Juego del tapad@, prematuro y anticipado

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 Dulce María Sauri Riancho*

SemMéxico. Cd. de México. 14 de julio 2021.- El del “tapado” era uno de los juegos predilectos entre la comentocracia mexicana de mediados del siglo pasado.

Su tiempo estaba marcado por el quinto informe presidencial, cuando abría formalmente la temporada de especulación sobre el sucesor en la presidencia de la República, aunque los rumores y filtraciones se desataban desde meses antes.

Las “palabras mayores” se pronunciaban entre finales de septiembre y octubre, designando a quien como candidato ya era seguro sucesor de la Silla del Águila.

El genial Abel Quezada inmortalizó al “tapado” y entre sesudos estudios y artículos periodísticos se discutió por muchos años las características y los límites del ejercicio de esta facultad meta-constitucional que tenía el presidente de la República.

Como relojito, puntual, “alguien” filtraba a la prensa una lista de posibles candidatos; tal fue el papel de Leandro Rovirosa Wade en 1975, cuando sus siete mencionados fueron caracterizados como “caballada flaca” por el entonces gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa.

En el gobierno de José López Portillo, se asegura, fueron varios prospectos los que recibieron la insinuación de una posible decisión a su favor. Uno de ellos era el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Javier García Paniagua, quien recorrió el país para preparar al partido hacia la contienda de 1982, y al mismo tiempo, amarrar el conocimiento de su persona en todo el territorio nacional. Sin embargo, el presidente López Portillo se inclinó por su secretario de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid.

A diferencia de “destapes” anteriores, García Paniagua mostró su molestia renunciando a la dirigencia nacional del PRI el mismo día de inicio de la campaña presidencial. Fue la primera grieta registrada en el mecanismo “perfecto” de la sucesión presidencial.

Seis años después, en un intento de modernización, se registró un cambio en la forma para postular al candidato del PRI. Mucho tuvo que ver la ruptura con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, que conformaron la Corriente Democrática, para presentar una opción distinta a la que avizoraban en el PRI.

La llamada “pasarela” concentró la atención pública a fines de agosto de 1987. Uno a uno, secretarios del gabinete fueron desfilando ante un nutrido auditorio priísta en la sede nacional del partido. El momento final del “destape” fue enormemente accidentado, por una confusión que sólo fue posible subsanar gracias a la madurez de don Sergio García Ramírez (SG), cuyas iniciales coincidían con las de los apellidos del candidato postulado, Salinas de Gortari. Sostengo que fue la última ocasión en que se intentó aplicar el procedimiento que había funcionado por 30 años.

La sucesión de 1994 fue de alta tensión al interior del gabinete del presidente Carlos Salinas de Gortari. Al decantarse por Luis Donaldo Colosio, Manuel Camacho se rebeló a los designios presidenciales; lo enfrentó aún habiendo sido designado secretario de Relaciones Exteriores. A la fecha, hay quien sostiene que las tensiones y enfrentamientos internos generaron un clima propicio para el asesinato del candidato del PRI a la presidencia de la república el 23 de marzo de 1994.

Ernesto Zedillo gobernó sus primeros tres años en medio de la crisis económica desatada por el “error de diciembre”. En 1997, el PRI habría de perder su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, pero previamente, en septiembre de 1996, la XVII Asamblea del PRI aprobó los “candados” para la postulación de la candidatura a la presidencia de la república y las gubernaturas. Mediante estas disposiciones estatutarias se estableció el requisito de haber ocupado algún cargo de elección popular.

Creo que el presidente ignoraba esa trascendental modificación cuando habló en el cierre de la asamblea y expresó su frase: “la única línea es que no hay línea”. Días después, la dirigencia del PRI renunció, admisión implícita del malestar presidencial que dejaba a la mayoría de su gabinete imposibilitado para aspirar a la candidatura. Así, el PRI eligió mediante proceso interno, con voto directo y secreto de militantes y simpatizantes, a su candidato en 1999. Vicente Fox se impuso a Francisco Labastida al año siguiente, dando inicio a la alternancia política.

Las tres siguientes sucesiones presidenciales (2006, 2012 y 2018) mostraron reglas distintas en cuanto a las postulaciones al haberse difuminado el control político que ejercía el Ejecutivo respecto de su sucesión. Valga decir que los candidatos del PAN, partido gobernante en 2006 y 2012, no gozaron de la simpatía de los presidentes en turno. Y que en 2018, el gobernante PRI nominó a un ciudadano de alto prestigio más no militante de su organización.

La restauración del presidencialismo autoritario a la que asistimos en el sexenio de la 4T trae consigo un intento de rescatar la vieja fórmula de postulación del candidato a la presidencia de las décadas del siglo pasado. No me llama la atención que el presidente López Obrador haya mencionado a seis miembros de su gabinete (3 mujeres, 3 hombres); así ha sucedido con el partido gobernante cuyos candidatos han salido del primer círculo presidencial, en tanto que los de la oposición han provenido principalmente de las gubernaturas, incluyendo al presidente López Obrador. Lo que sí me preocupa es el tiempo, muy anticipado en un país que requiere que tod@s, sin excepción, estén concentrados en el presente inmediato para atender las graves necesidades que afrontan las familias mexicanas.

El “jugueteo” no es mera frivolidad o distractor de otros asuntos en que el gobierno no ha podido brindar resultados positivos, como la inseguridad y el abasto de medicamentos. Es algo más complicado, que se asienta en la antigua estrategia de contrapuntear a sus colaboradores más cercanos, y quedarse con el/la que sobreviva a los ataques internos o externos, sin que importe el cumplimiento cabal de sus responsabilidades, sólo la lealtad incondicional al presidente.

¿Dará este juego para tres años? Lo dudo. La espiral de los acontecimientos políticos hace poco previsible saber quiénes estarán en condiciones de ser considerad@s en las fechas de las “palabras mayores”. Además, faltan nombres. Por ejemplo, Ricardo Monreal. Su omisión deliberada tal vez se deba a que, como otras “resurrecciones” de costumbres pasadas, él sea el verdadero “tapado”.

dulcesauri@gmail.com

* Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán y presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados

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