Las reporteras españolas en zona de guerra: imprescindibles pero invisibilizadas

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Un libro de la ex corresponsal Ana del Paso reivindica las aportaciones al periodismo español de estas profesionales, todavía poco reconocidas.

Júlia Oller

SemMéxico/AmecoPress. Madrid, 25 jun. 19.- Ha llovido mucho, y a cántaros, desde que Francisca de Aculodi, reportera española del siglo XVII y considerada la primera mujer periodista, se hiciera cargo de la imprenta de su marido tras la muerte de éste. Desde entonces, han sido muchas las mujeres que, luchando contra múltiples limitaciones, estereotipos y prejuicios, se han dedicado al periodismo y, en concreto, al periodismo en zona de guerra. Sobre ese tema versa el libro de la ex corresponsal y doctora en Ciencias de la Información Ana del Paso, publicado en 2018, que, bajo el título “Reporteras españolas, testigos de guerra: de las pioneras a las actuales”, recoge el testimonio de 34 periodistas contemporáneas –desde Maruja Torres y Rosa María Calaf hasta Natalia Sancha y Olga Rodríguez-, retiradas o en activo, con el objetivo de visibilizar, reconocer y poner en valor sus contribuciones al periodismo español.

Del Paso presentó su obra, que también es una tesis doctoral, el pasado viernes 21 de junio en la Fundación Rafael del Pino (dirigida por Rafael del Pino hijo, presidente ejecutivo de Ferrovial y, actualmente, la quinta mayor fortuna de España), con sede en Madrid, bajo el auspicio de Woman Forward, una institución sin ánimo de lucro destinada a impulsar el liderazgo femenino. La presentación, moderada por el ex ministro de Defensa Eduardo Serra, contó con la propia autora y con Teresa Aranguren y Cristina Sánchez, reporteras en zona de guerra –la primera, ya retirada; la segunda, en activo, ejerce como corresponsal de RNE en Jerusalén-.

“En Occidente pensamos que las guerras siempre les ocurren a otros”, arrancó Aranguren, que dijo preferir el término “reportera en zona de guerra” o “en zona de conflicto” al de “reportera de guerra”. La veterana periodista trabajó como corresponsal, entre otros, en la guerra del Golfo y los conflictos de los Balcanes, además de ser la única mujer, junto con una fotógrafa libanesa, que cubrió la guerra entre Irán e Irak en la década de los 80. Aranguren señaló como vital “poner en primer plano las vidas de las gentes que padecen una guerra, y para ello es necesaria una mirada femenina”. Para la vasca, esa mirada no es una cualidad esencialista inherente a las mujeres por su género, pero sí cree que, por socialización y trayectoria histórica, son ellas las que pueden situar el foco con mayor facilidad en cuestiones cotidianas de corte humano que no desaparecen en una guerra y que constituyen una parte imprescindible de las historias que, según su parecer, el periodismo debería contar.

Aranguren se quejó, asimismo, de la mitificación romántica de la figura del reportero o reportera de guerra, de lo que, aseguró, el cine de Hollywood tiene gran parte de culpa. Pero, precisamente, al cine hay que culparlo también de que Cristina Sánchez escogiera su profesión: supo que quería ser reportera y cubrir zonas de conflicto tras ver la película “Los gritos del silencio” (1984), basada en las experiencias de tres periodistas durante el régimen de los Jemeres Rojos en Camboya. Sánchez, que el día anterior había recogido el premio Prensa Mujer, concedido por AmecoPress, centró su intervención en la necesidad de visibilizar el trabajo de las mujeres de su campo: “A día de hoy, hay más mujeres que hombres cubriendo Oriente Próximo; sin embargo, los referentes son hombres. No se nos está dando la difusión necesaria”, afirmó. En la línea de la visibilidad, sobre las niñas de hoy que serán las periodistas del mañana, comentó que “si nos ven, saben que pueden llegar”.

Las dos profesionales coincidieron en la necesidad de hacer un periodismo en zonas de conflicto distinto, que no se limite a contar las bombas y los muertos, sino que incorpore el factor humano y recoja los testimonios de aquellos y aquellas que, cuando cesa el fuego, siguen levantándose para ir a trabajar y siguen teniendo metas, sueños y anhelos. Porque, después de los misiles, la vida continúa. Ese es el trabajo que intenta llevar a cabo Cristina Sánchez en RNE con el proyecto “Vivir Gaza”, una serie de podcasts en los que trata de humanizar a las palestinas y los palestinos de la Franja de Gaza e informar de un modo en el que sean vistos como algo más que números.

La presentación no estuvo exenta de tintes polémicos, y es que, hacia el final de la jornada, en el turno de palabra, un ciudadano palestino y español preguntó al ministro Serra acerca de la venta de armas de España a Israel. Serra, que desde 2018 preside Everis –una empresa de consultoría, externalización de servicios y desarrollo tecnológico que cuenta con una división Aeroespacial y de Defensa-, reconoció, tras algún que otro rodeo, que “si España no vende armas a Israel, lo harán otros”, y, además, aseguró que España ha estado “en la cola” y “a la cabeza” del mundo, y que “es mejor estar a la cabeza”.

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