Mujeres y política| Avances de forma, nos falta el fondo

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Soledad Jarquín Edgar

SemMéxico, 17 de agosto, 2021.- Quizá aún faltan modificaciones a las leyes para establecer la igualdad en todos los reglamentos que rigen la vida de las mexicanas, pero lo que más se hace necesario es que los derechos de las mujeres se cumplan a cabalidad, tanto por el Ejecutivo como por el Judicial y lo que falte en el propio Legislativo para hacer realidad la igualdad sustantiva.

Sin duda, las legislaturas, federal y estatales, han hecho lo propio: nunca como en los últimos tres años se han alcanzado diversas modificaciones reglamentarias que rompen obstáculos arcaicos que desfavorecían a las mujeres. Nunca como ahora, insisto. El 25 de septiembre de 2019 se despenalizó el aborto en Oaxaca y en 2021, en julio pasado, se logró en Hidalgo y unos días después en Veracruz. Visto desde el vaso medio vacío se dirá que faltan la gran mayoría de entidades del país, es cierto, pero para lograr lo que hoy se tiene pasaron años, décadas, casi un siglo.

Esas son las reformas más importantes, las más trascendentes, las más esperadas, aunque hay muchas más sobre la escena legislativa, impulsada por mujeres de diversos partidos políticos, que hoy son en muchos casos mayoría en los congresos. Leyes o reglamentos que dan el carácter de delito a las violencias normalizadas por la sociedad completa como el acoso callejero, en el trabajo, en la escuela, en las redes sociales o el trato vejatorio que muchos medios siguen dando a las víctimas de la violencia patriarcal, entre otras, muchas leyes.

Sin embargo, está visto que para muchas mujeres falta mucho para garantizar el ejercicio de sus derechos. Ese algo es que la idea de la igualdad entre hombres y mujeres permee entre todas y todos, es decir, que nadie sienta que las mujeres valemos menos que los hombres.

En feminismo se habla de deconstruir la sociedad patriarcal, donde solo unos cuantos toman las decisiones sobre los cuerpos y la vida de las mujeres y que ha dado históricamente paso a abusos y violaciones a sus derechos fundamentales, algunos ejemplos los podemos encontrar en tres tipos de actos de violencia machista, tangible y verdadera, como el tráfico de mujeres para explotación sexual, la desaparición de mujeres o el feminicidio.

Los tres son hechos que se pueden ejecutar por organizaciones de delincuentes que lucran con el cuerpo de las mujeres hasta considerarlas como desechos humanos, pero también pueden ser ejecutados por personas cercanas a las mujeres, sus propias parejas u otros familiares cercanos, entonces es una conducta sembrada, construida, de ahí la necesidad de hacer a un lado la sociedad en la que hoy sobrevivimos las mujeres. Así lo han demostrado muchas estudiosas.

Hay un tercer elemento constituido por personas, generalmente hombres con algún tipo de poder público-administrativo o político, quienes hacen caso omiso de estas violencias, personas que son parte de un entramado corrupto institucional que no da crédito a la palabra de las víctimas, los que ocultan pruebas y se hacen cómplices de los victimarios o perpetradores de manera intencionada, porque hay dinero de por medio, porque pertenecen a la misma clase política o con poder público, y los que simplemente ven como un sinsentido la necesidad de esclarecer un hecho de violencia contra una mujer a pesar de la magnitud. Amén de aquellas personas que siguen pensando erróneamente que son las mujeres las responsables.

Todos en general, sin duda piensan en esa condición porque en ellos subyace una verdad: la vida de las mujeres no importa, como no importa lo que pase con ellas, son seres infinitamente inferiores a ellos, a los señores del patriarcado, un lugar que existe y persiste a pesar de los avances legislativos de las mujeres y en una enorme diversidad de áreas de desarrollo desde la ciencia hasta la política.

Entonces, nos hacen falta muchas leyes, ni duda, pero lo que más nos falta es transformar el fondo del pensamiento y actuar machista que sigue violando el derecho a la justicia de las mujeres.

Y lo que hoy sucede en Afganistán, tiene una medida en nuestros países “civilizados”.

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