Matrimonio…no es lo que esperaba

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Elba Narcía Cancino, corresponsal

Existe un marco legal ideal, pero el panorama es complejo

Redacción 

SemMéxico, Xalapa, Ver., 4 septiembre 2016.- Su marido le quemó el cuerpo con agua caliente e incendió la ropa que la joven de 17 años tenía sobre la cama.

Llevaba ya algún tiempo sufriendo violencia física y sexual por parte del hombre con quien se casó a los 15, pero ese episodio fue el que la decidió a pedir ayuda al Instituto Municipal de la Mujer de Xalapa, al llegar ahí lo único que quería era que la psicóloga le asegurara que él iba a cambiar.

La psicóloga Nancy Villegas García, Coordinadora de Desarrollo Humano y Oportunidades de ese Instituto, recuerda que el día en que la joven llegó a sus oficinas se encontraba en un estado total de negación.

“Tenía coraje contra su madre más que contra su pareja”, relata.

“Muchas jóvenes optan por la vida en pareja a temprana edad y esperan encontrar en su nuevo hogar protección, cariño, seguridad y en muchos casos no es así, el impacto psicológico que confronta la realidad contra las expectativas puede ser brutal”, asegura Nancy Villegas.

En el estado de Veracruz desde el 2014 la legislación ya no permite a menores de edad contraer matrimonio, sin embargo, ello no ha impedido que niñas, niños y adolescentes continúen optando por la vida en pareja.  

Arturo Narváez Aguilera, coordinador de la Red por los Derechos de la Infancia en Veracruz (REDIM), ve como “un marco ideal” que en todos los códigos civiles del país quede prohibido el matrimonio de menores de edad, pero admite que el panorama es mucho más complejo.

“Ante la ausencia de otras alternativas de vida, para muchas niñas y adolescentes el cohabitar con hombres mayores de edad -con un contrato matrimonial o no de por medio-, parece ser la mejor o única opción para intentar lograr seguridad económica, protección o para llenar vacíos emocionales”, señala.

Narváez Aguilera comparte una serie de cifras de REDIM las cuales ilustran la situación en México: 323 mil 936 adolescentes están casadas, en unión libre o son divorciadas o viudas y agrega que 198 mil 426 tienen al menos un hijo.

Según los especialistas el matrimonio y la vida en pareja a una corta edad están muy relacionados con el embarazo infantil, en ese sentido las cifras hablan por sí mismas. Según la Secretaría de Salud, en Veracruz una de cada cuatro mujeres embarazadas es menor de 20 años.

Ocho entidades del país concentran el 51 por ciento total de nacidos vivos en adolescentes, hasta arriba de la lista se encuentra el Estado de México con 53 mil 329, seguido por Veracruz, con 25 mil 729. Después están Jalisco, Puebla, Chiapas, Guanajuato, Ciudad de México y Michoacán.

Para el coordinador de REDIM la reforma al Código Civil que establece los 18 años como edad mínima para el matrimonio, es un avance en la protección de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, pero asegura que los marcos normativos no son suficientes cuando se habla de patrones culturales y formas de vida.

“La lógica legalista no es suficiente, se necesita pensar en políticas públicas más amplias que mejoren las condiciones de vida de las familias.

“En la ciudad de Xalapa, por ejemplo, muchas familias vienen de zonas rurales buscando alternativas de sobrevivencia, se asientan en las periferias, viven en hacinamiento, hay un despertar sexual muy temprano porque no hay espacios de intimidad para los papás, se reproducen patrones de violencia física y verbal, la escuela no es una alternativa porque se trata de familias de seis hijos o más”, señala.

Los datos estadísticos del Registro Civil de Xalapa muestran la dimensión de la problemática. Xalapa es uno de los 13 municipios de la entidad con un mayor índice de nacidos vivos registrados de madres menores de 20 años de edad.

Del 2000 al 2016, fueron asentados en ese municipio cinco mil 808 niños y niñas de parejas en concubinato, en los cuales la edad de las madres fluctúa de los 13 a los 17 años, mientras que la edad de los padres va de los 14 hasta los 60.

Marga Leticia Morgado, oficial del Registro Civil de ese municipio, asegura que la falta de opciones orilla a las niñas a iniciar una vida en pareja y cree que la información, el conocimiento pleno de los derechos y el trabajo coordinado entre las instituciones podría ser la clave para aliviar la situación.  

“La vida en pareja no es lo que yo esperaba”

Leslie Janeth Aldana García de León, atleta de 16 años, no se arrepiente de haber quedado embarazada y dice que nunca consideró el aborto como una opción cuando su suegro se lo sugirió.

Cuenta que durante seis meses intentó ocultar el embarazo porque tenía miedo de la reacción que podría causar en su madre, pero su madre ya se había dado cuenta y en lugar de enojarse o regañarla, como Leslie esperaba, le ofreció su apoyo y le dijo que ella y el bebé podían quedarse a vivir ahí.

Ella estaba en la secundaria y por las tardes iba al pentatlón cuando conoció a Jairo Manuel Pérez Hernández, un estudiante de preparatoria. Fueron novios un par de años, pero cuando él se enteró de que Leslie estaba embarazada, se alejó e inició una nueva relación con otra muchacha.

Cuando la madre de Jairo se enteró del embarazo, le pidió a Leslie que se mudara a vivir con ellos y así lo hizo, pero dice que tiene muchos problemas con su pareja.

“Peleamos mucho porque no sabemos mucho de la vida, pero con el tiempo vamos a ir madurando”, señala.

Leslie recuerda que al principio Jairo le tenía rencor y no le dirigía la palabra, pero ahora ya se llevan mejor.

El bebé tiene ya seis meses, a insistencia de familiares y amigos Leslie volvió a estudiar, pero dice que era muy pesado porque tenía que levantarse en la madrugada para amamantar a su hijo y llegaba a la escuela muy cansada.

Quiere seguir estudiando y dice que le gustaría ser ingeniera civil, tal vez lo haga cuando el bebé sea un poco más grande. En lugar de irse a vivir con su suegra habría preferido quedarse a vivir con su mamá y trabajar cuidando niños o limpiando casas para mantener a su hijo.

No se arrepiente de ser una mamá tan joven, después de todo ya no puede hacer nada para cambiar eso, lo que sí les recomendaría a los padres y madres de familia es que cuiden más a sus hijos e hijas y que se tomen el tiempo para platicar con ellos, porque “hay mamás o papás que llegan, hacen la comida y creen que con estar en la casa ya es suficiente”.

También les recomendaría a las y los maestros que hablen más con el alumnado.

“Les recomendaría que se cuiden, que platiquen con sus papás, que se acerquen a alguien a quien le tengan confianza”, dice.

En la misma localidad rural en donde vive Leslie, en la periferia de la ciudad de Xalapa, en un lugar llamado Las Trancas, vive también María del Carmen García Villalba, una adolescente que una tarde mientras jugaba futbol conoció a quien es hoy el padre de su hija.  

Cuando María tenía 14 años, su mamá se dio cuenta de que ya tenía relaciones sexuales e intentó evitarle un embarazo aplicándole una inyección mensual anticonceptiva, pero se la aplicó solamente un mes y al poco tiempo quedó embarazada.

La suegra de María decidió hacerse cargo de la bebé y es ella quien los mantiene a todos. Para apoyar con los gastos, María decidió entrar a trabajar a un restaurante tres días a la semana y mientras ella trabaja su pareja se ocupa de cuidar a la niña.  

Al igual que Leslie, María tampoco se arrepiente de ser una mamá tan joven pero dice que no es feliz, que la vida no es lo que ella esperaba pues su pareja no se responsabiliza, no estudia ni quiere trabajar. Comenta que desearía que su pareja cambie algún día.

Ella quiere darle a su hija una buena educación y buenos principios y si pudiera volver a estudiar le gustaría ser chef.



La búsqueda de soluciones



La reforma al Código Civil, la cual fue entró en vigor en febrero del 2014, es vista con aprobación tanto por parte de organizaciones de la sociedad civil como por las distintas instituciones de gobierno, sin embargo, se reconoce ampliamente que la prohibición de los matrimonios de menores es solamente un paso en el largo camino hacia la protección de la infancia y de la adolescencia.

Instituciones como la Secretaría de Educación Pública y la Secretaría de Salud apuestan a la educación sexual y ven, también, la enorme necesidad de trabajar en la sensibilización de las familias y en propiciar un cambio cultural a través de un trabajo coordinado entre organismos gubernamentales y sociedad civil.

A través de los años, distintos programas y proyectos han sido implementados pero el impacto real de esas políticas públicas aún se desconoce, no existen diagnósticos profundos sobre la situación de los y las menores que cohabitan en unión libre y la danza de cifras varía de institución a institución.

Dentro de los programas implementados hay uno en particular que elogian las distintas instituciones, se trata del llamado “Plan de Vida”, un proyecto conjunto del Gobierno del Estado, el DIF estatal y la Secretaría de Educación, el cual tiene como objetivo “dotar a las y los adolescentes de herramientas para la vida”.

Lo hacen a través de la impartición de conferencias y talleres “para que mediante la construcción de un plan de vida a corto plazo, las y los adolescentes puedan identificar sus sueños, plantearse acciones y establecerse metas…se busca que las y los jóvenes reconozcan el poder y la responsabilidad de dirigir su vida”.

El impacto real de un proyecto como el “Plan de vida” parece estrellarse contra la pared frente a una realidad de marginación y pobreza y ante lo que algunos consideran como “limitadas alternativas” que ofrecen las distintas instituciones.

“Hay comunidades que solamente tienen secundaria o bachillerato”, comenta Paz Cervantes Lima, titular de la Unidad de Género de la Secretaría de Educación, quien describe una serie de acciones que emprenden desde su institución para aliviar el problema, entre ellos, la ampliación de la oferta educativa.

Ella responsabiliza a los medios de comunicación, a las telenovelas, a las campañas de mercadotecnia que reproducen el modelo de la mujer objeto y cree firmemente en la formación de nuevas masculinidades, en la sensibilización de las familias, en la amplia formación de padres de familia y personal docente, particularmente enfrentándolos a sus prejuicios relacionados con la educación sexual y la salud reproductiva.  

Dentro de los programas de la Secretaría de Educación se encuentran las becas para madres menores de edad, a través de un sistema llamado “Promajoven” y la incorporación de la perspectiva de género en los libros de texto.

Paz Cervates Lima se refiere con particular entusiasmo a una herramienta didáctica titulada “los colores de la no violencia” la cual está compuesta por 200 fichas, con propuestas de actividades con ejes temáticos en los cuales se incluye género, discriminación, igualdad, equidad y violencia.

Por su parte la Secretaría de Salud ha llegado a una conclusión novedosa y así lo explica Rosa Aguilar y Mesa, responsable del Departamento de Salud Reproductiva de esa institución.

“El solo hecho de ir a informar y hacer talleres de capacitación, no estaba funcionando porque estábamos tratando de cubrir nuestra necesidad de servicios”.

La idea, dice, es cubrir la necesidad de servicios de la población y a partir de ahí construir una relación de confianza.

“Culturalmente no tenemos esa educación de prevenir y la planificación familiar es un programa realmente preventivo”. Como el embarazo no es una enfermedad, su prevención no es vista en las comunidades como una necesidad.

Con el apoyo de los datos estadísticos del Consejo Estatal de Población, la Secretaría de Salud ha identificado 13 municipios con mayor porcentaje de nacimientos de madres niñas y adolescentes y también de muerte materna de menores. Esos municipios son Xalapa, Ayahualulco, Coatepec, Coatzacoalcos, Cosamaloapan, Coscomatepec, Córdoba, Martínez de la Torre, Minatitlán, Poza Rica de Hidalgo, San Andrés Tuxtla, Tuxpan y Veracruz.

Tanto la Secretaría de Salud como otras instituciones enfocarán sus esfuerzos en esos 13 municipios, sin descuidar las 11 jurisdicciones de salud en la entidad. El objetivo es reducir a cero los nacimientos en niñas de 10 a 14 años y reducir en un 50 por ciento la tasa específica de fecundidad de las adolescentes de 15 a 19 años, para lograr las metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

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