Macromachismos| El mito de la robamaridos

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Lorena Piedad

SemMéxico, 9 de noviembre, 2021.- Desde el inicio de los tiempos el hombre ha tenido libertad sexual mientras las mujeres hemos estado condenadas a la represión y la presión social, si no me creen pregúntense ¿cuántas veces han escuchado (o expresado) “el hombre es cabrón, es mujeriego por naturaleza. La mujer es una puta?”. Un discurso igual de viejo, machista y retrógrada como vigente.

Hoy vamos a reflexionar acerca de este lenguaje “tan mexicano” que utilizamos para sancionar, juzgar, señalar los comportamientos de las mujeres y defender los de los hombres. Puedo casi asegurar que nadie quedará exenta o exento. Ojalá solo sean relatos y no una de sus experiencias. Aquí vamos… Respondan la siguiente pregunta: ¿Qué es una robamaridos

En este mundo que nos ha enseñado a competir entre mujeres, las robamaridos, las zorras, las perras son quienes “quitan, alejan” a un hombre de sus responsabilidades afectivas-familiares. Los sedujeron, los embrujaron, se les insinuaron, ellos no querían, pero ellas los provocaron. Y la sentencia recae en la mujer “maldita”, perdonamos a “nuestro” hombre porque no fue su culpa, fue de ella y entonces dedicamos horas, semanas, meses a expresarnos mal de esa “puta” por lo que nos hizo, limpiamos el nombre de nuestra pareja ante nuestro núcleo social para que no lo juzguen porque la robamaridos es la única que debe pagar tal falta. ¿Acaso no fue Eva quién provocó a Adán?

Siguientes preguntas: ¿Por qué el hombre no tiene responsabilidad? ¿No es él quién traicionó la confianza de su pareja? ¿La robamaridos sabía del pacto entre aquella pareja? ¿Ella lo amenazó con pistola en mano o su vida estaba en peligro como para que no tuviera otra opción más que cometer la infidelidad?

La periodista especializada en género Luciana Peker insiste en un artículo en que «una mujer no roba a un marido, en principio, porque los hombres no son una pertenencia. No solo por respeto a las mujeres, sino por respeto a ellos, que no son objetos inanimados —como una caja fuerte— que se dejan saquear sin que su deseo o decisión pulse enter o dé la clave para abrir su cuerpo o su corazón».

¿Por qué estamos tan enojadas entre nosotras? Quiero aclarar que no pretendo quitar responsabilidad a la mujer porque la sororidad no es un sinónimo de empatía, pero habla de reconocernos en otras sin olvidar que existen las agresoras, las que nos han lastimado física, emocional o espiritualmente, sin embargo, ¿por qué solo las castigamos a ellas y los eximimos a ellos?

Confieso que no me he salvado de esto también llegué a odiar a otras, a insultarlas y a denigrarlas  en mis pensamientos, en mis actitudes y sí ante una sociedad ávida de morbo donde puedan reforzar sus ideas misóginas. No es una práctica fácil, pero tampoco es imposible.  

Sentimos alivio cuando la robamaridos (o robanovios) se aleja de nuestras vidas… hasta que llega otra y otra y otra. ¿Será entonces que el hombre en cuestión tiene la mala suerte de encontrarse siempre con estas mujeres que no respetan o más bien estamos relacionadas con “conquistadores/manipuladores” seriales que repiten estos patrones una y otra vez?

La robamaridos no lo obligó, él decidió estar con otra mujer aunque supiera que eso podría dañarte. ¿Por qué entonces atacar, humillar, amenazar a alguien que no faltó al acuerdo de fidelidad? Dicen que cada quien conoce a su pareja y cuando vivimos este tipo de situaciones adivinen qué: En el fondo sabemos quién es el responsable, pero decidimos descargar nuestra ira, nuestro dolor, nuestra frustración porque lamentablemente no falta quien nos confunda con frases “sí, es bien puta, yo supe que blah, blah”, “así son los hombres”, “yo vi cómo lo provocaba, pero seguramente sí está arrepentido”.

No, no, no, no. ¿Cómo podemos apoyar? Invitándonos a la reflexión ¿por qué permanecemos en esa relación? ¿Es sano? ¿Quiero estar con una persona que no es responsable de sus hechos? Porque otro factor es que cuando descubrimos y cuestionamos la respuesta es “ella me provocó”.   

Estas miles, millones de historias sobre las robamaridos, las putas, las zorras no son más que roles de género impuestas por una sociedad patriarcal que justifica la inestabilidad de un hombre y condena la libertad de una mujer.

Es importante erradicar, siempre lo escribo, desde nuestros pequeños núcleos estas prácticas normalizadas, estos Macromachismos para que en consecuencia comiencen a extenderse socialmente. ¿Cómo?

De tarea. Podemos iniciar con el control de nuestro lenguaje, es decir, no normalicemos comentarios denigrantes hacia las mujeres y corrijamos a quien lo haga. Debemos darnos cuenta cuando hacemos un comentario destructivo, mantenerlo en nuestra consciencia y dejar de hacerlo. El lenguaje importa mucho más de lo que pensamos.

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