Las instituciones intervinieron para masculinizar la lengua y enseñar sus usos sexistas: Eliane Viennot

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*Malos tiempos para el lenguaje inclusivo

Salvador Martínez Más

SemMéxico/Amecopress, Madrid, 20 de junio, 2021.- Profesora emérita y destacada defensora del lenguaje inclusivo en Francia. 

 No son buenos tiempos para defender la promoción del lenguaje inclusivo.

Hace unos días, el ministro de Educación francés, Jean-Michel Blanquer, emitía una circular que aspiraba a prohibir el uso de la llamada escritura inclusiva en colegios. Eliane Viennot, una de las más destacadas figuras intelectuales que defienden en Francia el lenguaje inclusivo, explica a Nidos en qué consiste luchar en el país de Emmanuel Macron contra lo que ella llama «uso sexista de la lengua».

En Francia, parecería que no son buenos tiempos para defender la promoción del lenguaje inclusivo. Hace unos días, el ministro de Educación de Francia, Jean-Michel Blanquer, emitía una circular que aspiraba a prohibir el uso de la llamada escritura inclusiva en colegios, extendiendo así la decisión de 2017 del ex primer ministro Édouard Philippe contra esta forma de entender la comunicación en las administraciones.

 Sin embargo, Eliane Viennot (Lyon, 1951), profesora emérita de la Universidad de Saint-Étienne, integrante del Instituto Universitario de Francia además de historiadora en activo, se muestra optimista en la guerra que el feminismo galo ha declarado al «lenguaje sexista». En ese conflicto, sus enemigos han puesto a Viennot el apodo de la «papisa del lenguaje inclusivo».

Sus esfuerzos a la hora de reivindicar el uso de palabras en femenino como «autora», «pintora», «procuradora», «informática» o «filósofa» encontraban en 2019 como recompensa que la Academia Francesa, la institución encargada de regular y perfeccionar el idioma francés, aceptara un informe sobre la «feminización de los trabajos». Antes de esa decisión, el masculino designaba en muchos trabajos la profesión de las mujeres.

Contra esta realidad se ha revelado Viennot en toda su carrera como universitaria y militante. Suyos son varios volúmenes sobre cómo combatir el sexismo en el lenguaje. Por ejemplo, uno de los últimos títulos firmados por esta experta en el papel de las mujeres de Estado en el periodo del Renacimiento se titula Le langage inclusif: pourqoui, comment (Ed. iXe, 2018) o «El lenguaje inclusivo: por qué y cómo».

Sobre la última decisión del Ejecutivo del presidente Emmanuel Macron, Viennot no parece realmente preocupada. «Una circular es una invitación, pero si no se la sigue, no hay sanción prevista. No es un decreto, no es una ley», dice Viennot en esta entrevista con NIUS.

Por lo que cuenta Viennot, el lenguaje inclusivo se ha convertido en Francia en un asunto polarizante, uno de esos temas que permiten separar a políticos de izquierdas – a favor – y de derechas – en contra. Todo esto, pese a que el país vecino lo preside un político como Macron, a priori, alguien elegido jefe de Estado en 2017 con un perfil centrista.

El diario conservador Le Fígaro la llamó «papisa del lenguaje inclusivo» en Francia. ¿Por qué?

 

 

 

 

 

 

 

Habría que hablar, para responder a esa pregunta, con la gente de Le Fígaro. Creo que me nombraron así irónicamente. Es algo mezquino haberlo hecho. No es una forma de reconocimiento, sino una forma de decir que yo estoy muy comprometida, que tengo titulaciones universitarias y que no soy sólo una militante. La persona de Le Fígaro que escribió ese artículo sobre mí llamándose eso está en contra de lo que yo hago.

Yo soy una investigadora, no sólo una feminista militante. Ocupo un cargo en la universidad y estoy comprometida con el lenguaje no sexista. Porque lo que está en juego es utilizar un lenguaje no sexista, un lenguaje igualitario, algo que no gusta a Le Fígaro. Todo el mundo debería estar a favor del lenguaje igualitario pero hay gente que está muy en contra.

Usted forma parte del debate sobre la cuestión del lenguaje inclusivo en Francia. ¿Lo hace como lingüista?

Yo no soy lingüista. Soy profesora de letras. He enseñado la lengua francesa y la literatura francesa toda mi vida. Pero no tengo un diploma de lingüista. Aunque es un ámbito en el que trabajo desde hace años.

¿Qué piensa de la circular del ministro de Educación de Francia, Jean-Michel Blanquer, según la cual «conviene prohibir el uso de la escritura inclusiva en Francia»?

Es una decisión política. El ministro es un hombre de derechas que sufre presiones de la derecha para hacer este tipo de cosas. Pero una circular no significa gran cosa. Una circular es una invitación. Si no se la sigue, no hay sanción prevista. No es un decreto, no es una ley. No tiene ninguna fuerza. Es un gesto que significa, más que nada, una invitación. De hecho, ya hay cuatro sindicatos del sector de la educación que no se dan por aludidos por esa circular y dicen que seguirían escribiendo así.

¿Cómo de instalado está en Francia el lenguaje inclusivo?

En realidad, está progresando mucho. Ahora es un tema que se ha convertido en algo que está en boca de todo el mundo. Antes, hasta hace tres o cuatro años, era algo que estaba circunscrito al militantismo, a la lingüística o a políticos que se han comprometido con esto. Pero las masas no se veían afectadas. Pero se puede decir que gracias a las polémicas, sobre todo la generada en 2017, cuando hubo un gran debate nacional, el tema se entiende mucho mejor. Y también hay mucha gente que comienza a utilizar este lenguaje, ya sea en administraciones o en la gestión local, para expresarse de manera menos sexista. Ahora vivimos un momento en el que estamos viendo un efecto bola de nieve.

¿A qué se refiere?

A que hay varios dosieres, y en todos no se avanzan igual. Por ejemplo, hay un dosier relativo al vocabulario sobre nombres aplicados a mujeres. Esto es algo que todo el mundo comprende. Cada vez hay menos gente cree que hay que llamar a una mujer con un nombre masculino, por ejemplo, decir cosas como ‘Madame le président’ o ‘Madame le ministre’ [«Señora presidente» o «Señora ministro», ndlr.]. Luego está el tema del uso del masculino genérico, que no es genérico para nada. Me refiero a cuando se hacen discursos enteros en masculino pese a que se habla de poblaciones mixtas. Luego hay otro tema, el de las concordancias. O sea, cómo se hacen concordancias con adjetivos. Hay una regla gramatical que se enseña en las escuelas según la cual: el masculino se impone sobre el femenino.

Mucha gente ha entendido que este tema forma parte del debate, porque hay otras soluciones, pero, al no ser enseñadas en la escuela, la gente favorable a un lenguaje menos sexista no sabe muy bien cómo salir de esto. El último tema es que en francés se sigue utilizando la palabra «hombre» para hablar de «humanidad». Por ejemplo, en la expresión francesa ‘Les droits de l’homme’, para hablar de «los derechos humanos». Esto es algo que no queremos la gente que no queremos un lenguaje sexista. En el debate público, estos temas ya se observan. Pero en los que son favorables al lenguaje inclusivo, hay problemas para implementarlo.

Desde hace muy poco, la Academia Francesa dio su visto bueno a utilizar los nombres femeninos allí donde se habían dejado de utilizar. Las instituciones francesas se están moviendo, ¿no es así?

Efectivamente, la Academia Francesa sacó un informe en febrero de 2019 que sólo trataba sobre los nombres de las mujeres. Fue una gran victoria para nosotros. Porque hace ya cuatrocientos años que esta institución lucha contra las palabras en femenino. Ellos crearon este problema hace cuatrocientos años. Y claro, no están solos, porque han sido apoyados por instituciones como el estado o las escuelas. Por eso hablamos de una victoria histórica. Ahora, la Academia Francesa nos va dejar en paz con esto. Es la prueba de que hemos avanzado mucho y de que hemos conseguido convencer a mucha gente.

¿Cómo ve su combate a favor del lenguaje inclusivo en una situación en la que el presidente Emmanuel Macron trata de rivalizar con la candidata de extrema derecha Marine Le Pen?

La derechización de Emmanuel Macron se observa también en la cuestión del uso del lenguaje. Durante su campaña electoral de 2017, él ponía mucha atención a cómo se expresaba. Se veía que había sido asesorado en la materia. Porque ponía mucha atención, hablando, por ejemplo, de «electores y electoras», de «candidatos y candidatas» o de «hombres y mujeres». Pero desde hace dos años, ha dejado de hacer esto. Ha vuelto a hablar todo en masculino, como si hubiera olvidado cómo se expresaba antes.

No sé si es voluntario. O si ha cambiado de asesores. O si es algo deliberado, porque habla como todo el mundo. No mucha gente se ha dado cuenta de esto. Pero la gente que vigila las cuestiones de lenguaje se ha dado cuenta de que el presidente no utiliza las formas de expresión no sexistas. Su discurso se ha convertido en el de un cualquiera. Ahora bien, a cada discurso que da, esto se denuncia. Lo que quiere decir que la conciencia lingüística está progresando.

Políticamente, ¿Quién defendería mejor el lenguaje inclusivo en Francia?

En todo esto lo interesante es que, cuando la gente comprende que nuestro lenguaje es sexista y que quieren hacer algo al respecto, esa gente ya no cambia de posición. Por ejemplo, es por esto que los sindicatos han reaccionado muy rápido a la circular de Blanquer. En apenas cuatro o cinco días, los cuatro mayores sindicatos del sector hicieron un comunicado en el que daban cuenta de que les daba igual la circular y que ellos, ya sea la Confederación General de Trabajadores (CGT) o la Federación Sindical Unitaria (FSU), como sindicatos, habían decidido expresarse de manera más igualitaria. O sea, que estas prácticas de expresión, en estos sindicatos, no van a recular.

Luego el Partido Socialista (PS) francés también se identifica con estas prácticas, como la Francia Insumisa, entre otros. Hay militantes en estos partidos de izquierda, en general, que han comenzado a hablar de otra manera, que ya se expresan de otro modo y a los que no se les va hacer retroceder. Porque una vez que se dan cuenta de que el lenguaje es sexista, ya está.

Cuando se habla de lenguaje sexista, esto es algo que tiene que ver con el concepto de patriarcado, ¿no?

Sí, y aquí se ve en mi trabajo el lado de «papisa». Porque el francés ha sido masculinizado. Yo he demostrado esto en mis investigaciones. El francés, como el español o el italiano, en suma, todas las lenguas romances, están equipadas para hablar sin sexismo. En realidad, no sufrimos que la lengua sea sexista, sino de un uso sexista de la lengua que ha sido preconizado, en Francia, a través de la Academia Francesa.

Ésta última fue la que dijo que no había que usar determinadas palabras femeninas o utilizar las concordancias igualitarias. Ahí están para demostrarlo los textos de trescientos años de gramática sexista, en los que los hay que dicen: ‘no hay que decir esta o esta otra palabra o hacer las concordancias así’. No le estoy hablando de una sensación que yo tengo. Esto es algo probado el que las instituciones intervinieron para masculinizar la lengua y enseñar usos sexistas de la lengua.

Lo que mantiene usted es esa idea de que, hace trescientos años, la academia, respecto a algunas palabras, como «abogada» o «autora», decía que no había que usarlas en femenino porque la mujeres no eran dignas, ¿no es así?

Sí. Y además no todas las palabras en femenino fueron condenadas. En realidad estamos hablando de treinta o cuarenta palabras. Nadie condenó palabras como «cocinera», «panadera» o «sirvienta». Las palabras que se vieron afectadas por esto fueron las palabras que designaban en la mujer el pensamiento, el juicio, la creación, la dirección, entre otras cosas.

Hablamos pues de palabras como «pintora» o «filósofa», palabras, en definitiva, que designan actividades que, según los académicos, eran masculinas. Académicos, pero también los gramáticos, sexistas, dijeron que esas tareas eran tareas que sólo los hombres deberían hacer. Pero como no se puede impedir a las mujeres el escribir, ni el pintar o el componer música, las palabras que designan esa actividad deben ser masculinas. Y esto está escrito negro sobre blanco en las gramáticas del siglo XVIII y XIX.

Permítame recordarle unas palabras del ministro de Educación del Frente Popular francés, el socialista Jean Zay. «Las escuelas deben ser un lugar inviolable donde las peleas de los hombres no entran». El combate del lenguaje inclusivo también consiste en llevar las ideas de las que hemos hablado en las escuelas. ¿Qué piensa usted?

Yo creo que cuando se dice en francés que una mujer es una autrice «autora», no es hacer política, si no que consiste en hacer una restitución de una palabra a la lengua francesa. Es la gente que ha impedido que prosperen palabras como esa. Esto es algo que divierte en la lucha feminista. Porque están de nuestro lado los más grandes autores de la literatura francesa. Moliere decía tener amigas autrices. Jean Racine, otro gran dramaturgo del siglo XVII, también hacía concordancias de proximidad, las que consisten en concordar, por ejemplo, adjetivos con el último nombre en una expresión. Así, en la expresión: les hommes et les femmes sont belles, en lugar de utilizar el adjetivo en masculino plural (beaux), se usa en esas concordancias el adjetivo en femenino plural (belles).

Salvo decir que estos autores se equivocaban, nosotros tenemos razón. Está claro que tenemos razón. La concordancia de proximidad se enseñó hasta los años 30. Nosotros lo que pedimos es que se vuelvan a enseñar aquellas cosas que no deberían haber desaparecido de la enseñanza. Nosotros no hacemos política. Los otros han hecho política diciendo cosas como que el masculino debe imponerse al femenino.

Esto es ideología política, y algo innecesario en nuestras lenguas, ya sea el francés o el español.

 

fotos: amecopress

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