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Al patriarcado ni una acción le embona

Yaneth Angélica Tamayo Avalos

SemMéxico. 05 de diciembre 2019.- En días pasados, la conmemoración del 25 de noviembre trajo consigo diversas formas de manifestar la inconformidad ante la violencia brutal que han sufrido las mujeres.

Desde consignas feministas, hasta reclamos al gobierno por la impunidad con la que han dado respuesta a un sin número de agresiones; sin olvidar el creativo performance de Las Tesis colectivo de mujeres chilenas en Valparaíso y creadoras de “Un violador en el camino”.

No obstante, también trajo consigo un sin número de expresiones por parte de la ciudadanía, que hasta el día de hoy son contradictorias; explico, durante las manifestaciones anteriores al 25N y las que se suscitaron ese mismo día, existieron acciones que se consideraron violentas, aun cuando es conocido que las formas legales e institucionales o supuestamente “pacificas” no son efectivas.

Dentro de los comentarios manifestados, se leía a mujeres mencionando que a ellas “esas mujeres” refiriéndose a las feministas, no las representaban, que era una vergüenza que esas mujeres agresivas, sin educación y buenos modales vandalizaran; y, por otro lado, estaban los hombres quienes, de forma más violenta y misógina, manifestaban:

¿Por qué no protestan de forma pacífica?, no son las formas, piden respeto y no respetan, si querían molestar al gobierno hubieran ido a las dependencias, porque destruir la historia y los monumentos.

Y en la forma más violenta mencionaban: todas piden a gritos que las violen, que las golpeen para que hablen con provecho, hay que organizarse para desaparecerlas.  

Estas expresiones, fueron una constante por semanas hasta hace unos cuantos días; cuando mujeres de diferentes países, especialmente en México, salieron a replicar el performance “un violador en el camino” en apoyo a las mujeres y al colectivo Las Tesis.

Sin embargo, nuevamente los comentarios se dejaron ver, ahora de forma burlesca comentaban la acción de las mujeres manifestantes; los comentarios expresados denotaban el desprecio y la furia que les causa la voz de estas, en donde la única alternativa fue descalificarlas y denigrarlas. Se muestran algunos:

Viejas ridículas, el show de comedia en México son las feministas, cuanta ropa se lavaría con todas esas huevonas, así con los ojos tapados unos buenos navajazos.

Y de nueva cuenta algunas mujeres mencionando que las manifestantes solo provocan odio y descalificación en todo lo que hacen los hombres, motivo por el cual las feministas siguen sin representarlas.

Lo anterior, permiten repensar por qué los comentarios y la actitud de una gran parte de la sociedad mexicana son incongruentes; si en un primer momento han mostrado el enojo e indignación al ver, a mujeres manifestándose en contra del Estado mediante acciones radicales, pidiéndoles que sean pacíficas y gentiles en el modo de exigir.

Y, por otra parte, se mofan y las descalifican por visibilizar la violencia y la ineptitud del Estado, al replicar una consigna feminista; en una frase muy vulgar diría que “a estas personas, nada les acomoda”.

Pero, esto tiene una explicación de fondo que denota un problema serio; a este doble discurso se le denomina violencia simbólica.

Esta actúa de forma tan sutil y casi invisible, en sustitución de la violencia física; esto es, sustituye las formas duras de ejercer el poder por formas más suaves, ocultando la intencionalidad del sometimiento y provocando confusión en la víctima de tal manera que la violencia se ejerce con su complicidad.

Por ello, escuchamos a muchas personas decir que las mujeres que luchan por visibilizar la violencia no las representa o que las mujeres son unas exageradas, porque al no existir golpes o “formas duras” de transmitir algún tipo de violencia, estas no alcanzan a ser percibidas como tal, por el contrario, se niegan a reconocer la existencia de violencia.

Ahora bien, ¿Qué sucede respecto de los hombres? En este caso, se debe recordar que el sistema social esta cimentado bajo una estructura de poder que se apoyada en el androcentrismo, en el cual existe una imposición cultural arbitraria y un encubrimiento que históricamente ha legitimado las conductas desiguales y el sometimiento de la mujer.

Esto es, se ha introyectado la idea de que el hombre puede exteriorizar y ejercer sus pasiones y conductas por encima de la dignidad y el respeto de las mujeres, de tal forma que se ha justificado su forma de actuar e interpretar el mundo.

Un ejemplo, es la aceptación de piropos que, más que alagar a una mujer las insulta o las incomoda y las personas creen que es normal porque siempre se han dicho; otro ejemplo es, en el caso de abuso sexual, en donde se justifica al agresor bajo la idea de que la mujer lo provocó por la forma vestir, de actuar o por el horario en el que se suscitó el hecho. Se responsabiliza a la víctima y se justifica al agresor por el simple hecho de considerarlo como normal.

Y es ahí, cuando el desconocimiento al hecho de reconocer una violencia que se ejerce en contra de una víctima que de igual forma desconoce la violencia, es lo que provoca que las acciones violentas se acepten y se consideren como algo natural y por lo tanto validas, de tal manera que se no admiten reproches y acusaciones negativas en contra. Es por lo anterior que, algunos hombres al no considerarse violentos, les moleste la idea de que alguna mujer los señale como machistas, violentos o violadores.

Es por lo anterior que, la violencia no pueda combatirse sólo con las armas de la conciencia y la voluntad, ya que, la sociedad ejerce el poder a través de las relaciones de fuerza y la imposición de “unos” sobre “otros”, generando una arbitrariedad cultural que liga a las personas y las sujeta irremediablemente a la violencia simbólica.

Esta violencia simbólica seguirá reproduciendo arbitrariedades mientras no se refleje directamente la realidad social y se siga manteniendo la falsa percepción de que no se genera violencia; mientras estas circunstancias persistan se seguirán legitimado dichas prácticas y se contribuirá a la reproducción en el orden social.

Se debe tener presente que, la dominación simbólica se basa en el desconocimiento y en el hecho de que los dominados se piensen a sí mismos como los dominantes.

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