LA CONSULTA: ENTRE LA AMBIGÜEDAD Y LA AMBIVALENCIA

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Olimpia Flores Ortiz

SemMéxico, Zaachila, Oaxaca, 2 de agosto 2021.- He tenido sentimientos encontrados respecto a la consulta popular de ayer, primero de agosto. Aunque estoy confinada en Zaachila, fuera de mi zona electoral y no podía votar, no significa que me fuera en lo absoluto indiferente. Va mi reflexión como mi aportación al ejercicio. De alguna manera es imposible no participar, no hay abstención posible cuando mi acción en cualquier sentido se traduce en una actitud política. 

“Lo horrible de Two Minutes Hate en la novela de George Orwell 1984, no era que uno estuviera obligado a hacer un papel, sino, por el contrario, que era imposible evitar participar”.

Pie de imagen: Dos minutos de odio durante los cuales las masas vociferan ritualmente

¿Puede alguien dudar de la legitimidad de la consulta como instrumento de democracia directa? Para mí no es obvia la respuesta, me cuesta trabajo posicionarme entre la democracia representativa que se ha esforzado como república por darse un marco normativo, una estructura organizacional, mecanismos e instrumentos para proceder ante quien falte a la Ley ante la cual todas/todos son iguales; y un ejercicio populista ¿Qué opina el pueblo?  Son dos extremos, la primera, mediatizada por las élites y la segunda claramente también, pero otras élites ahora apelando a la emoción. Perdón, pero si la ciudadanía se comporta simbólicamente, ya no es un público masivo “democrático”. Para la teoría de la sociedad de masas, el comportamiento simbólico es sinónimo de manipulación totalitaria o de política extremista. Por otro lado, la democracia directa es un recurso de presión a la desmesura del poder del Estado.

“La política consiste en una panoplia de espectáculos conflictivos que se superponen y que se esfuman del escenario tan pronto como nacen sus sucesores” nos dice el politólogo estadounidense Murray Edelman (1919-2001).

Repasemos la pregunta de la Consulta decidida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”

Ambigüedad que produce ambivalencia. ¿Cuál es entonces la razón para participar? ¿A qué se está convocando? “Pero, cuidado, ambivalencia no es lo mismo que ambigüedad. La primera se presta al simbolismo, la segunda a la caricatura.” https://www.milenio.com/cultura/laberinto/cine-mexicano-cannes-miradas-femeninas-violencia Fernando Zamora en su crítica de cine sabatina.  Es una caricatura de democracia directa acudir a votar por adhesión al mesías sin saber qué se votó ni para qué. 

La ambigüedad de los propósitos de la consulta, no se restringe a la redacción de la pregunta que no dice nada, porque no explicita qué se quiere esclarecer sobre qué asuntos y qué acciones cometidas por quiénes ni a favor de qué causa, para favorecer a cuáles sujetos sociales actuando al respecto cómo; sino a la necesidad misma del ejercicio: ¿para qué consultar lo que no ha menester consultar porque ya está previsto en la Ley y existen los mecanismos y los instrumentos para actuar?

Parece que el ejercicio se ha tratado “de una participación del público en el espectáculo del poder.” La politización es sin duda uno de los efectos principales del espectáculo político. Para Edelman la politización expresa el interés en el espectáculo político lo que no es necesariamente un indicador de la formación de un juicio de orden racional acerca de los sucesos de la actividad política. Esta suerte de politización no trasciende por sí mismo, sino como sometimiento del público al lenguaje político, es decir una manipulación emocional. No hace falta más que mirar en los noticieros los testimonios ciudadanos, explicando su voto a estas horas de concluida la jornada. Una paupérrima densidad ciudadana. 

Cuando las decisiones políticas responden a demandas de las facciones políticas y sus intereses requieren de legitimarse por el escrutinio público y su sanción que los coloquen además en la mira mediática que contribuye al espectáculo. ¿Se obtiene de ahí un bien público? El presidente de la Corte Arturo Zaldívar cree que sí, él espera un mecanismo para la justicia transicional, así justifica a la ambigüedad de la pregunta que no puede inquirir sobre procesos judiciales específicos; sólo él lo sabe. 

En el caso de esta consulta instigada por el presidente de la república, difundida por los medios como un juicio popular a los últimos exmandatarios, estará de verse que se proceda contra el expresidente Peña Nieto, el único susceptible aún de ser sometido a proceso.  Y marcaría un hito muy importante en la vía de desacralizar al poder presidencial omnímodo en México Ese paradójico valor simbólico tiene este ejercicio alcance o no el 40% de concurrencia de la lista nominal necesario para hacerlo vinculante. López Obrador puede actuar de todos modos y hacer trascender lo que parece, según los cómputos oficiales del Instituto Nacional Electoral de las 9:30 pm, con el 45.5139% de las actas computadas, va el 3.2491% de la meta que por lo visto no alcanzará.

La paradoja consiste en que se contribuiría a desacralizaría al poder presidencial, por un ejercicio alentado por un presidente de talante autocrático y mesiánico. ¿Se avanzaría en el camino del combate a la corrupción? Es improbable. El “atributo” no sólo puede conferírsele a la derrotada clase política del “neoliberalismo”. Suficientes evidencias hay de la corrupción pedestre del actual régimen como de los retorcidos caminos para socavar a las instituciones de la democracia neoliberal.

Tampoco se requiere que la consulta sea vinculante para tomar decisiones en cuanto a las víctimas de la guerra contra el narcotráfico y la criminalidad extendida: las desapariciones forzadas, los secuestros, los feminicidios, los homicidios llamados ejecuciones, la trata de personas y demás. Ni para establecer una Comisión de la Verdad. El grave y diversificado problema de “las “víctimas” que tampoco se definen en la pregunta, no ha sido del interés presidencial nunca, ni fue el motor de la consulta que instigó.

¿Cómo medir el éxito de la consulta? ¿Sólo cuantitativamente? O porque López Obrador se haga responsable del bien público que es posible derivarse de ella dado el espectáculo político que suscitó a través de los medios provocando la opinión pública a favor y en contra:  Someter a proceso a un expresidente por corrupción; la Comisión de la Verdad como mecanismo de justicia transicional; y una política pública con recursos decentes para atender a las víctimas.

No veo todavía esa necesaria “institucionalización” de la participación política: no es lo mismo debatir en la sobremesa y por las redes sociales que acudir a las urnas. 

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twitter: @euphrasina (amor por la elocuencia)

 

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