienen en común. Con ello no trato de justificar al Estado, pero dado que se forma parte del mismo, no se puede pretender absolverse de responsabilidad.

En un ejercicio crítico y de conciencia, se pueden analizar varios ejemplos.

Entre ellos se encuentra la consigna feminista “un violador en tu camino”, la cual ha sido utilizada a forma de burla en contextos que no tratan de visibilizar la violencia; quizás para algunas personas resulte laxo bailarla en antros, en los vestidores de los estadios de futbol o adaptar la letra a manera de juego.

Es posible que la que emite la opinión sea susceptible a las circunstancias violentas; por ello habría que preguntarse ¿Qué reacción causa esta frivolidad en el sentir de las víctimas sobrevivientes y de los ofendidos? Y ¿Qué efecto producen estas reacciones en la sociedad?

Si se parte del supuesto de que las víctimas y sus familias sienten dolor, frustración e indignación ante la impunidad y revictimización vivida, se puede deducir que la mofa sobre las acciones cometidas en contra de las mujeres, no pueden ser algo que les reconforte; antes bien les reaviva su sentir.

Ahora bien, respecto de los efectos causados; se puede tomar como ejemplo el caso del profesionista disfrazado de víctima de feminicidio quien en un evento académico recibió de sus compañeros aplausos y risas, mientras que otras personas sufrían rabia e indignación por la burla sobre un acto cruel que se ejecuta a diario en contra de mujeres.

En los casos enunciados se pueden advertir, reacciones como “me divierte” y comentarios de personas que opinan que no se debe satanizar a las personas que juegan con la violencia, justificando bajo un supuesto folklore mexicano, que supone como normal que el mexicano transforme todo en burla y risa.

Pero que sucede, cuando esa burla o juego va más allá de una risa, cuando esas reacciones al minimizarse y justificarse, se convierten en abuso de poder que se traduce en un ataque violento hacia una mujer.

Como ejemplo extremo, se tiene lo sucedido con la saxofonista oaxaqueña que fue agredida por un sujeto al que se le hacia normal ofenderla y acosarla sexualmente, y quien ante un rechazo le pareció sencillo arrojarle ácido.

Situaciones como estas resultan innumerables, pero es a través de estas, como se pueden observar los rostros de las injusticias que se encuentran encarnadas no solo en las instituciones, sino en la ciudadanía que las ejecuta y solapa, convirtiéndose en cómplices de la crueldad.

Por lo que, de nueva cuenta podríamos preguntarnos ¿Qué se esta haciendo como sociedad y como individuos? Realmente se esta incidiendo o solo se es parte de un sistema inerte en donde las personas fungen como meros espectadores.

Por todo lo anterior, es importante que las personas tengan en mente que, una sociedad que no se compromete con la erradicación de todo trato cruel, inhumano y degradante, se convierte en cómplice de aquellos que viven al amparo de la corrupción, el servilismo, la violencia y la más absoluta impunidad.

Mientras se siga encontrando justificación para cada acto violento y no se asuma la responsabilidad como sociedad, no tendremos una sociedad justa; en la cual se ejerzan acciones que permitan una adecuada distribución de recursos y derechos que exigen del Estado acciones de bienestar positivas.

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